Pumas paseando por las calles de Santiago de Chile, delfines nadando en las costas de Perú, un jaguar deambulando en áreas públicas de un hotel en Tulum (en el estado de Quintana Roo, México) o jabalíes recorriendo las principales avenidas de Barcelona. Las imágenes de animales circulando en espacios en los que no solían verse se han hecho cada vez más comunes, con casi la mitad de la población mundial encerrada para contener los efectos del coronavirus.
En Panamá —donde hasta este domingo había 4.273 casos de COVID-19 y 120 fallecidos—, un grupo de investigadores publicó recientemente un estudio en la revista PeerJ sobre los efectos de las embarcaciones turísticas en el comportamiento de los delfines nariz de botella a corto plazo.
“Encontramos que la actividad de los delfines se veía afectada por la de los barcos turísticos y que estos se alimentaban menos y viajaban más alrededor de las embarcaciones. Estos efectos pueden tener consecuencias negativas para la población de delfines si se exponen con frecuencia a las interacciones de los barcos y si suficientes individuos se ven afectados con el tiempo”, explica la ambientalista de la Universidad de Antioquía, Nueva Inglaterra (Estados Unidos) Ayshah Kassamali-Fox, una de las autoras del artículo, quien investiga a esta especie de delfines desde hace ocho años
La observación de delfines es una de las principales atracciones turísticas en el archipiélago de Bocas del Toro, en la costa del Caribe occidental de Panamá. La mayoría de las compañías ofrecen tours todos los días a la misma hora. Tan solo en 2014 había unas 12 compañías de turismo, 165 embarcaciones y 179 capitanes que participaban en este tipo de turismo. Hace poco más de dos años el Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI) alertaba de que los 80 delfines de nariz de botella que vivían entonces en la zona debían ser declarados especie en peligro de extinción.
“Recomendamos que el operador de la embarcación cumpla con las regulaciones de observación de delfines del Gobierno panameño para proteger la salud a largo plazo de la población y el futuro de la industria turística en Bocas del Toro”, añade Kassamali-Fox.
Esto puede incluir la limitación del número de embarcaciones permitidas alrededor de los delfines de una sola vez, la limitación de las interacciones con las parejas madre-cría, así como la designación de zonas de hábitat críticas para salvaguardar las actividades biológicamente significativas para los delfines, como el descanso y la alimentación, precisa la experta.
Cambios en el comportamiento de los delfines
El ruido de los motores de los barcos puede interrumpir la comunicación de los delfines enmascarando sus vocalizaciones. Los animales pueden también cambiar su velocidad de nado y sus patrones de movimiento, así como aumentar el tiempo que pasan bajo el agua en un esfuerzo por evitar las interacciones frecuentes y agresivas de los barcos.
Además, en presencia de estas embarcaciones, el tiempo que los delfines pasaron socializando disminuyó significativamente. Los animales individuales pasaron menos tiempo buscando comida y más tiempo viajando. También les tomó más tiempo recuperarse, volver a buscar comida, después de haber sido interrumpidos por las embarcaciones turísticas que cuando fueron interrumpidos por eventos naturales.
Turismo sostenible
Los científicos no han llegado, sin embargo, a la conclusión de que haya que prohibir el turismo, sino más bien creen que es necesario crear uno sostenible que beneficie la conservación de la vida silvestre “creando conciencia pública y apreciación de la vida silvestre en sus hábitats naturales”, asegura Kassamali-Fox.
“La clave es aumentar la colaboración entre la comunidad científica, las agencias locales y nacionales y los gobiernos, así como otras partes interesadas en un esfuerzo por desarrollar actividades de turismo sostenible basadas en las mejores prácticas para minimizar los impactos negativos sobre los animales salvajes, al tiempo que se benefician las economías y comunidades locales”, subraya.
El aislamiento social debido a la pandemia está teniendo algún efecto en la vida silvestre. Sin embargo, “en ausencia de estudios que exploren estas cuestiones no podemos estar seguros de la medida en que esto está sucediendo y de qué manera —advierte Kassamali-Fox—. Creo que este período de confinamiento presenta una buena oportunidad para nuevos estudios que examinen los efectos de la disminución de la actividad humana en la vida silvestre”.