Ingeniero Superior de Materiales por la Universidad Politécnica de Cataluña -donde también se doctoró en Sostenibilidad, Tecnología y Humanismo-, profesor de Sociología en la Universidad Autónoma de Madrid, Pep Lobera se ha formado y ha investigado en instituciones de medio mundo. En febrero, dejó su cargo como jefe de Gabinete de la Ministra de Ciencia, Innovación y Universidades, Diana Morant, para seguir ligado a la administración pública, esta vez con el objetivo de hacer realidad lo que él mismo define como “un sueño que muchos perseguíamos”. Lobera dirigirá la Oficina Nacional de Asesoramiento Científico, cuya puesta en marcha fue anunciada por el presidente Pedro Sánchez el pasado 11 de febrero, coincidiendo con el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.
Reino Unido, EEUU, Canadá, Japón o Nueva Zelenda, son algunos de los países que en los últimos años han incorporado unidades y mecanismos de asesoramiento científico. La idea es que la oficina española fomente y coordine el uso de la evidencia empírica y el conocimiento científico para mejorar la toma de decisiones y el diseño de políticas públicas. Lobera ha participado en la XIII edición del Foro Transfiere, que hoy concluye en el Palacio de Ferias y Congresos de Málaga (FYCMA). El leit motiv de este encuentro, referencia para comprender y promover la transferencia de conocimiento, casa bien con uno de los objetivos de la Oficina Nacional de Asesoramiento Científico: tener en cuenta la valorización social del conocimiento, más allá de su llegada eficiente al tejido productivo.
Una oportunidad
De hecho, Lobera afirma que la oficina tendrá “el cuerpo en la ciencia, la cabeza en presidencia del Gobierno y el músculo en la transferencia de conocimiento”. El experto admite que asume su nueva responsabilidad “con cariño, ilusión y cuidado”. Y añade: “Este es un proyecto que queríamos que viera la luz desde hace tiempo. No será tarea sencilla, pero lo vamos a conseguir”. Pep Lobera aclara que la oficina no será capaz de “solucionar todos nuestros problemas” como un elemento central, sino que tejerán un ecosistema que ya existe, “pero que ahora no actúa de manera protocolizada y sistematizada”.
En este sentido, incide en que todos los ministerios españoles ya reciben asesoramiento científico en este momento. “El problema es que es desigual, los canales difieren y, sobre todo, ante una emergencia, hay cabida para la improvisación. No contamos con un sistema que articule las acciones”. Según Lobera, la oficina es en sí misma una oportunidad para aprender unos ministerios de otros, transferir conocimiento, racionalizar recursos, prever determinadas eventualidades y situar en la escena nuevos elementos “que contribuyan a que respondamos un poco mejor”.
En estos primeros pasos, Lobera no esconde que están tomando buena nota de lo que hacen países que, en algunos casos, llevan décadas institucionalizado el asesoramiento científico. “No dejamos de aprender. Está claro que el paradigma de hace 20 años, en el que un asesor científico jefe estaba llamado a resolver todos los problemas, no tiene sentido. Una persona no puede saberlo todo. Creemos más en los facilitadores, los ‘traductores’ y los puentes. Abogamos por estructurar un sistema que no dependa de un individuo. Tenemos algunas ideas, y adaptaremos otras cosas que ya funcionan en el exterior considerando las particularidades del ecosistema español”.
Las crisis del futuro
¿Aprendimos algo de la crisis del COVID? ¿Valoramos más la ciencia ahora que antes de la pandemia? “Tenemos la obligación de pararnos y pensar en el pasado. Y, al mismo tiempo, sabemos que las crisis del futuro ya se están gestando, aunque todavía no tengan nombre”. Pep Lobera insiste en que el aprendizaje continuo es clave pero, para que el saber fluya mejor, la oficina promoverá un enfoque de conjunto de gobierno. “Los problemas, rara vez afectan a un solo ministerio. Debemos abordarlos de modo trasversal”.
Los planes de la oficina pasan por disponer de una persona específica que coordine el asesoramiento científico en cada ministerio. “El día a día en estos organismos es frenético. Cuando llega una crisis, es complicado asignarle tareas extra a un persona que ya tiene ocupado el 110 % de su tiempo de trabajo. Necesitamos profesionales cuya responsabilidad sea identificar las necesidades específicas de asesoramiento científico, con el foco no exclusivamente en las posibles crisis. Por ejemplo, quizá haya que poner en marcha una nueva normativa. Ante esa situación, precisamos de alguien capaz de crear un grupo de expertos sólido. Son cosas que no tienen por qué saber hacer en la jefatura de gabinete o en la secretaría general del ministerio”.
Formar asesores
El trabajo de estrechar lazos y uniformizar procesos estará complementado con la creación de un comité de expertos que formará a los científicos en las tareas de asesoramiento. “Puedes ser un excelente científico, pero no hablar el idioma de la administración”. Pep Lobera asegura que parten de una creencia: “Pensamos que la evidencia científica facilita que las decisiones sean mejores, pero no garantizamos que sean un éxito. No hemos inventado la rueda. En muchos ministerios ya se hacen cosas muy interesante. Nos vamos a dedicar a rellenar los huecos pendientes entre el conocimiento científico y los poderes públicos”.
Durante la presentación de la oficina, Sánchez insistía en esta misma idea y declaraba que: «Ayudará a crear puentes entre el Gobierno y los gobiernos autonómicos o locales, y el talento que existe en las universidades para mejorar la evaluación de esas políticas públicas» y «servirá para que nuestro país avance en lo que siempre quisimos y nunca pudimos ser: un país por y para la Ciencia”.
El proyecto tiene la vocación de evitar o mitigar momentos tan duros como los vividos en marzo de 2020 y los meses sucesivos. “Miramos a largo plazo. Queremos trabajar junto a sociedades científicas, asociaciones y grupos de investigación. Nos ayudarán a hacer una labor de prospección desde la que identificar mejor acciones preventivas que sean digeribles para el sistema”, concluye Pep Lobera.