Confieso que me sorprendió la polémica por el cambio de los nombres de los Premios Nacionales de la Innovación. Personalmente, juzgaba que entraba en la lógica derivada del cambio de nombres para ajustar más a la realidad de hoy y el próximo futuro unos premios tan relevantes. No me parecía tan importante el mantenimiento de tan ilustres nombres como recordarles con más frecuencia de la que se hace.
Si el problema solo fuera el que los nombres figuren en los Premios estaríamos a los niveles de otros países a los que envidiamos. El problema está en la educación y en la presencia en la sociedad de ellos. Por unas cosas y por otras, la capacidad de olvidar a los mejores es grande en España. No acertamos a relacionar de forma adecuada el impacto que causaron obras españolas con el desarrollo del conocimiento a nivel mundial.
Estas barreras se destruyen hablando de ellos, sacando a la luz con frecuencia las grandes obras que algunas personas hicieron y ha permanecido en el olvido. La pandemia nos ha facilitado los nombres de Balmis y Zendal y, la tragedia, el nombre de Ángeles Alvariño, porque lo lleva un barco dedicado a la investigación del mar. Sus nombres han estado en las portadas de los diarios por temas relacionados con tragedias pero no por ser el aniversario de su nacimiento o su muerte, o la publicación o descubrimiento de algo. Eso daría pie a la repetición.
Yo mismo he sido testigo del desprecio a personajes brillantes por sus ideas, y eso es malo, porque crea corrientes de ida y vuelta. Un investigador, un artista, un científico o un descubridor sobresale por ser, precisamente, eso y es absurdo juzgar a las personas y sus actos con la mentalidad de 400 años después. Cualquier actividad humana tiene efectos, y son pocos los que sobresalen.
Difundir sus descubrimientos y sus trabajos de investigación no es tarea de un día; es tarea de todos los días y animar a la curiosidad de conocer a nuestros antepasados. En España sabemos más de Nelson que de Jorge Juan, y ambos estaban relacionados con la navegación. La diferencia entre los dos marinos es que uno era militar y el español ingeniero naval; pero no un ingeniero naval cualquiera, fue un ingeniero que transformó la marina, el que demostró que la Tierra estaba achatada por los polos y un sinfín de cosas de primera magnitud que han tenido un efecto multiplicador en la cultura y en la ciencia.
El mejor homenaje que se le puede rendir no es el de poner su nombre a un Premio, sino el de que sea recordado día tras día por multitud de temas. No hace muchos meses, abrías los principales periódicos del mundo y había referencias a Santiago Ramón y Cajal, salvo en los españoles. Aquí el mundo de las malas noticias hace su agosto. Por mi tendencia a preguntar, en estos días he preguntado por personajes que dan nombre a los Premios Nacional de Innovación. La gran mayoría no sabían que existían esos premios y muchos quién eran los personajes. Por cierto, en estos días va a hacer 248 años que falleció Jorge Juan. Dentro de dos años va a ser el 250 aniversario de su fallecimiento. Esperemos que se prepare adecuadamente.