Los drones generarán en la próxima década un negocio mundial que superará los 65.000 millones de euros. Podría ser mucho más. Los innumerables usos de esta tecnología, tanto públicos como privados, están a punto de eclosionar tras ultimarse el marco legal para operar a estos vehículos no tripulados. Galicia, en esta ocasión, ha sabido adelantarse gracias a la Civil UAVs Initiative de la Xunta, que ha convertido al Centro de Investigación Aerotransportada de Rozas (CIAR) que comparte con el INTA en Lugo en una de las instalaciones de I+D+i vinculadas a los drones más potentes no solo de España, sino también una referencia en toda Europa.
El concurso, lanzado a finales de 2015, generó mucha expectación. Decenas fueron las empresas que se interesaron en el mayor proyecto de colaboración en la I+D+i de altos vuelos. Nueve llegaron a semifinales, en las que se quedaron las propuestas de UAV Galicia, Everis, Elbit Systems, Augusta Westlam junto a Telespazio, y Thales Programas. Pasaron a la ronda definitiva los dos grandes fabricantes de aviones y helicópteros del mundo, Airbus y Boeing, el coloso tecnológico español Indra, y por aquel entonces Inaer, hoy Babcock España. Sus propuestas convencieron a la Axencia Galega de Innovación (GAIN) porque ofrecían el mayor compromiso con Galicia, colaborando con distintos sectores estratégicos, movilizando alianzas con empresas autóctonas, centros de investigación y universidades.
Al final, Indra y Babcock se impusieron, con lo que se duplicó una de las partidas iniciales de la Xunta. En conjunto, sus iniciativas se comprometían a generar 600 empleos, la mitad de ellos directos; a contratar a dieciocho empresas, de ellas una decena al menos gallegas, y 14 centros tecnológicos y de conocimiento, generando en el proceso nuevas filiales: asentando sociedades y convirtiendo el CIAR de Rozas en el epicentro de la investigación, un polo tecnológico que debe culminar en una industria que permita que drones ‘made in Galicia’ surquen los cielos a lo largo y ancho del mundo. La inversión total ascenderá a 150 millones de euros, diez para las nuevas instalaciones del Centro Mixto de Investigación Aerotransportada, 115 millones para el programa de I+D+i, y los restantes 24 millones para el mayor programa de compra pública innovadora puesto en marcha por la Xunta, que pretende buscar soluciones reales en ámbitos como el control de vertidos marinos, del territorio y para la lucha antiincendios entre muchas otras.
A ocho kilómetros de la capital lucense, en el ayuntamiento de Castro de Rei, el aeródromo de Rozas se inauguraba el 4 de junio de 1943. Gestionado por el Real Aeroclub de Lugo, se destina generalmente a la aviación deportiva. Pero los terrenos son propiedad del Ministerio de Defensa. Lógico, pues su emplazamiento es idóneo, goza de uno de los cielos más limpios de la península, libre de tránsitos comerciales aéreos. En la actualidad es mucho más, un ejemplo a seguir, un referente de cómo hacer crecer a la industria gallega a través de la innovación, la tecnología, la formación y el empleo cualificado. Además, y esto es vital para la Xunta, permite que las provincias orientales, Lugo y Ourense, no sólo sean fuente de emprendimiento en el rural y el sector primario.
Tras dos años de funcionamiento del polo de drones, están a punto de construirse los hangares para contribuir a la consolidación de la actividad y se desarrollará un plan director para prever la futura evolución del área del CIAR. Un bienio fructífero pues, como apuntaba el titular de la Xunta en una de sus visitas a Rozas, las empresas y centros de conocimiento gallegos involucrados ya están empezando a comercializar productos derivados de sus contratos con los socios estratégicos e industriales de la iniciativa.
Además, el polo de drones ha contagiado a muchos otros ámbitos. En su apuesta por el talento, el proyecto de Rozas tuvo ya un impacto en la oferta de cursos de Formación Profesional y en el mapa de titulaciones del sistema universitario gallego. Desde 2016 el Centro Integrado de Formación Profesional (CIPF) As Mercedes de Lugo imparte el ciclo superior de mantenimiento aeronáutico con un gran éxito de acogida. Y desde el curso 2017-18 el Campus de Ourense ofrece el grado de Ingeniería Aeroespacial, que despertó un enorme interés entre los estudiantes, lo que propició que la nota de corte fuese la más alta de la Universidad de Vigo.
No se trata solo de las decenas de millones de euros movilizados en una comunidad que parecía ser incapaz de destinar más de un 0,9 % de su producto interior bruto a I+D+i. Se trata de captar la atención, de situarse en el mapa, y las más de 200 empresas de diferentes partes del mundo interesadas en Rozas son la prueba del éxito. Lo mismo que, a nivel interno, suponen la veintena de contratos ya firmados con las empresas y centros de conocimiento gallegos que colaboran con esta iniciativa.
