En su acompañamiento a las empresas hacia un nuevo (y obligado) escenario, Dríade Soluciones Medioambientales aplica altas dosis de realismo. La situación así lo exige. Raquel Iglesias, directora general de la consultora explica a este periódico que el momento es crucial, pero también “de mucha confusión” entre las empresas. Dríade ayuda a integrar los valores medioambientales en la estrategia corporativa, pero no a cualquier precio.
En los últimos años, los servicios a medida de la compañía han ganado peso de manera progresiva. “Nos caracteriza nuestra capacidad de adaptación”, apunta Iglesias. Dríade ofrece formación en sostenibilidad, organización de eventos, análisis de ciclo de vida, ecodiseño, comunicación o marketing. Actualmente, la joya de la corona en la consultora es la certificación y el sello de reciclabilidad real de envases.
Reciclabilidad real de envases
“Realizamos pruebas con envases en plantas de clasificación, y los sometemos a procesos auténticos de reciclado. Es así como verificamos su reciclabilidad real, detectamos posibles interferencias y ofrecemos opciones de mejora”. En este trabajo, Dríade cuenta con el apoyo científico y la revisión crítica de la Cátedra UNESCO de Ciclo de Vida y Cambio Climático ESCI-UPF, la auditoría de SGS y el aval del Gremi de Recuperació de Catalunya, integrado por más de 300 recuperadores y recicladores.
“En la certificación, además de explicar detalladamente los procesos de recogida, selección y reciclado de los envases, ofrecemos pautas de mejora para alcanzar la máxima reciclabilidad posible”. Raquel Iglesias añade que Dríade prevé ampliar esta evaluación, certificado y sello a otros productos, como los complejos residuos textiles.
“En sostenibilidad, primero hay que trabajar y, después, comunicar”
La experta no oculta que, en su propio sector, hay que separar el grano de la paja. “Algunas consultoras están creciendo muy rápido; otras, como Dríade, esperamos que por fin se tomen medidas reales”. Iglesias afirma que, frente a la tendencia imperante, en materia de sostenibilidad, primero hay que trabajar y después comunicar. “La sostenibilidad se ha convertido en una estrategia de ventas revestida en ocasiones de poco rigor”.
A las puertas de la consultora llaman cada día empresas solicitando información sobre la certificación de reciclabilidad. “La mayoría no pretende conocer y mejorar la reciclabilidad real. Lo habitual es que busquen certificar sus envases como 100 % reciclables. Cuando exponemos la realidad, buscan otras entidades dispuestas a hacerlo en base a sus pretensiones, incluso después de saber que su envase no es reciclado en España”.
A su juicio, esta situación perjudica a aquellas empresas que sí tienen la sostenibilidad bien posicionada en sus estrategias de gestión. “Las empresas de verdad transparentes con sus clientes se enfrentan a una competencia propensa a lanzar mensajes inciertos relacionados con altos índices de reciclabilidad. La imagen que percibe el consumidor de estas marcas es irreal. Nuestra lucha es esa. Y estamos orgullosos de que los clientes de Dríade, a pesar de todo, luchen por alcanzar una verdadera sostenibilidad; empresas que tienen la sostenibilidad en su motor. Nuestro espíritu es absolutamente colaborativo, así que su éxito es también el nuestro”. Recientemente, la empresa de bebidas Ocean 52, dirigida por Santi Mier, obtuvo la certificación B-Corp gracias en parte a contar con los servicios de Dríade.
Ciudadanos exigentes
A escala ciudadana, la percepción de Iglesias es que el creciente interés en estas materias ha desencadenado un aumento de productos y servicios autodenominados como sostenibles. “El problema es la falta de información real o la sobreinformación”. La responsable de Dríade apunta que, en ese aparente viraje hacia mejores praxis, las empresas pueden provocar el efecto contrario sobre el medioambiente. “Un ejemplo es el cambio de las botellas de agua de plástico por envases multimaterial. A la vista del consumidor, pueden parecer más sostenibles, pero su reciclabilidad real es muy baja”.
Al otro lado hay motivos para el optimismo. “Los ciudadanos exigen y las nuevas generaciones, cada vez más críticas, empujan al mercado y crean sus propias empresas innovadoras en sostenibilidad”.
Administraciones públicas: un apoyo imprescindible carente de la ambición necesaria
Preguntamos a la experta por las medidas adoptadas por Teresa Ribera al frente del Ministerio de Transición Ecológica y el Reto Demográfico, como la Ley de Residuos y Suelos Contaminados. “Se ha dado un paso importante y necesario, pero insuficiente y poco ambicioso. Hace 10 años hablaríamos de un gran punto de partida, pero a día de hoy nos encontramos ante una emergencia climática”.
“Teníamos grandes esperanzas -añade Raquel Iglesias-, pero una vez revisado el texto, detectamos importantes carencias. Muchas cosas relevantes quedan a expensas de un Real Decreto. No hay ninguna mención a la reciclabilidad real. A diferencia de otras normativas, como la balear, es bastante tibia”.
En Dríade confían en que la futura Ley de Envases cubra estos déficits. “El planeta requiere medidas efectivas, y algunas no serán del gusto de todos. El malestar de unos pocos puede suponer beneficios globales. Pero por mucho que los ciudadanos y las pequeñas empresas intentemos alcanzar estos objetivos, sin el apoyo legislativo y ejemplas de las administraciones públicas, nuestra lucha será en vano. Ellas tienen realmente el poder de cambio hacia un mundo más sostenible”.
Europa
Si en España las cosas son muy mejorables, en Europa también queda mucho por hacer. “Es esencial armonizar los criterios de medición de reciclabilidad en todos los países de la UE. Llegamos tarde como para tomar medidas livianas. Urge actuar sobre la información que se incluye en los envases. No se puede jugar así con el consumidor. Es preciso exigir que los datos expuestos por las marcar sean rigurosos. En primer lugar, para cambiar las cosas, todos los envases deberían pasar esta misma evaluación y certificación”.
En Dríade abogan por una eco-modulación justa aplicada al total de envases y materiales; que cada marca ‘pague’ una tasa de punto verde en función de su reciclabilidad real. “Además, convendría incluir una RAP, es decir, hacerse realmente cargo del residuo generado, y una mayor transparencia en los SCRAPs”, concluye Raquel Iglesias.