Si lográramos erradicar las enfermedades con mayor incidencia -diabetes, cáncer, accidentes cardiovasculares, demencias- sólo prolongaríamos la esperanza de vida unos 15 años. “Al final, los muy mayores, mueren de viejos. Nos mata la infección más tonta”. Paul Palmqvist, catedrático de Paleontología de la Universidad de Málaga, considera que la vida eterna, en el terreno que mejor conoce, es un asunto más próximo a lo que él llama en su propia disciplina paleo-poesía que a la realidad. “La paleontología estudia eventos del pasado geológico, a diferencia de los planteamientos transhumanistas, que especulan con el futuro de la humanidad”, aclara.
Sus teorías impactan en un momento en el que ganan adeptos las predicciones de transhumanistas como José Luis Cordeiro. El autor de ‘La muerte de la muerte’ (escrita a cuatro manos con David Wood) cree que alcanzaremos la inmortalidad en el año 2045 gracias al rejuvenecimiento biológico. Paul Palmqvist coincide parcialmente con el profesor y asesor de la Singularity University. “Los esfuerzos deben dirigirse a retrasar la senescencia, a lograr evitar la cuarta edad envejeciendo con calidad de vida. Los biogerontólogos han de centrarse en retrasar el envejecimiento. Después ya veremos porque, ¿de qué sirve vivir mucho si lo hacemos como un vegetal?”.
Hoy manejamos algunas evidencias sobre las que aplicar mejoras. Un punto de partida en el que mandan cuestiones genéticas, la dieta o un estilo de vida saludable. Algo así sucede en la isla de Okinawa, donde la población alcanza edades muy avanzadas con calidad. “Lo de España es un misterio”, apunta Palmqvist. “Hemos comprobado que no teníamos ni la mejor sanidad ni la mejor protección social. Tampoco una buena gestión de la pandemia. Es un escándalo. Han dejado morir a las personas”.
Con todo, vaticina que pronto adelantaremos a Japón en esperanza de vida. “En España hay calidad de vida en el sentido más amplio: costumbres, carácter, una sociedad humanizada, relaciones estrechas con familia y amigos, buen clima y una dieta variada. Casi es lo único en lo que nos va bien”.
Datos históricos y un Estado de Bienestar insostenible
El paleontólogo da por sentado que prolongaremos la vida humana, pero ¿cómo? Su hipótesis parte de la evolución de la esperanza de vida al nacer. Dentro de nuestra historia evolutiva -del Paleolítico a la Edad Moderna- la esperanza de vida cuando veníamos al mundo rondaba los 30-40 años. “Claro que mucha gente vivía más. El problema era la alta mortalidad infantil (‘liderada’ por España, con un 25 por ciento sobre el total de nacimientos), que hacía bajar la media notablemente”.
‘The Lancet’ publicó un artículo en 2012 que comparaba la esperanza de vida al nacer y la esperanza de vida saludable en 187 países. Desde finales del XIX la esperanza de vida, que se había mantenido constante con algunas fluctuaciones (guerras, epidemias), empieza a crecer en el mundo desarrollado hasta duplicarse. Descendió la mortalidad infantil, se generalizaron hábitos de higiene inexistentes, llegaron las vacunas y los antibióticos.
Los datos recogidos entre 1990 y 2010 muestran que esta mejora en la esperanza de vida parece no tener fin. Crece de media en el mundo 4 años. “El primer problema es que si la gente se jubila pronto y cada 20 años constatamos que la vida se prolonga cuatro, acabaremos pasando más años jubilados que trabajando”, afirma el catedrático de la Universidad de Málaga.
Otra evidencia es aún más grave. La esperanza de vida saludable crece más despacio, 3,4 años en el mismo periodo. “Se refiere a los años de vida que pasamos sin enfermedades crónicas, sin ser dependientes y con una buena integración social. A día de hoy la cuarta edad requerirá cada vez más atención y recursos hasta hacer insostenible el Estado de Bienestar”, añade Paul Palmqvist.
El investigador también prestó atención a un dato relativo a diferencias de género que The Lancet había dejado al margen. “Los hombres tienen menos esperanza de vida que las mujeres, pero más esperanza de vida saludable a igualdad de edad. Algo más de dos años. Los expertos no se ponen de acuerdo, pero apuntan a que el periodo de la menopausia puede ser decisivo en males como la osteoporosis o el Alzheimer. Por eso los mayores capaces de hacer proezas físicas suelen ser hombres”.
Respuestas en la Naturaleza
Fijarse en la naturaleza puede dar muchas pistas y más de una lección. ¿Por qué la almeja de Islandia o el tiburón boreal viven más de 500 años? “La langosta americana llega a centenaria sin envejecer y fértil por sus niveles de telomerasa, la enzima que corrige los errores del ADN. La rata topo no padece cáncer y vive ocho veces más que un roedor de su tamaño. El ácido hialurónico lubrica su piel y las articulaciones y de manera coyuntural esquiva los tumores”, explica Paul Palmqvist.
