El mundo se va a acabar. Un grupo de extremistas custodia un cofre misterioso cuya destrucción hará que todo termine. La batalla por la humanidad se cierne sobre el castillo de Manzanares el Real. El tiempo corre y solo unos pocos pueden salvar al mundo. No, esto no es real. Pero seguro que la trama puede parecer atractiva para más de una persona. Se trata de la aventura El código de los Mendoza. Una prueba al aire libre que cada día es más demandada por los madrileños. La experiencia es obra de la startup Outfinders, que ofrece una variedad de juegos de escape (escape rooms, en inglés) en el corazón de la Sierra de Madrid.
Dentro de la página de internet de la empresa hay un menú con un poco de todo. Desde la búsqueda de una reliquia en Aranjuez hasta una misión contra un hacker en el centro de Madrid. Outfinders hace de la Comunidad, pero en especial de la Sierra, un tablero, y a los jugadores en piezas en tamaño real dentro de cuatro juegos trepidantes.
Todo salió de la mente de Enrique Arias, un manzanariego de 47 años. En una entrevista telefónica, el CEO relata que decidió mover ficha cuando, después de que la Comunidad prohibiese en 2016 el baño en el río Manzanares —y en el embalse de Santillana, ubicado en Manzanares el Real—, comenzó a haber un descenso en la llegada de capitalinos. “Yo lo que quería era fomentar el turismo de una manera diferente”, cuenta.
El usuario puede reservar una fecha para cualquiera de las aventuras en la web. El contacto puede ser por internet, llamando por teléfono o a través de la app, estrenada unos días antes de Semana Santa. Los precios oscilan dependiendo del número de participantes (por ejemplo, 44 por dos personas o 70 para cinco).
La startup —fundada en 2017— comenzó como muchas otras. Los primeros meses, ya no decir años, fueron difíciles. Arias cuenta que lo más complicado en el despegue fue que se entendiera su idea. “Fuimos de los primeros en hacer escape rooms en el exterior”, recuerda el empresario madrileño. Y remata: “Ha sido duro [el inicio de la startup] porque era muy novedoso". Pero lejos de simplemente quejarse, decidió actuar con rapidez. Primero, contactó directamente a distintos jugadores para venderles la idea y, en segundo lugar, reinvertir cada euro que ingresaba en mercadotecnia.
El unicornio entre los juegos de escape
Y llegó 2020. Las ganancias ya iban al alza, a un ritmo por encima del 40%, pero nada como el segundo semestre del año pandémico (o sea, después del desconfinamiento). Arias lo resume así: “Hubo un bum. Crecimos más de un 56%. Sin restricciones de aforo, el número hubiese sido incluso mayor”. El auge en las actividades al aire libre y una idea creativa como la de Outfinders se combinaron para crear un tándem perfecto.
La historia de éxito de la empresa desentona con el grueso del sector. Todavía no hay datos oficiales sobre el golpe de la pandemia en el negocio de los juegos de escape. Pero el panorama no es alentador, tomando en cuenta que la mayoría se realiza en lugares cerrados. En abril de 2020, la Asociación Española de Juegos en Vivo Escape Room lanzó el grito de alarma. En su informe Repercusión de la crisis del COVID-19 en el sector de los Juegos en Vivo, alertó de que el primer encierro ponía en peligro un tejido productivo con más de seis millones de clientes, unas 1.000 empresas con hasta 10.000 empleados (directos e indirectos).
Arias, que es consciente de que otros compañeros de sector lo están pasando mal, quiere aprovechar la inercia que ha cogido la empresa: “Ahora queremos llegar a otras comunidades”, adelanta. Su tono es ambicioso pero, a diferencia de los juegos que ofrece, también realista.