Libera detectará microplásticos en ecosistemas acuáticos

El proyecto Libera quiere elaborar un protocolo de muestreo, detección, análisis e interpretación de microplásticos para mejorar nuestro planeta
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Los microplásticos –término muy conocido por convertirse en la palabra del año 2018 por la Fundación Fundeu BBVA–, son muy difíciles de detectar. Este problema global que afecta a todos los ecosistemas acuáticos, con especial importancia en los ríos, tiene que parar. Y la sociedad necesita concienciarse sobre los problemas que causan a nuestro planeta y a especies como el propio ser humano. De ahí que el Proyecto Libera haya impulsado la primera iniciativa para elaborar un protocolo de muestreo, detección, análisis e interpretación de estos.

Este proyecto sobre los microplásticos, –“aquellos elementos sólidos de un tamaño menor de cinco milímetros que contaminan nuestro planeta, y en este caso, nuestros ríos”–, elaborará una propuesta metodológica para que técnicos, investigadores, entidades sociales o redes de seguimiento pongan en marcha o integren esta variable en sus proyectos. 

Para ello, harán un estudio, desarrollado por la Asociación Hombre y Territorio (HyT), centrado en estudiar elementos contaminantes, concretamente de analizar por investigadores del CSIC la presencia de fitosanitarios, metales pesados, derivados de plástico y medicamentos  en 140 Áreas Importantes para la Conservación de las Aves y la Biodiversidad. Así, según Libera, realizará “una serie de muestreos y ensayos en diferentes ríos y arroyos, fuera y dentro de algunas de estas Áreas Importantes. En ellos se tomarán muestras de agua, además de información de diferentes variables ambientales y se realizarán muestreos con una plataforma generada por Vertidos cero y Paisaje Limpio”.

La “importancia” de los microplásticos en nuestros ecosistemas

Según SEO/Birdlife y Ecombes, promotores de Libera, hay que diferenciar los microplásticos entre los denominados primarios, que desde su generación industrial presentan ese tamaño, y secundarios, aquellos que derivan de fragmentos mayores que se han disgregado por diversos motivos (rotura, degradación, descomposición). 

“Los dos tipos –aseguran– son lamentablemente abundantes en los ecosistemas acuáticos terrestres: los primeros derivan en buena parte de una multitud de productos de la vida diaria, así como de la industrial y agrícola, que se llegan a los ríos y embalses a través de las redes de desagüe y canalización o por arrastre de las lluvias y que acaban en el mar; los secundarios, a través del littering o abandono de residuos en el medio natural”.

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