Julia Muir - Esta columna fue publicada originalmente en el blog Más allá de las fronteras del BID.
El crecimiento vertiginoso de Internet y de otras tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) están cambiando la forma en que hacemos negocios, consumimos, producimos e interactuamos unos con otros. Las TIC están reduciendo las barreras tradicionales al comercio, como la distancia y el tiempo, y permitiendo que las empresas y los consumidores alrededor del mundo se conecten y realicen intercambios.
Esto ha llevado a un rápido crecimiento del comercio digital o comercio electrónico.
En 2013, había 85 millones de compradores en línea en América Latina y el Caribe —casi un 10% de quienes compran por Internet en todo el mundo—. Para 2018, los compradores en línea de América Latina llegarán a los 140 millones, lo cual representa un incremento del 64% en apenas cinco años. Se trata de un crecimiento excepcional. No obstante, la utilidad y los beneficios del comercio electrónico aún se concentran en un puñado de países mayormente desarrollados. En muchos países en desarrollo, el índice de penetración del comercio electrónico sigue siendo bajo. América Latina es un buen ejemplo de esto. Si bien el comercio electrónico ha venido creciendo, todavía se encuentra rezagado con respecto al de otras regiones con niveles de desarrollo semejantes. Deloitte (2014) estima que, si Latinoamérica y el Caribe alcanzara el mismo nivel de uso de Internet que muestran las economías avanzadas, la productividad de la región podría incrementarse un 13%.
Una de las razones de este rezago de América Latina son sus índices de penetración de banda ancha relativamente bajos (apenas un 15% de la población tiene acceso a una banda ancha fija); también lo son la deficiente infraestructura de las TIC y la falta de servicios para desarrollar las competencias técnicas necesarias para aprovechar plenamente el comercio electrónico. Hay oportunidades enormes para que crezca el comercio electrónico en América Latina, pero, tal como están las cosas, los países no se encuentran en pie de igualdad respecto del acceso al software y al hardware que requiere el comercio electrónico.
¿Qué podemos hacer, entonces, para mejorar el comercio electrónico y hacerlo más inclusivo?
Recientemente, el BID se unió a una nueva iniciativa de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), llamada Comercio Electrónico para Todos, destinada a hacer del comercio electrónico un componente clave del desarrollo. En pos de este objetivo, dicha iniciativa está centrada en un enfoque ascendente basado en la demanda para atender a las necesidades e intereses de los países en desarrollo. Se propone, por ejemplo, identificar las brechas de conocimiento y proporcionar la capacitación y el desarrollo de capacidades necesarios para que los países puedan incrementar su participación en el comercio electrónico y, así, beneficiarse. Esto significa hacer que la información y los recursos estén disponibles en línea, de manera gratuita, así como brindar asistencia técnica y al desarrollo de capacidades para que las microempresas y las pymes, los emprendedores y los individuos gocen de igualdad de acceso al conocimiento y a las herramientas.
Estos objetivos están en consonancia con el trabajo que ya viene realizando el Sector de Integración y Comercio del BID. Por ejemplo, el INT ofrece cursos de capacitación virtuales sobre comercio electrónico y banda ancha y ha creado Connect Americas, un espacio virtual para que las empresas se conecten, aprendan y accedan al financiamiento. También ayudamos a los países a implementar programas de agentes de comercio confiables y de seguridad, como los programas de Operador Económico Autorizado y Exporta Fácil. Asimismo, los asistimos para desarrollar sus propias ventanillas únicas de comercio electrónico nacionales interoperativas y a implementar soluciones relacionadas con los sistemas de pagos digitales. El BID está también trabajando con los países de la Alianza del Pacífico para implementar un Mercado Digital Regional que promueva el desarrollo inclusivo y sostenible sobre la base de la conectividad digital, el gobierno digital, la economía digital y el ecosistema digital.
Todas estas actividades contribuyen a que los envíos sean más eficientes y rápidos y permiten entregas justo a tiempo, que son esenciales en el mundo del comercio electrónico.
Más allá de enriquecer el conocimiento y comprometer a los socios a implementar soluciones, los países individuales deben tomar medidas para mejorar la oferta de servicios de infraestructura de las TIC que sean confiables y a un costo razonable para sus ciudadanos. Esto significa invertir en banda ancha y reducir el costo del acceso a Internet, que puede tener un impacto económico significativo. Según nuestras propias investigaciones, cada incremento del 10% de la penetración de la banda ancha se corresponde con una mejora del 1,4% del crecimiento económico en los países de ingresos medios y bajos. En América Latina, un incremento del 10% de la penetración de la banda ancha se traduce en un aumento promedio del 3,2% del PIB y del 2,6% productividad.
Otras medidas unilaterales que pueden adoptar los países incluyen la creación de Puntos de Intercambio de Internet Regionales (IXP). Actualmente, todo el tráfico regional de Internet en ALC pasa a través de IXP que están en Estados Unidos, y se estima que se transfieren a los consumidores de ALC hasta 2000 millones de ineficiencias (Corporación Andina de Fomento).
Estas inversiones en tecnología, conocimiento y desarrollo de capacidades son cruciales para el futuro de la región.
El BID seguirá trabajando sobre estos temas y estableciendo asociaciones, como la iniciativa Comercio Electrónico para Todos, tendientes a lograr que el comercio electrónico sea más accesible para los latinoamericanos y que los países tengan la oportunidad de convertirse en participantes más activos del comercio electrónico mundial.