Desde que Indra y Babcock fueron seleccionadas como socios tecnológicos e industriales del polo de UAVs o drones, se han desarrollado en las instalaciones lucenses 20 proyectos conjuntos para la fabricación de aviones no tripulados para uso civil, movilizando más de doce millones de euros. En total, 30 empresas y centros de conocimiento gallegos participan en su desarrollo.
Son tres los prototipos de la aeronave Lúa, un helicóptero remotamente tripulado de 25 Kilos que constituye el primer UAV especialmente diseñado para servicios nocturnos y que ya está disponible para cualquier servicio de emergencia; o del helicóptero Lumes, una versión del anterior pero de mayor tamaño y capacidad, con 150 kilogramos de peso, que se encuentra en proceso de certificación con la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA). Nadie mejor que Ángel Rodero, consejero de Babcock España, para explicar lo que están haciendo en el CIAR de Rozas.
En su última visita al aeródromo lucense, Rodero desgranaba el “ambicioso” proyecto común que los unió a la Xunta, una Civil UAVs Initiative donde “empresas y administración pública buscamos de manera conjunta la eficacia de los servicios públicos mediante UAVs, los comúnmente denominados drones”. Iniciativa posible gracias a la compra pública innovadora, “una excelente herramienta de colaboración donde tanto el sector público como el privado invierten juntos en un proyecto innovador asumiendo conjuntamente los riesgos, tal y como funciona la I+D en el mundo real”. Para Babcock cabe destacar la importante inversión privada de 75 millones de euros de un total de 115 acordados mediante un contrato de asociación público-privado. Un modelo que se está promoviendo a nivel europeo en los principales proyectos de innovación.
Primero como Inaer, ahora como Babcock, el compromiso de esta compañía con Galicia se extiende a lo largo de más de tres décadas en misiones críticas como salvamento marítimo, servicio de guardacostas, aduanas, servicios aéreos medicalizados y protección del medio ambiente -lucha antiincendios-, entre otras. “Si algo nos diferencia es que aportamos tecnología, eficiencia y excelentes profesionales para mejorar los servicios públicos”, explica su CEO.
En apenas seis meses, Babcock pasó de contar con 78 personas vinculadas al proyecto, 45 de ellas in situ en el polo tecnológico de Rozas, a los 170 empleados en las instalaciones, y en 2018 se superarán los doscientos profesionales trabajando en Galicia en el desarrollo de drones. Se han suscrito once contratos con empresas gallegas y otros nueve con centros de investigación, como el Instituto Tecnológico de Galicia (ITG) o Gradiant, y universidades, entre ellas la compostelana USC y la de Vigo.
Entre las nuevas infraestructuras y servicios destaca la próxima construcción de un hangar de 1.200 metros cuadrados, un proyecto ya definido, junto con la puesta en marcha de un Centro de Mantenimiento Aeronáutico para helicópteros que luchan contra el fuego; la creación de una oficina de Ingeniería para el diseño y la fabricación de drones; y la creación de una oficina técnica para la gestión del tráfico aéreo para aplicaciones civiles con UAVs. Una vez puestas en funcionamiento las instalaciones, Babcock también prevé firmar un convenio con el Ciclo Superior de FP como Técnico de Mantenimiento Aeronáutico, para contribuir a incrementar la formación especializada.
Paralelamente, en colaboración con la administración gallega y con empresas ubicadas en Galicia, Babcock desarrolla software de aplicaciones tanto para salvamento marítimo como para ordenación del territorio, gestión forestal y control de tráfico aéreo. Han creado Pildogalaica, empresa dedicada a la gestión del tráfico aéreo a baja cota.
Algunas de las aplicaciones, destaca Ángel Rodero, tienen ya disponibles las versiones pre-comerciales, como Einforex Fire Fighting o Einforex Fleet, desarrollados junto a colaboradores autóctonos como Coremain, Cinfo y Centum. Próximamante “presentaremos aplicaciones innovadoras para realizar inventarios forestales, ordenación del territorio o control de cultivos marinos”. Sus innovaciones pasan también por un sistema de monitorización y gestión de operaciones de control de flotas, así como algoritmos que optimicen el trabajo de los medios aéreos y una mayor seguridad de éstos en su labor junto a los terrestres en la lucha contra incendios
Las posibilidades de estas nuevas tecnologías son inmensas y, mientras se apoya a las empresas gallegas en la creación de productos de alto valor añadido, incrementando su competitividad a nivel internacional, Babcock, junto a sus socios Xunta e Indra, pretende, “mano a mano”, crear una vía “para que el Polo Tecnólogico sea un referente internacional en el diseño y creación de UAVs”.
