Hace 17 años, en el año 2000,se descubrió en el sistema solar una nueva clase de objetos lejanos, orbitando alrededor del Sol más allá del planeta Neptuno: los objetos transneptunianos extremos” o ETNOs. Sus órbitas están muy alejadas en comparación con la terrestre, pero este descubrimiento marcó un punto de inflexión en el estudio del Sistema Solar exterior. De hecho, hasta la fecha, ya se han identificado 21 de estos objetos.
A todos ellos podría unirse próximamente el denominado ‘Planeta Nueve’, gracias a los nuevos datos proporcionados por dos de estos asteroides lejanos. Varios trabajos recientes han sugerido que las propiedades dinámicas de los ETNOs se explicarían mejor si existiese uno o más planetas de varias masas terrestres orbitando a cientos de unidades astronómicas (UA). Por ejemplo, en 2016, dos investigadores se basaron en esta teoría para predecir la existencia de una supertierra, girando en torno al Sol a unas 700 UA.
Hasta ahora, de los 21 objetos transneptuanianos extremos conocidos, sólo uno había sido observado mediante espectroscopía. Sin embargo, investigadores del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) y la Universidad Complutense de Madrid (UCM), ha dado un paso más para caracterizar físicamente estos cuerpos y confirmar o refutar dicha hipótesis mediante el estudio de dos de ellos.
El estudio sugiere que estos dos asteroides, sometidos a observaciones espectroscópicas, podrían tener un origen común y que sus órbitas actuales podrían ser resultado de una interacción en el pasado con el hipotético ‘Planeta Nueve’. En este sentido Julia de León, primera autora de la investigación, ha confirmado que “dado que las pendientes espectrales similares observadas del par 2004 VN112, nos planteamos la posibilidad de que hubieran sido en su día un asteroide binario que quedó desligado por un encuentro con un objeto más masivo”.
Para validar esta hipótesis, el equipo ha realizado miles de simulaciones numéricas y los resultados de las mismas sugieren que un posible Planeta Nueve, con una masa de entre 10 y 20 masas terrestres orbitando el Sol a una distancia media de entre 300 y 600 UA, podría haber desviado los dos asteroides estudiados hace unos 5 a 10 millones de años. De esta forma, se explicaría cómo estos dos asteroides, en un principio girando uno alrededor del otro, fueron separando sus órbitas poco a poco al haberse acercado a un objeto mucho más masivo en un determinado momento.