La austriaca Angela Müller comenzó su carrera profesional en el mundo de la arquitectura en 1997, como colaboradora del estudio Braunfels Architekten en Berlín. Fue su colaboración con Helmut Christen en Viena en la realización de la nueva Maternidad y la reforma del Hospital de Niños de Linz la que hizo crecer su interés por la arquitectura hospitalaria y la capacidad y escala humana de la misma. Por su parte, Marta Parra empezó en el estudio Virai Arquitectos (al que sigue vinculada como socia), donde ha desarrollado concursos, proyectos y obras de edificios singulares escolares, culturales y deportivos. En 2007 unen sus capacidades y su visión para poner en marcha Parra-Müller Arquitectura de Maternidades.
Una experiencia vital fue el espaldarazo definitivo para ir más allá en las inquietudes que habían movido el núcleo de algunas obras previas. Ambas pusieron la mirada en las posibles mejoras en la atención al parto tras la maternidad. Primero lo hicieron junto a otras mujeres, desde el activismo (en la asociación El parto es nuestro) y tiempo después con su propia obra arquitectónica. Constataron las carencias generalizadas de estos espacios y cómo el diseño tenía la capacidad para cambiar la situación. “El diseño como tercer cuidador, como factor que puede apoyar procesos saludables, reducir la ansiedad y generar bienestar”, apunta Müller.
Formación constante, viajes y visitas a centros sanitarios, asistencia a congresos, contactos multidisciplinares… Su propuesta, definida por ellas como “integradora”, busca nutrirse para que el resultado “mejore realmente la vida de las personas”. Cuando no están acumulando información de interés, pasan esa ‘otra mitad de su tiempo’ en el estudio, trabajando en proyectos concretos.
Entre su obra más reciente se encuentra el trabajo para el Hospital de Día Oncológico del Hospital Santos Reyes en Aranda de Duero, un hospital público que, como explica Marta Parra, “ha apostado por innovar en los espacios oncológicos, generando un lugar que se aleja de la imagen hospitalaria que tenemos, para proponer un lugar que cuida y que ayuda a levantar el ánimo”. “Es un lugar muy especial, añade Müller, “donde la intimidad, la sostenibilidad y el bienestar sensorial trabajan de la mano, para que el paciente, sus familiares y los profesionales estén lo mejor posible. Los pacientes nos dicen que el cambio es muy notable, que no han estado nunca en un lugar hospitalario así”. (Ver más proyectos del estudio)
Una filosofía estética que, sin renunciar a la obvia utilidad práctica de este tipo de infraestructuras, introduce la belleza como un ingrediente más igual de relevante que la funcionalidad o la seguridad. “La belleza y todo lo que deriva en una armonía espacial –como la estética de las proporciones o conceptualizar colores- está aceptada en espacios de ocio, de trabajo, de cultura… Aún falta mucho para introducirla en los espacios sanitarios, pero no por capricho o como un extra de calidad, sino como un básico “pasivo” que aporta salud”, argumenta Parra.
Entienden que, hasta ahora, la arquitectura sanitaria ha respondido “y está respondiendo” a las necesidades de los procesos, de los tratamientos y sistemas de gestión, buscando la máxima seguridad del paciente. Una vez conseguidos esos estándares, Müller y Parra creen que es hora de incrementar la calidad de la atención a través de la calidez de los espacios.
En el caso de estos emplazamientos en España, los principales déficits relacionados con el diseño tienen que ver, a su juicio, con el factor tiempo, “porque no siempre es fácil ajustar con agilidad los espacios a los múltiples cambios y mejoras en los procesos asistenciales. Por otro lado pensamos que aún no se le da a la arquitectura hospitalaria el valor que merece, como agente que tiene la capacidad de ser mucho más que un mero envolvente”, explica Müller.
Las arquitectas han detectado que las actuaciones más urgentes deberían ser acometidas en las UCIs, especialmente Neonatales, pero también en las pediátricas y de adultos. Consideran que otra gran asignatura pendiente de la Sanidad Española tiene que ver con los espacios físicos que acogen a los pacientes de salud mental. “En este ámbito hubo muchos avances y hay proyectos piloto en otros países que nos podrían servir de ejemplo. Las urgencias generales también necesitan una reflexión de fondo, para diferenciar distintas tipologías de pacientes y procesos. Está todo por hacer, es un gran reto para los próximos años y para las reformas que están por realizar” apunta Parra.
Su perspectiva no está sola, sino que forma parte de una corriente que demanda preservar la intimidad y la dignidad de los pacientes y una mejor integración de los acompañantes. Como señala Angela Müller, “estos deseos siempre existían, pero ahora van cogiendo forma de manera más eficaz y organizada, a través de asociaciones de usuarios y pacientes, fundaciones, y los propios profesionales que también se ven beneficiados”.
Los pioneros de esta tendencia los encontramos, una vez más, en el norte de Europa. Marta Parra explica como el diseño basado en la evidencia (EBD, for Evidenced based design) y en las personas es entendido allí como una regla general al igual que la participación del usuario final en la conceptualización de estos proyectos. “Dan lugar a edificios más sostenibles en el tiempo, añade la arquitecta, que considera que ahora nos toca aprender de ellos “y también aprovecharnos de su aprendizaje para no cometer los mismos errores”.
BRECHA DE GÉNERO, UN PROBLEMA QUE TRASCIENDE FRONTERAS
“Es importante que seamos conscientes que el mundo bastante igualitario que vivimos durante la formación está aún muy alejado de la realidad laboral. Por esto necesitamos perseguir nuestros sueños, porque solo esto nos da energía para superar los obstáculos. Saber porqué hemos elegido una profesión, saber adónde queremos llegar. Lo más esencial es embarcarse en una carrera o en una formación que nos guste, que nos apasione, porque nos marcará para toda la vida”. Está reflexión de Müller se ha forjado con una experiencia poco agradable que vivió hace unos años, un punto de inflexión forzado en su carrera.
“Me despidieron de un estudio cuando estaba embarazada”, recuerda la arquitecta. “Una situación complicada, parecida a un ERE, en el que tuvieron “preferencia” las recién casadas, las madres con jornada reducida y las (posibles) embarazadas. Fue muy duro por injusto, me di de bruces con una realidad que desconocía desde mi país de origen, pero ahora me doy cuenta de que fue esta situación la que me hizo decidirme por arriesgarme del todo y ponerme a trabajar en lo que más me gustaba. El mundo de la construcción, especialmente en obra, es un terreno muy masculino, que requiere un refuerzo extra”.
Para Müller, el problema de la conciliación no es más sangrante en España que en otros países desarrollados. “En el resto de Europa la situación es parecida o peor, de hecho trabajando en Austria he conocido un mundo bastante más conservador y machista comparado con la situación española. Allí, por temas legales, la maternidad está más protegida, y hay ayudas económicas y sociales para madres y familias, pero la brecha de género en los salarios está aún más pronunciada, las muertes por violencia de género al menos se duplican porcentualmente, además de tener mucha menos visibilidad en el debate público. Lo mismo pasa en Alemania. En mi opinión, a pesar del problema de la falta de protección a la hora de formar una familia, España está más avanzada porque la sociedad tiene más integradas a las mujeres como profesionales trabajadoras igual que los hombres. En Austria es mucho más difícil conciliar, las guarderías no aceptan niños hasta los 2 años y la red de madres de día y guarderías privadas no cubren toda la demanda existente. Creo que a España aún le falta quitarse algunos complejos en este sentido”, concluye.