Pablo Agnese (Buenos Aires, 1978) ha impartido sus conocimientos como docente en España, Alemania y Argentina. Doctor en Economía (2010) por la UAB, sus intereses como investigador incluyen la economía internacional, las criptomonedas y la blockchain. Es posible leer sus reflexiones en publicaciones académicas de la talla de ‘International Review of Economics and Finance’ o ‘Journal of Economic Policy Reform’. Actualmente es profesor de la UIC.
Entre marzo y agosto hemos pasado de las visiones apocalípticas a un optimismo desmedido para, finalmente, quedarnos a mitad de un -dramático- camino. “El problema de las previsiones es que tienen que ajustarse sobre la marcha”, afirma Agnese. “A mi entender, los economistas deberían ser como los médicos: “Si usted sigue fumando va a enfermar, pero no sé decirle cuándo”, apunta. “Sin quitarle importancia, la clave no es cuánto cae el PIB, sino cómo freno esa tendencia. Los números son aproximativos y las predicciones habrían de ser más cualitativas que cuantitativas”. Y en este sentido, augura que España lo va a pasar muy mal.
La razón la encuentra en las medidas adoptadas. “Son parches teñidos de demagogia con los que ningún país puede salir del fango”. Lo grave es que no atisba la posibilidad de un cambio de rumbo que mitigue los efectos de estas acciones porque considera que la premisa de la que parten es errónea. “Vivimos en un ciclo donde las cosas se hacen porque es necesario mover ficha, no queda otra; aunque cada movimiento nos deje en una situación peor que la anterior”.
Todo ello en medio de una incertidumbre sin paliativos y un gran deterioro institucional en el caso de España. Así lo evidencia el ascenso del valor del oro o la buena salud de las criptomonedas. “Cuando vienen mal dadas, toman posiciones. El oro es el asidero de los “no sé”, y hoy el futuro es una duda constante”.
La trastienda del turismo
El economista huye de lo superficial en su análisis de la debacle que vive el turismo en España. “También es un sector importantísimo en Italia o Francia. Vayamos un poco más lejos para entender lo sucedido”. Según Pablo Agnese, juega a la contra la inflexibilidad del mercado laboral español. “Las empresas tienen problemas para ajustarse a la eventualidad. No es sencillo ni contratar ni despedir, lo que dibuja un mercado laboral muy segmentado. De una parte, están los insiders, gente muy protegida por su productividad y por la legislación. Por otro lado están los outsiders, aquellos que dan vueltas y vueltas sin encontrar nunca la estabilidad”.
Además de las cuestiones legales, Agnese achaca la existencia de esta división a una cultura, por ejemplo, poco propensa a la movilidad geográfica. Con todo, el experto confía en que el sector privado sea una vez más el que nos haga remontar el vuelo. “Claro que habrá oportunidades y que el consumo local ayudará. Los empresarios son supervivientes que nunca dejan de reciclarse y tirarán de todos nosotros. Siempre ha sido así. Hay excepciones que lo tendrán más complicado, es obvio”.
Europa
Pablo Agnese también tiene sus razones para mirar desde distintas ópticas la aprobación y el acceso al fondo de recuperación europeo. “El objetivo de este dinero es que no se produzcan asimetrías en el mercado común. Un gran desequilibrio con España o Italia en el fondo del pozo haría inviable coordinar políticas conjuntas. Es imposible que algunas economías del sur se acoplen a las economías alemana o danesa. La apuesta es a futuro”. Por el camino, “para bien y para mal”, España y el resto de países se han convertido cada vez más en ‘provincias’ de un todo llamado UE. “Pierden soberanía nacional y a cambio están más controlados. También más observados”.
El economista percibe que las ayudas son a su vez un dulce con una dosis de veneno. “El dinero no empezará a llegar hasta finales de 2021. No todo, pero habrá que devolver una buena parte. Contribuirá a salir del apuro. Sin embargo, más a largo plazo, no quedará otra que ser responsables y acatar medidas que nos serán impuestas. Algunos estarán más contentos con que sea Alemania quien nos gobierne”.
