Por Carolina González-Velosa - Esta columna fue publicada originalmente en el blog Factor Trabajo del BID.
Que la productividad laboral en América Latina y el Caribe es mucho menos dinámica que la de otras regiones en el mundo no es ninguna noticia, como atestiguan múltiples investigaciones. Pero una reciente publicación del BID (Grazzi y Pietrobelli, eds. 2016) ha puesto de relieve nuevos aspectos tan relevantes como preocupantes sobre este problema, que no sólo afecta el potencial de crecimiento sino también las metas de equidad en la región. Uno de los puntos más alarmantes es constatar que, además de un diferencial creciente en la productividad de LAC respecto a otras regiones del mundo, hay también una creciente brecha en los niveles de productividad entre empresas al interior de cada país. Veamos por qué.
En efecto, el ritmo de crecimiento en la productividad agregada en la región es decepcionante. Mientras en los años 60 la productividad en la región era el 50% de la de Estados Unidos, en 2010 había caído a sólo el 33%. Esto contrasta con los países del Asia del Este, que en los 60 tenían un nivel de productividad similar al de LAC, pero han ido convergiendo hasta alcanzar el 64% del de Estados Unidos. La gravedad de este escenario es aún mayor dadas las perspectivas de desaceleración que enfrenta la región ya que, como se ha discutido anteriormente en este blog, el lento crecimiento de la productividad afecta el potencial de crecimiento el largo plazo.
La nueva publicación del BID, a diferencia de estudios anteriores que analizan la productividad desde el punto de vista agregado, ha abordado el tema con base en información micro, de encuestas empresariales. Este enfoque permite documentar la enorme heterogeneidad en la región, donde coexisten firmas de altísima y bajísima productividad. Esta dispersión queda clara cuando comparamos la productividad de las firmas que están en el percentil 90 (más productivas) y las que están en el percentil 10 (menos productivas). En ALC, las firmas del percentil 90 tienen una productividad 10 veces mayor que las del percentil 10. En contraste, en Estados Unidos, esta diferencia en productividad es sólo del doble, y en países como India y China la diferencia es de cinco a uno.
Surge entonces la pregunta de por qué unas firmas de la región tienen un desempeño tan superior a otras. El libro desarrolla este punto desde distintos ángulos, y en este blog nos enfocamos en dos resultados que dan algunas luces.
1. Gran heterogeneidad en los retornos a la inversión en capital humano
De acuerdo con este hallazgo, documentado en el capítulo 5 por C. González-Velosa, D. Rosas y R. Flores, al invertir en la formación de sus trabajadores, las firmas más grandes y productivas obtienen más ganancias en productividad que las firmas pequeñas. Este resultado apuntaría a la importancia de insumos complementarios que permiten obtener más réditos de la capacitación y que están presentes en las firmas más grandes, como es el caso de mejores prácticas de manejo de recurso humano o la existencia de mercados de trabajo internos. Se crea así una especie de círculo virtuoso para las firmas más grandes y productivas, que pueden mejorar su desempeño más fácilmente que las pequeñas al obtener mayores retornos por cada recurso invertido en formación.
2. Heterogeneidad en los retornos a la inversión en innovación
Como documenta el capítulo 2 por G. Crespi, E. Tacsir y F. Vargas, este círculo virtuoso se extendería también al ámbito de la innovación. Los autores muestran que existe también heterogeneidad en los retornos a la inversión en innovación, de tal modo que las firmas más productivas obtienen más ganancias en productividad por cada innovación. Este resultado podría estar reflejando problemas de apropiabilidad en las firmas menos productivas, que no logran capturar todas las rentas de las innovaciones pues éstas son rápidamente imitadas por las firmas competidoras. También podría estar reflejando la falta de activos complementarios que hacen que las innovaciones sean más rentables.
Es así como estaríamos ante un escenario en el que no sólo hay una enorme dispersión en el desempeño de las firmas, sino que hay factores que amplifican esta dispersión. La brecha en productividad se retroalimentaría constantemente en la medida en que las firmas que son más grandes y productivas y que, por tanto, tienen más oportunidades de invertir, obtienen mayores ganancias por su inversión. Esto perpetúa un doble equilibrio en la economía, en el que, por un lado, las firmas productivas progresan más gracias a inversiones mayores y más rentables y, por otro, las empresas de peor desempeño enfrentan mayores retos para crecer.
Claramente, esta dualidad se traduce en una fragmentación en el mercado de trabajo donde, de un lado, están los trabajadores del sector más productivo, con mejores empleos, salarios estables y protección social, y, de otro lado, están los trabajadores de menor productividad que, por tanto, no tienen acceso a estos beneficios. Así, eliminar las restricciones que limitan el desempeño de una buena parte del aparato productivo no sólo es esencial para acelerar el crecimiento de nuestras economías. También es imprescindible si buscamos mayor prosperidad social y equidad en la región.