Estimar en tiempo real la intensidad sísmica en cualquier punto del territorio a partir del conocimiento de la magnitud de un terremoto y de las características de su localización. Es el objetivo de la ecuación desarrollada por el Grupo investigación Geovisualización, Espacios Singulares y Patrimonio de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) que ha obtenido, además, resultados inesperados en su aplicación al territorio peninsular. Su desarrollo se ha basado en un análisis de las series de datos históricos y actuales y de los datos registrados en encuestas a través de internet.
“Predecir con éxito la intensidad de un terremoto y los desperfectos que puede ocasionar es uno de los grandes desafíos a los que nos enfrentamos desde el punto de vista de la sismología en la Protección Civil”, explica Juan Rueda. El investigador de la ETSI en Topografía, Geodesia y Cartografía de la UPM es uno de los autores de este trabajo. Rueda detalla a Innovaspain que, aunque el manejo de estas ecuaciones es habitual, la progresiva incorporación de datos nuevos hace que evolucionen. “Podemos afirmar que son un elemento fundamental a la hora de calcular la peligrosidad sísmica”.
Y es que la sismología aún no ha podido determinar con exactitud y en tiempo real cuándo se va a producir un seísmo. Tampoco la intensidad del mismo ni los daños que provocará. Los investigadores han estudiado un total de 5.512 terremotos y efectuado 37.682 observaciones de intensidad sísmica. Para ello han analizado los datos disponibles hasta la fecha sobre los sismos registrados en la Península Ibérica tanto a nivel de bibliografía, como de hemeroteca y redes. “La ecuación nos permite tener más precisión en las predicciones y los posibles daños en cada una de las zonas de la península”.
Manejar los datos
“El primer paso de nuestro trabajo fue formar una base de datos de intensidad de sismos sentidos en el territorio peninsular, caracterizados por su magnitud momento. Después, avanzamos en la regionalización de dichos terremotos en función del área tectónica en la que se producen. Esto nos permitió obtener una relación para los sismos de toda la península y una para cada una de las tres zonas tectónicas”, explica Rosa María García Blanco, otra de las investigadoras de la UPM participantes en el estudio. “Hemos tenido que manejar cientos de miles de datos, muchos de ellos poco objetivos ya que tienen su origen en lo que siente o cree que ha sentido una persona ante un seísmo”, añade Rueda.
La última fase consistió en analizar los resultados que podían suponer un avance en el conocimiento de la propagación de las ondas sísmicas, algo que cobra especial interés en la ingeniería sísmica dado que permite avanzar en el reto de la predicción.
Resultados inesperados
Como consecuencia del análisis de los datos, los investigadores han obtenido algunos resultados inesperados. La propagación de las ondas sísmicas por el territorio español no responde a lo que se espera de la transmisión de dichas ondas, sino que experimenta una serie de variaciones en el rango de observación de 80-120 km de distancia, en el que se comportan de forma anómala.
“A estas distancias se produce un efecto amplificador, debido a una reflexión en la superficie de Mohorovic, que se traduce en una estabilización de la amplitud en ese rango de distancias y el consiguiente mantenimiento de la intensidad sísmica. Este fenómeno nunca había sido observado antes en España”, añade el investigador de la UPM.
Un gran terremoto en España
“El riesgo siempre esta ahí”, afirma Juan Rueda. España está en la zona de ‘contacto’ entre las placas tectónicas africana y euroasiática. “Hay más probabilidades de que se produzca un terremoto en el sur de la península. Eso no quiere decir que zonas del interior, Galicia o el Pirineo estén exentas.
El último gran terremoto que afectó a la Península Ibérica tuvo lugar en 1755. Arrasó Portugal y dejó muchos muertos en la costa andaluza. Tuvo su epicentro al sudoeste del Cabo de San Vicente. “El problema es saber cuándo se producirá. Si llega, lo normal es que lo haga en forma de tsunami. Lo bueno es que irá precedido de un terremoto y España cuenta con redes de alerta temprana que nos ayudarían a prepararnos. El peligro existe, pero hoy el conocimiento es mucho mayor”.