Desde que, en 1953, dos investigadores de forma independiente, uno en Bayer y otro en General Electric, descubrieran el policarbonato, sus características hacían presagiar que ese material tendría una larga vida y un gran recorrido. Tan larga que puede vivir hasta cuatro siglos sin degradarse. Y en cuanto a su gran recorrido, este material está presente en la funda de los móviles a las ventanas de un avión. Y una vez desechado, puede encontrarse como residuo en los lugares más insospechados, desde los nidos de algunos pájaros a los ríos y océanos.
Se trata del omnipresente plástico y acabar con esta “plaga” artificial, pese a su utilidad, es una cuestión prioritaria. O al menos, sustituir este material por otro más respetuoso con el medio ambiente.
Si hace muy poco una investigadora del CSIC encontró por casualidad que los gusanos de la cera pueden degradarlo, ahora investigadores del Instituto Catalán de Investigación Química (ICIQ) y del ICREA, han desarrollado un método para producir policarbonatos a partir de una sustancia que se encuentra en los limones y otros cítricos, el limoneno, y CO2, el gas responsable del cambio climático. Dos productos naturales muy abundantes.
Con la ventaja de que el limoneno, compuesto que presta su aroma característico a los cítricos, puede utilizarse en lugar del conflictivo bisfenol A. Y es que las dos moléculas principales que intervienen en la síntesis del policarbonato son precisamente el bisfenol A y el fosgeno. Ambos con muy mala prensa por separado, pero que juntos se han convertido en indispensables casi para nuestras vidas llenas de plástico.
Así se consigue otra importante ventaja de los bioplásticos de limón sería sacar del mercado al bisfenol A, acusado de ser un disruptor hormonal que debe evitarse en envases utilizados en envases para alimentación infantil y juguetes, al menos.
Los investigadores no sólo han logrado producir un polímero más respetuoso con el medio ambiente, sino también mejorar sus propiedades térmicas. Este polímero biodegradable derivado del limoneno tiene la temperatura de transición vítrea más alta jamás reportada para un policarbonato.
Mejor que otros bioplásticos
Algo sorprendente, porque los bioplásticos conocidos tienen peores propiedades térmicas que los polímeros clásicos, explica Arjan Kleij, líder del grupo ICIQ y profesor ICREA. Una temperatura de transición vítrea alta supone que estos nuevos plásticos necesitan temperaturas más altas para fundirse, una característica que los hace más seguros para el uso diario. Además, de ofrecer nuevas aplicaciones.
Y como ventaja añadida, este nuevo bioplástico, igual que la madera, “secuestra” el CO2, que forma parte de su composición, junto con aromático limoneno, y lo saca de la atmósfera, contribuyendo a luchar contra el cambio climático.
Frente a la opción del reciclaje, para minimizar el impacto de los plásticos tradicionales, los bioplásticos, al incluir compuestos naturales, son biodegradables y se pueden descomponer en un periodo de tiempo corto gracias a la acción de microorganismos que logran la desaparición total del material una vez desechado. Con la ventaja de que no contaminan los suelos y pueden servir de abono orgánico para las plantas.
Una buena noticia, sin duda, en un país mediterráneo como el nuestro, en el que los cítricos fueron un negocio rentable. Tal vez este nuevo uso pueda hacer renacer las plantaciones de Levante, donde ahora, los propietarios no obtienen apenas beneficio por sus naranjas y limones.