Fundación Blue Life (Ibiza Sostenible), Ayuntamiento de Ibiza, Fundación Banco Santander y CSIC – IMEDEA han dado comienzo al proyecto nacional Restaura Posidonia Ibiza, una iniciativa que tiene la misión de proteger y abordar de manera transversal los impactos que sufre en la actualidad esta planta marina declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Y es que la posidonia, una pradera submarina en el Mediterráneo, cuesta mucho de enraizar. El pasado mayo se presentó el proyecto con una recogida popular de frutos de esta planta en la playa de San Miquel, en Ibiza. Tras ello, las semillas recolectadas fueron a acuarios controlados, donde en condiciones idóneas han germinado y empezado a crecer sus primeras raíces y hojas verdes. “Hasta ahora, momento en que las plántulas han cogido suficiente consistencia para ser replantadas en el fondo marino”.
Jorge Terrados, investigador del CSIC-IMEDE, destaca la importancia de la filosofía de este proyecto: abordar la restauración de posidonia no desde un punto de vista profesional, sino desde el campo de la ciencia ciudadana, "colaboración de gente corriente que no está implicada en este tema”, resume.
“Es lo más importante en este proyecto, desde mi punto de vista, porque soy biólogo e investigador y llevamos años investigando en plantas marinas de posidonia y hemos encontrado metodologías exitosas para poder plantarlas en el medio marino, pero lo hemos hecho en escala pequeña. Este sería un ejemplo de cómo se podría llevar una restauración desde el punto de vista de la sociedad aunando intereses y capacidades de distintos elementos”.
La vida de la posidonia
La restauración de la posidonia, para Terrados, es complicada porque hay un problema fundamental: la disponibilidad de material para plantar. Así, la restauración se puede hacer con dos tipos de material: se puede plantar con esquejes, trozos de planta adulta que se colocan en el medio de la plantas, o con otras plantas pequeñas que se obtienen a partir de una semilla.
“Esta posidonia es una especie muy importante por las funciones que realiza en el ecosistema, los beneficios que obtenemos de ello, aunque también es una especie frágil que crece lentamente, que no florece todos los años, y no sabemos muy bien que es lo que controla la floración en condiciones naturales”, explica. De hecho, con los últimos datos que tienen parece ser que, con veranos muy cálidos, en el otoño aumenta la floración, algo que se toma como una respuesta de estrés en las plantas -si están estresadas, se extinguen para escapar a un sitio que sea más favorable-.
“Esa floración también se poliniza, porque aunque sea una planta acuática es igual que una terrestre: el polen se dispersa por el agua, mismos tiempos y demás. Su fruto, la oliva de mar, se va dispersando, flota y una facción de estos llegan a las playas. Cuando llegan, si no se recogen rápido, en 24 horas se secan y mueren. Es una parte de la producción sexual de la planta que se pierde”, ilustra el investigador.
Después, una cantidad de frutos se abren cuando están flotando y dejan caer la semilla, que es más densa que el fruto, más densa que el agua de mar, haciendo que la semilla caiga al fondo y siga moviéndose hasta que llegue a un sitio donde pueda enraizar. Cabe recordar que es un proceso azaroso y, aunque no se saben datos muy concretos de cuál es el éxito de este proceso, de estas semillas que salen adelante, se presume que es muy bajo.
“Nosotros lo que hacemos es utilizar esa fuente de material para restaurar, para plantar posidonia. Hemos tenido trabajos de investigación previos donde hemos aprendido cómo manejar este material, cómo plantarlo y, con las experiencias que tenemos, nos da valores de superviviencia del 50% de lo que hemos plantado, que es mucho si se compara, por ejemplo, con reforestación en medio terrestre”.
Sobre el futuro
Eso es lo que van a hacer este año, que, según Terrados, ha sido de mucha floración, ya que ha recogido muchos frutos y el equipo ha conseguido colectar un gran número de semillas. Semillas que ahora, pasados dos o tres meses desde su recolección, han alcanzado un tamaño mínimo que permite poderlas plantar en el medio marino.
“Es decir, tienen un número y un tamaño de las raíces y un número de hojas, en el que sabemos si una plántula, que es la planta de posidonia pequeña, la ponemos en un fondo marino adecuado, es capaz de enraizar y crecer, pero crecerá al ritmo lento característico de la posidonia oceánica. Eso es un poco lo que hemos hecho estos días, organizando esta plantación”, afirma.