En paralelo, la UE ha dejado claro que no tiene intención de virar en su estrategia hacia la economía verde, sostenible y digital. Tres pilares en los pretende basar una recuperación revestida por el ‘Green Deal’ o el complimiento de los ODS de la Agenda 2030. “Muchos pensamos que estas políticas son un tanto engañosas. Es indudable que es necesario cuidar el planeta. El problema es que, en general, la estrategia viene marcada por entidades centrales incapaces de planificar. El mercado suele proveer de soluciones más eficaces”, detalla Pablo Agnese.
“El remedio en estos casos es peor que la enfermedad”, añade el economista, para quien este tipo de pactos implican una reestructuración y reubicación forzosa de recursos. “La consecuencia es que el único incentivo para asumirlo es la penalización o la sanción”.
¿Y después de la Guerra Comercial?
El mapa económico mundial ya apuntaba a cambios profundos en la etapa previa a la pandemia. Algunas tendencias se frenarán. Otros movimientos tendrán la excusa perfecta para acelerar en su propuesta. En los últimos meses han alzado la voz grupos contrarios a la globalización que piensan que ha llegado el momento, cuanto menos, de revisar algunas de sus posibles brechas.
“La globalización es positiva”, asegura Pablo Agnese. “Ha sido la gran oportunidad para que muchos países especialicen su producción. Cualquier retorno al nacionalismo económico es una mala noticia. Ahora bien, el contexto indica otra cosa. Vivimos una guerra comercial abierta entre Estados Unidos y China que recuerda a la vieja Guerra Fría de Oriente vs Occidente”.
El experto apunta que hemos llegado a este punto en la era Trump sin que el polémico presidente norteamericano haya incidido demasiado en una situación más bien sobrevenida. “Es la punta del iceberg. Con Obama la guerra fue de divisas. Requisitos de calidad, impuestos aduaneros, aranceles, nuevas tarifas…esta es la etapa en la que nos encontramos actualmente”.
Históricamente, Agnese recuerda que, en teoría, la próxima fase sería un enfrentamiento armado. “La gran pregunta ahora es si habrá una desescalada pacífica del conflicto. A corto plazo no atisbo ni un ápice de diplomacia. Estados Unidos no tiene ninguna intención de que el dólar pierda poder. No defiendo las políticas proteccionistas, pero tampoco me gusta el expansionismo chino capaz de llevarse por delante nuestras libertades y principios”.
Un mundo nuevo
Pablo Agnese cita al Orwell de ‘Rebelión en la Granja’ y ‘1984’ o al Huxley de ‘Un mundo feliz’ como visionarios de muchas de las realidades a las que nos enfrentamos ahora. “El Estado de Alarma va a ser casi permanente. Vendrán más pandemias. Igual sucede con el uso de la mascarilla. Dejará de ser una imposición cuando la gente se canse de llevarla y se manifieste –los políticos van en piloto automático–. La alternativa, y ahí está la sutileza y la vigencia de Huxley, es una dictadura que termina por ser “felizmente” aceptada. Lo mismo ocurre con los mandamientos pintados en el granero de ‘Rebelión en la Granja’, permanentemente modificados. En Argentina, por ejemplo, la desescalada está dividida en 12 fases. Es una mentira, porque cuando lleguemos a la 10, si es que eso es posible, nos impondrán 15 fases, o 20, quién sabe. Las libertades están en juego”.
Uno de los problemas es, bajo su punto de vista, que los diferentes Gobiernos han tendido a plantear el escenario actual como una balanza en la que apoyar a la economía implicaba dar pista libre a la pandemia mientras que las restricciones de movilidad y el confinamiento suponían la quiebra de los mercados. “Han comparado entre desiguales. La economía son medios y la salud es un fin”.
Este mundo nuevo también traerá algunas buenas noticias. “El teletrabajo plantea una forma inédita de hacer las cosas. Ya existían muchos trabajadores nómadas en permanente movimiento por el planeta. Es una vía para conocer gente, aprender y pagar menos impuestos. Cuando volar vuelva a ser normal, parte de los que lo han pasado mal y quieran reciclarse verán que lo tienen mucho más fácil de lo que pensaban. Bastarán un ordenador, una buena conexión a Internet y que les dejen en paz. Si los países quieren salir de esta tienen que cambiar el chip y flexibilizar la entrada de nuevos trabajadores. Estonia o Vietnam lo han entendido así y hoy son un imán de emprendimiento. Están abiertos a la era digital”, concluye Pablo Agnese.