Por Florencia Lopez Boo y Andrea Proaño Calderon – Esta columna fue publicada originalmente en el blog Gente Saludable del BID
Aún si no lo sabes, la probabilidad de que al menos una mujer que conoces haya sido violentada en su vida es alta. Doce mujeres mueren cada día en América Latina y el Caribe por ser eso: mujeres. Las cifras no dan tregua y las historias diarias nos lo prueban. Por eso cada año luchamos por generar consciencia sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, una realidad que desgraciadamente está mucho más extendida de lo que nos gustaría admitir.
A nivel mundial, se estima que el 30 % de las mujeres han padecido violencia física y/o sexual por parte de su pareja. Para la región la cifra es del 29.8 %. Pero esto, lejos de doblegarnos, debe reafirmarnos en nuestro compromiso por buscar soluciones innovadoras para abordar este histórico problema.
Tenemos una deuda con nuestra capacidad de respuesta
Muchas campañas se han realizado para intentar combatir esta plaga mundial. Pero hace falta enfatizar la respuesta que podemos brindar a las víctimas y sobrevivientes de la violencia por parte de una pareja. Esto es especialmente relevante para los formuladores de políticas y los prestadores de servicios, quienes pueden hacer toda la diferencia en que una mujer pueda sobreponerse a una experiencia traumática y reconstruir, aunque sea de a poco, su bienestar y sentido de seguridad. Si al acudir a un servicio para solicitar ayuda por primera vez la experiencia es negativa, el curso futuro y la percepción de confianza de esa persona hacia servicios formales de apoyo puede verse seriamente afectada.
En este sentido, los servicios de salud están estratégicamente posicionados para responder a una mujer que enfrenta una situación de violencia en el hogar, por la frecuencia con que ellas acuden o reciben servicios sanitarios. Por ejemplo, los controles prenatales y chequeos médicos de los niños, los servicios de urgencia y los de atención primaria pueden ser momentos idóneos para identificar potenciales casos de violencia contra las mujeres y las niñas. Sin embargo, en la práctica no existen—o son escasas— las políticas y protocolos claros para brindar atención efectiva y centrada en la víctima de violencia. Aparte de estas 11 recomendaciones de buenas prácticas que puede adoptar e implementar el sector salud para fortalecer la capacidad de respuesta, ¿cómo podemos fortalecer la atención a las víctimas?
El rol de las ciencias del comportamiento
Las ciencias del comportamiento buscan explorar y comprender el comportamiento humano y la manera en que las personas tomamos decisiones para orientar y diseñar mejores políticas públicas y sociales. Una nueva publicación del Banco Interamericano de Desarrollo y el Behavioural Insights Team (BIT) explora las barreras en el comportamiento de los prestadores de servicios y las sobrevivientes en el transcurso de la atención, y propone intervenciones para afrontarlas.
Estos son algunos ejemplos concretos para los servicios de atención de salud:
- Garantizar la confidencialidad de la información, un tema clave para que una víctima de violencia se anime a buscar ayuda y reportar su caso.
- Enfatizar la importancia de la capacitación y el entrenamiento continuo a los trabajadores de la salud, para que adquieran herramientas efectivas en la detección y la atención brindada.
- Incorporar y emplear un modelo integral de atención psicológica, social, legal y médica para salvaguardar el bienestar y la salud mental de las sobrevivientes.
Soluciones eficientes, sostenibles y creativas
Aplicar las ciencias del comportamiento a la respuesta del sector salud en la atención a las víctimas de violencia es una tarea sencilla y realista de llevar a cabo. No requiere de enormes sumas de dinero ni esfuerzos complejos para instalarse en los protocolos diarios de los trabajadores de salud y los proveedores de servicios. Es crítico lograr un cambio de actitud que elimine los estigmas y prejuicios que impiden una atención cálida y profesional en estos casos.
Además, en conjunto, estas acciones lograrían impactar sobre la manera en que las mujeres se acercan a estos servicios, permitiendo un diagnóstico temprano y de calidad y, potencialmente, facilitando la prevención e interrupción de estos círculos de violencia. Asimismo, las intervenciones vinculadas al comportamiento de todos los involucrados pueden lograr el ambicioso, pero crítico objetivo final: llegar a quienes perpetúan la violencia para finalmente erradicarla.
Y lo mejor de todo: este enfoque puede aplicarse desde múltiples ámbitos más allá de la salud y la salud mental, incluyendo las líneas telefónicas de ayuda y hasta el rol de familiares y amigos. Así que… ¡infórmate y equípate con las herramientas para proteger a las mujeres en tu vida!