Indra, por su parte, también trabaja en sus drones por aire, tierra y mar. El líder tecnológico avanza en su Targus, el mayor dron civil de fabricación española cuyo fin es ayudar en campos como la lucha contra incendios o la protección del medio marino. Ha validado el diseño del prototipo y su estación de tierra, y ya ha realizado las primeras verificaciones de funcionamiento de la aeronave en tierra. Indra tendrá su propio hangar y focaliza en Rozas toda su actividad de desarrollo de aeronaves no tripuladas (como el helicóptero no tripulado Pelícano o su mini UAV Mantis), así como del avión de vigilancia MRI P2006T, desarrollado a partir de la misma plataforma del Targus opcionalmente tripulado. Si lograse ventas por encima de la decena de unidades, se ofrece a montar una planta de ensamblaje en Rozas.
Indra también creó tres nuevas empresas especializadas, Gaerum, Seadron y Soarnor, que establecieron sus sedes en Galicia. En la etapa inicial se implicaron más de cuarenta profesionales. Entre sus socios fabriles, vía acuerdos comerciales, se encuentran Delta Vigo o Cablerías Auto, o el olívico centro tecnológico Gradiant, que innovará en telecomunicaciones. Indra también ha presentado su simulador de aeronaves no tripuladas.
El conselleiro de Economía, Emprego e Industria, Francisco Conde, celebraba que el proyecto Civil UAVs Initiative se convierta en pionero en el desarrollo de la navegación marítima remota en España. Lo hacía desde Vigo, donde junto al director general de Indra, José Manuel Pérez-Pujazón, se realizaron las primeras pruebas en el mar de su embarcación no tripulada (USV) en el entorno de las dos millas náuticas, rango de acción que se irá ampliando, así como el estudio de su operatividad en diferentes condiciones meteorológicas y con diferentes elementos a utilizar en operaciones de salvamento. El sistema podrá desplegar de forma autónoma un robot submarino.
Indra destaca que el proyecto contribuirá a situar a astilleros e industria auxiliar naval gallega en primera línea de este nuevo sector. El gran número de misiones que podrá cubrir, a su entender, representa su mejor garantía de éxito comercial. Apoyará labores de búsqueda, rescate, y salvamento marítimo; lucha contra incendios en el mar; vigilancia, mantenimiento de puertos, instalaciones offshore y parques eólicos marinos; vigilancia aduanera, de pesquerías y protección medioambiental; investigación oceanográfica; apoyo a las labores de acuicultura o control del patrimonio histórico.
En paralelo al trabajo con Indra y Babcock, y con el objetivo de conseguir más propuestas innovadoras para que el uso de ingenios no tripulados tenga un mayor impacto en los servicios públicos, se abrió también una convocatoria con el resultado de 80 consorcios o uniones temporales de empresas (UTES), formados por más de 150 firmas y centros tecnológicos que se presentaron a las ocho licitaciones publicadas por el momento.
Además, el polo de Rozas protagoniza la mayor apuesta de este tipo desarrollada por la comunidad, pues estará dotada con 24 millones de euros. Los ámbitos para los que se desarrollan propuestas van de la planificación urbanística al salvamento marítimo pasando por la seguridad de la flota pesquera, la calidad de las aguas o la gestión forestal.
Se han licitado ya cinco contratos por valor de 7,2 millones de euros que plantean la mejora de la gestión del catastro, optimizar el uso del agua y el suelo, aumentar la seguridad de la flota pesquera o predecir las mareas rojas utilizando vehículos no tripulados. Éstas se suman a las tres publicadas por la Axencia para a Modernización Tecnolóxica de Galicia (Amtega) dirigidas al control de la actividad del sector agrario, el procesamiento de información sobre parcelas de terreno y la gestión de información georreferenciada.
La apuesta por el polo de Rozas y la I+D+i que lo sustenta y que está generando a su alrededor continúa. El presupuesto de 2018 de la Xunta consigna, dentro de las cuentas de la Axencia Galega de Innovación (GAIN), nueve millones de euros que, entre otras acciones, permiten poner en marcha un programa de aceleración de proyectos aeroespaciales para que emprendedores de todo el mundo puedan validar sus soluciones y generar actividad económica. De nuevo, de la idea al mundo real, del papel, al cielo. La aceleradora, de nombre Business Factory Aeronautic, contará con la colaboración de Indra e Babcock y su objetivo inicial es apoyar a 15 startups. En el futuro incorporará un espacio de coworking y un vivero de empresas en las instalaciones del antiguo hospital de Lugo. Pese a las críticas de la oposción, que creen que se dedican recursos excesivos a los UAVs, los drones gallegos tienen vía libre para el despegue.