Con la Agencia Estatal de Investigación cumpliendo los plazos que necesita para su operatividad total, para lo que todavía falta, la Secretaría de Estado de I+D+i debería reclamar del Gobierno la puesta en marcha de los mecanismos necesarios para proponer a los diferentes grupos políticos en el Congreso de los Diputados el tan deseado Pacto por la Ciencia, que todos los grupos políticos reclamaron antes de las elecciones generales. Dando por supuesta la unanimidad generalizada en vista de lo declarado antes de las elecciones generales, nada menos que tres en el periodo de un año, no debería demorarse un tema tan vital para la economía presente y futura de esta Nación.
Antes que otros pactos, probablemente más sinuosos, debería ser éste uno de los grandes ejemplos que pueden brindar los políticos a una sociedad cansada de tanta trifulca y enrarecida política, que no hace sino destacar lo peor de un arte y profesión que debería ser tan sublime. Casi nunca lo ha sido, pero hay que recurrir a las palabras grandilocuentes para llenar el vacío que nos deja la ausencia de la gran política. Siendo poco exigentes hasta nos conformamos con una política normal, que no es otra que la mira por los ciudadanos que votamos, pagamos y sostenemos al Estado y por el futuro de todos.
Teniendo en cuenta todo esto, el Pacto por la Ciencia puede ser el eje sobre el que se articule una nueva política, esa en la que coinciden todos de forma retórica, al menos por ahora. Todos están comprometidos por las palabras que dijeron y es ahora al Gobierno al que le toca dar el banderazo de salida hacia una negociación que, aunque también es campo que gusta a la política, debería ser cómoda de hacer y eficaz en los resultados. Tenemos tanto que mejorar que es fácil hacer las cosas bien. Es responsabilidad de todos.
Me llega, por ejemplo, el sano y necesario interés que hay en el entorno del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad por trabajar en la forma que puede favorecerse un proceso que facilite la fusión de empresas. El objetivo es que el tamaño medio del colectivo español crezca de forma significativa. Es un tema sobre el que hemos hablado muchas veces en este blog. El tamaño de la empresa es esencial para la capacidad innovadora.
Lo es para crear facturaciones más importantes que posibiliten la inversión posterior, lo es para crear procesos de mejora continua en las empresas, procesos que después se traducen en investigaciones, desarrollos, patentes y, finalmente, en esa innovación tan deseada. Lo es porque necesitamos un ecosistema emprendedor-innovador más grande, con líneas claras y definidas para que los inversores puedan entrar en la financiación de proyectos. Y lo es porque ese ambiente crea puestos de trabajo. No en masa, pero estos arrastran los otros. Como hemos visto, no solo es el mundo de la investigación el que se beneficia; es que en su entorno se crean oficinas inversoras, relaciones con las universidades que antes eran inexistentes o escasas, consultores que estudian experiencias del mundo entero, transferólogos que descubren a otras empresas patentes que se han registrado, oportunidades para estudiosos o spin-offs de diverso origen. Eso no es poco.
Pero si ya le sumamos a eso una racionalización de los organismos públicos encargados de financiar la investigación y el desarrollo, sería fantástico. Hay muchas competencias que provienen de ministerios ahora fusionados, que ahora podrían unirse. Seguro que hay matices, pero porque no pueden estar bajo un paraguas común. Como lo que no sobra es el dinero, mejorar la gestión es esencial. Serán buenas noticias si las vemos anunciadas oficialmente.