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Quinta San Francisco, un alojamiento único en pleno Camino de Santiago

Juan F. Calero

Visitamos el hotel ubicado en la población burgalesa de Castrojeriz. Su propuesta aúna descanso, gastronomía y disfrute a partes iguales. “Innovar también es regresar a las cosas bien hechas”

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CASTROJERIZ. Castrojeriz (Burgos) pasa el invierno aparentemente aletargado por el frío castellano. Cuando el buen tiempo se asienta y los días se alargan, los peregrinos empiezan a pasar rumbo a Santiago de forma constante por una localidad cuya población estable no rebasa los 800 habitantes y que en verano multiplica exponencialmente su actividad. Castrojeriz creció al calor del camino. Así lo demuestran la Iglesia de San Juan, el Convento de Santa Clara o las Ruinas de San Antón. Hoy, el pueblo mantiene intacto su estatus como protagonista de una de esas etapas indiscutibles de la ruta, en las profundidades de Castilla.

Desde su nacimiento, el Camino de Santiago es también un motor económico que, con el correr de los siglos, no ha hecho más que perfeccionarse. “Detectamos que existía un perfil de peregrino, normalmente extranjero, que buscaba un alojamiento diferente al habitual. Ahí entramos nosotros”, explica a Innovaspain Leandro Aguirreche Schaafsma, director del hotel Quinta San Francisco, a las puertas de Castrojeriz.

El hotel abrió en septiembre de 2021, dentro del amplio terreno que ocupó una gran casona de caza (la zona es famosa por la caza de perdiz roja). El nombre procede del convento franciscano del siglo XIV anexo a la finca, abandonado tras la desamortización de Mendizábal. “Es una quinta como las que salpican la Baja California, de ahí que la estructura no sorprenda a muchos de los norteamericanos que recibimos”, añade Aguirreche.

El principio

Quinta San Francisco fue idea de uno de sus cuñados, que haciendo el camino pensó en un proyecto para el que hubiera mercado, del estilo hotel con encanto. “Al final nos decantamos por algo más grande -21 habitaciones-. Ni él ni yo teníamos experiencia en el sector, pero sí en la empresa. Su visión ingenieril, rigurosa y ordenada, ayudó mucho al resultado final”. Los arquitectos respetaron el exterior de la casa, pero el interior fue remodelado por completo, prestando especial cuidado a los aislamientos térmicos y acústicos, a la nobleza de los materiales y a la comodidad.

“Después de 14 etapas, los peregrinos llegan castigados. Les proponemos que se alojen un par de días con nosotros, pasen la ‘ITV’ y continúen. Detalles como un buen caudal de agua en la ducha son muy bien valorados”. En Quinta de San Francisco no hay televisión, pero sí una amplia biblioteca tanto en el amplio salón con chimenea que domina las zonas comunes, como en las habitaciones. Piedra, madera; un minimalismo bien entendido, ropa de cama que huele a limpio… el hotel transpira calma. La guinda del pastel es un espacio wellness con sauna, baño turco, camas calientes y masajes a la carta.

Paz y bien

No les gusta definirse como eco-hotel, pero la sostenibilidad es asumida de forma natural. La maquinaria que gestiona ‘las tripas’ del edificio es de última generación y disponen de una planta solar. Los frutales del jardín producen cerezas, membrillo, peras, manzanas… El queso que ofrecen procede del único rebajo de ovejas que queda en la zona. Cuentan con un huerto propio y en los jardines abundan las plantas locales con una función estética, pero también práctica, ya que la lavanda ahuyenta a los mosquitos. “La finca es muy frondosa y obtenemos el agua de pozos centenarios. Dicen que aquí tuvo sus huertas Pedro I El Cruel”.

“Nos movemos bajo un lema: paz y bien”, afirma Leandro Aguirreche. Así las cosas, asegura que, por ahora, las críticas y el feed back que están recibiendo “no pueden ser más favorables”. “El efecto llamada es brutal porque no hay mejor juez que el cliente”, añade. Al margen del peregrino internacional que hace el Camino de Santiago completo, han comprobado que asiduamente llegan a la quinta clientes que escapan de la ciudad para pasar el fin de semana. “La pandemia nos cambió el chip a todos. Buscamos lugares donde estar a gusto, en la naturaleza y no muy concurridos”.   

