2021 fue el primer año en el que la industria ganó peso en el PIB español desde 2008. “Es una buena señal. La industria salió de la pandemia con síntomas de robustez y competitividad”. Raül Blanco, Secretario General de Industria y PYME señalaba los que, a su juicio, son otros dos datos que invitan al optimismo. Por un lado, las exportaciones sumaron el pasado año 316.000 millones de euros, el máximo de la serie histórica, un 9 % más que en 2019. “Además, el empleo recuperó niveles previos a la pandemia en la industria. En el conjunto de actividades, la Seguridad Social supera los 20 millones de afiliados”.
El responsable público participó ayer en Madrid en el ciclo de encuentros de los Programas de Liderazgo Público y Corporativo en Emprendimiento e Innovación (PLPE y PLCE) de Deusto Business School e ICADE Business School. Blanco no ocultaba su satisfacción por los avances logrados en un momento muy complejo para España y para Europa. Sin embargo, recordaba que, entre las señales positivas, no podemos obviar la presencia de indicadores que siembran incertidumbre.
Precauciones y medidas
“Asistimos a la falta de suministros (con los semiconductores a la cabeza), a incrementos en los precios de la energía y de las materias primas…”. Las dudas han crecido tras estallar el conflicto en Ucrania. “Los indicadores positivos están ahí, pero conviene ser prudentes en las previsiones”. A diferencia de la pandemia, donde los sectores más afectados tuvieron que ver con la movilidad, los servicios o el turismo, Blanco señalaba que la actual zozobra geopolítica golpea más duramente a la industria.
De los 70.000 millones recibidos por España desde los fondos NextGeneration para el primer tramo de aplicación de ayudas (2021-20123), 7.000 van dirigidos a la industria y la PYME. “Nunca tuvimos este presupuesto ni esta estabilidad”, aseguraba Blanco. “Nos proporciona un horizonte de trabajo que va más allá de un año, el margen tradicional en la mecánica presupuestaria estatal, marcada por cada ejercicio”.
Tener un plan
La columna vertebral para llevar a buen puerto está inyección vital es el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia. “Se está desplegando con una óptica no sólo de recuperación pospandémica, sino con afán transformador. Considera retos y desafíos de la industria y atiende a cómo nos conectamos con la industria europea”. En este sentido, Raül Blanco admitía que los PERTE españoles están inspirados en los Proyectos Importantes de Interés Común Europeo (PIICE), alianzas público-privadas para acometer grandes iniciativas en áreas estratégicas.
De este modo, los PERTE articulan los proyectos de masa crítica alrededor de sectores claves en este momento. “Son grandes proyectos transformadores en lugar de minifundistas. Tienen en cuenta el impacto territorial o las dinámicas sectoriales”. Automoción, vehículo eléctrico, agroalimentario, hidrógeno, salud avanzada… a la nómina de PERTE vinculados a la industria, se sumaba ayer el conocido como PERTE Chip, que integra la microelectrónica y los semiconductores. Este plan estará comisionado por Jaime Martorell, que ha sido presidente de Motorola en España y director General de ONO entre otros cargos.
Raül Blanco no duda que, en todos estos planes, la PYME industrial ocupará una posición relevante. Lo harán como beneficiarias directas -a título individual o dentro de clústeres- y como partícipes de grandes proyectos comandados por grandes compañías. “Es momento de movilizar proyectos en las empresas, al margen de su tamaño. Lo importante son los proyectos, ya que todas las líneas abiertas son de concurrencia competitiva”.
El dirigente público insistía en la idea de aprovechar estos planes para transformar la política industrial del país y espera mantener esta solidez presupuestaria en los próximos años, primero con lo ingresado ahora; más adelante con la segunda dotación de NextGeneration y recursos adiciones.
Nuevos tiempos, nuevas leyes
Blanco añadía que estos avances necesitan también de un marco normativo de estabilidad. En España, la Ley de Industria data de 1992. Su renovación es un imperativo ya que la actual no contempla aspectos claves tales como digitalización, transición ecológica, actualización de los requisitos de seguridad industrial o una nueva gestión de la reindustrialización que ayude a manejar, con más elementos de consenso, crisis vividas recientemente como las de Nissan o Alcoa. La previsión anunciada por el Secretario General de Industria y PYME pasa por tener aprobado el anteproyecto de Ley antes del 31 de diciembre de este año.
En el camino de la recuperación, nos encontramos “de bruces” con otros puntos que el plan debe considerar: soberanía industrial, autonomía estratégica y respuesta a amenazas externas. El 21 de diciembre fue aprobada la Estrategia de Seguridad Nacional. En ella son definidos posibles riesgos a los que está expuesto el país como pandemias, crisis climáticas, ciberseguridad o amenazas a la defensa. Ante estos escenarios, Raül Blanco destacaba que la industria no es solo un elemento que aporta competitividad, estabilidad laboral y territorial o cohesión social. “Es, además, una vía para responder a las amenazas”.
La futura Ley de Seguridad Nacional (su aprobación está prevista como muy tarde para después del verano) contempla la creación de una reserva industrial estratégica. “Identificamos dónde estamos más preparados y actuamos para mantener e impulsar esa posición. Y ante las carencias, optamos por la colaboración no proteccionista con Europa. Es una buena noticia en el sentido de que abre otro terreno de acción a la política industrial de cara al futuro”.
Autonomía estratégica abierta
En esta línea, y en claro nexo con Europa, Raül Blanco señalaba que la autonomía estratégica abierta es un concepto que gana peso en el continente. “Con lo vivido en la pandemia, la guerra, los problemas de energía y suministros o la seguridad, debe ser un elemento conductor de la política industrial en los próximos años a nivel europeo y español. Necesitamos reforzar el mercado interior de la Unión Europea. Es la joya de la corona. No hacerlo, pese a la incertidumbre, sería un gran error”.
“Si miramos hacia el exterior”, añadía Blanco, “la UE se ha convertido en el último defensor del multilateralismo. Hemos de diversificar los acuerdos comerciales y el origen de las materias primas”. Otra línea a seguir pone el foco en la economía circular y en el máximo aprovechamiento de los recursos. “Debemos incrementar la producción dentro del territorio europeo. Ello nos llevará a debates sobre energía y materias primas. No tiene sentido que fabriquemos baterías si no promovemos las minerías de litio y de otros materiales en Europa. También volveremos a producir elementos que se habían deslocalizado, fundamentalmente en Asia. La situación geopolítica invita a su retorno”, concluía.