A su juicio, lo que ya ‘inventó’ la evolución pone en el camino a los biogerontólogos. En el caso de los animales voladores, el vuelo les ayudó a minimizar el riesgo de depredación, dotándoles de una mayor esperanza de vida a priori. Como Palmqvist explicaba en un artículo reciente publicado en ‘The Conversation’, esto hizo que a la selección natural le ‘valiese la pena’ invertir en los mecanismos reparadores del daño celular que se deriva del metabolismo oxidativo, factor que en última instancia está tras el envejecimiento. “En cambio, invertir en mecanismos que ayuden a prolongar la vida de un ratón, cuando la probabilidad de que esté vivo en la naturaleza tras pocos años es prácticamente nula, sin duda habría sido una mala inversión”.
“Los biogerontólogos harían bien en enfocar sus esfuerzos hacia la búsqueda de los mecanismos concretos sobre los que actuó la selección natural en los organismos voladores, permitiéndoles desarrollar una vida más prolongada”, añade el catedrático.
Aplicación real
Algunos de estos hallazgos ya están actuando en nuestro beneficio. Es el caso del compuesto farmacológico metformina, que actúa preveniendo la diabetes y que, de manera incidental, parece ayudar a adelgazar a pacientes con mucha grasa acumulada. “Retrasaría el envejecimiento. También el resveratrol (se encuentra en el vino y de ahí las propiedades cardiosaludables del mismo) está de moda como tratamiento antienvejecimiento. Contribuye a conservar las células, sobre todo sus membranas (lo que ocurre en la citada almeja de Islandia). El ácido hialurónico también funciona, pero tiene dificultades para llegar a nuestras articulaciones en la cantidad adecuada por ser digerido; por ello, hay que inyectarlo”, detalla Paul Palmqvist.
Debate aparte merece la investigación de terapias de edición genética. “Abre una serie de puertas con las que conviene ser cautelosos. Un porcentaje de población con determinado poder adquisitivo depurará su genoma, borrará las enfermedades hereditarias. Antes de que todos estos avances se democraticen, ¿asistiremos al nacimiento de una nueva raza de humanos biomejorados y superiores? Podría surgir una nueva línea evolutiva independiente de las demás si se aislasen reproductivamente”.
Respecto a la robotización humana, Paul Palmqvist percibe que su devenir está menos definido. “Seguro que veremos algo parecido al brazo biónico de Luke Skywalker. Ya hay desarrollos parecidos. Las operaciones de miopía y presbicia, introduciendo una lente, son una manera de ciborgización; también las prótesis de cadera, tan habituales”. “Sin embargo”, añade, “expertos en transhumanismo como Antonio Diéguez consideran que, hoy por hoy, es pura ciencia ficción pensar, por ejemplo, en el volcado de la mente humana en la máquina. Además, es un terreno peligrosísimo que generaría problemas filosóficos de compleja resolución. Imaginemos que fuese posible: ¿Qué pasaría al sacar una copia de ese software, duplicaríamos a la persona?”.
Hacerse mayor en la vida (casi) eterna
Paul Palmqvist insiste en que alargar la vida indefinidamente es imposible sin retrasar la senescencia. Aún así, plantea un juego interesante. Imaginemos que llega el momento en que vivamos 500 años, o 1.000. ¿Qué compartiríamos con nuestros descendientes? “En cada ciclo reproductivo, la capacidad de influencia de nuestros genes se reduce a la mitad. Tendríamos poco en común con un tataranieto. Estaríamos muy solos. Por otro lado, saber que no puedes morir en el corto plazo te llevaría a no hacer planes de futuro, a la inacción. La vida sin fin terminaría por carecer de sentido”.
En un planeta que no puede albergar más de 10.000 millones de personas, la tasa de recambio generacional sería muy lenta, lo que comprometería seriamente la capacidad evolutiva del ser humano en el terreno cultural. Esto incluye la llegada de novedades, de pensamientos originales y teorías rompedoras. “Los grandes músicos y los genios de las matemáticas, como Einstein, hicieron sus grandes aportaciones antes de los 30. El paso de los años nos lleva al conservadurismo intelectual a todos los niveles, también en ciencia, filosofía o arte. Una vida más larga retrasaría la pérdida de capacidad cognitiva, pero no nuestra inercia hacia el confort mental”.
La solución para mantener la chispa está en una curiosidad constante y en el cambio de disciplina permanente. “Ese reciclaje funcionaría si vamos poniendo el foco en cosas nuevas que nos interesen”, concluye Paul Palmqvist.