La nueva temporada arranca el próximo 27 de febrero (reservas abiertas aquí), cuando Quinta San Francisco reabre sus puertas. “Las previsiones para los próximos meses son realmente buenas”, asegura Aguirreche. “Las reservas crecen pese a que sabemos que el nuestro es un ‘producto’ exclusivo si lo comparamos con la media habitual del Camino de Santiago, pero nunca prohibitivo. En realidad, no buscamos competir con lo que existe alrededor. Nos dirigimos a un perfil que, de otro modo, quizá no pasarían la noche en Castrojeriz. Somos una figura complementaria en la zona”.     

Sentirse en casa

La gastronomía es otro pilar de Quinta San Francisco. Con Josefa a los mandos de la cocina, los clientes pueden disfrutar de productos km 0 y naturales, cocinados con mimo, y de una amplia bodega dentro un menú que no rebasa los 35 euros. “Parece mentira que innovar consista en regresar a aquellas cosas que, por deterioro o abandono, hemos defenestrado pensando que todo lo nuevo es mejor. La gastronomía es un ejemplo claro. He visto las mejores caras de satisfacción en los clientes comiendo unos huevos con patatas y morcilla. Recuerdo a un coreano que llamó a todos sus amigos y familiares para contarles lo rico que estaba el lechazo que le preparamos. Algunas de las recetas que ofrecemos son milenarias. Historia de la cultura española como las sopas de ajo. Son sabores perdidos entre los recuerdos infantiles que al ser recuperados emocionan”.

Pero, más que innovar, Aguirreche cuenta que la idea del hotel es ofrecer cosas que se salen de lo común en hotelería. “Que la tranquilidad beneficia es una evidencia milenaria a la que no hacemos mucho caso en la vorágine de nuestras vidas. Hemos decidido romper dinámica y tendencias desde la calma”.

Con todo, Quinta San Francisco es un hotel que incorpora las ventajas del siglo XXI –“sería absurdo no aprovecharlas”- en una propuesta en el fondo muy clásica y poco intrusiva, donde es importante ser observadores, pero no pesados. “La gente entra y al rato afirma sentirse como en casa. Eso es confort. Fluir, conectar con uno mismo… lejos de lo que algunos puedan pensar, aquí es muy difícil aburrirse. No es un hotel al uso, ni un spa, ni un albergue de peregrinos. Somos otra cosa difícil de definir y lo que nos mueve es acoger a todo el que llega de la mejor manera posible. Nos podemos equivocar, pero lo haremos desde la honestidad y la autenticidad.

Diversificar oferta

En esta aventura, Leandro Aguirreche está acompañado por un equipo de trabajo conformado por personal local. “Intentamos ser una oficina sin estrés. Vivimos picos de trabajo, como es lógico, pero todos estamos preparados para esos momentos puntuales y para las semanas en las que la actividad baja drásticamente”. Además de director, Leandro Aguirreche no se escaquea de hacer turnos en la recepción o de servir cenas si hace falta. “La mejor manera de valorar lo que hace la gente, es hacerlo tú. Así es más sencillo conocer el alcance real de las decisiones que tomo”.

El siguiente paso de Quinta San Francisco pasará por diversificar su oferta. Reciben propuestas para acoger eventos gastronómicos, retiros de yoga, encuentros culturales (recientemente Muñoz Molina organizó una escapada con lectores para debatir en torno a su último libro). “La finca es lo bastante grande como para instalar una carpa sin que nuevas actividades interfieran con el funcionamiento habitual del hotel”.

Aguirreche admite que ya han recibido propuestas, más o menos formales, para replicar el modelo en otros enclaves del Camino de Santiago. “No es fácil, y por ahora no nos lo planteamos. Este lugar es único. Sabemos que vamos a seguir creciendo, es cuestión de tiempo. De momento, invitamos a todo el que quiera a dejarse sorprender”.