Son ya 25 años desde que la alta velocidad iniciara su rápido viaje. Y en todo este tiempo, el ahorro ha sido una de las grandes preocupaciones de la institución. No solo en el ámbito económico; la contaminación, la sostenibilidad y el futuro energético son también cuestiones que han dado más de un quebradero de cabeza entre las filas de la compañía. Los objetivos de Renfe siempre han estado enfocados en ser los más rápidos, los que aportan mayor comodidad, los que dan mayores facilidades a sus viajeros. Pero la responsabilidad moral que supone cuidar de nuestro planeta siempre ha estado presente.
Para muestra un botón: desde el año 1992 hasta hoy, el ahorro estimado en externalidades es de 4.286 millones de euros, lo que según la hipótesis de sustitución modal supone un ahorro de emisiones de CO2 de 12,9 millones de toneladas. Una cantidad nada desdeñable. La misión de Renfe pasa ahora por encaminarse hacia un transporte ferroviario de cero emisiones. ¿Lo conseguirán?
“El 89% del volumen de transporte de viajeros y mercancías de Renfe se desarrolla por redes electrificadas y está, por tanto, parcialmente descarbonizado en base al actual mix eléctrico (53% sin emisiones y 33% renovables)”, aseguran desde la institución ferroviaria. Y aunque ya han reducido su huella de carbono en un 56% desde el año 1990 (el año base del Protocolo de Kioto) hasta situarse en 24,2 gr de CO2 por unidad transportada, mantienen una estrategia activa de sostenibilidad y eficiencia energética. Así, en esta se incluye un nuevo acuerdo con Adif para profundizar en varias áreas propias del sistema ferroviario, mejorando “las prácticas de consumo y ahorro de energía y los proyectos de innovación para analizar la tracción mediante gas natural licuado y pilas de hidrógeno como potenciales sustitutos del combustible fósil”, como afirman desde la compañía.
Es cierto que desde el año 1999 la intensidad energética del sector ferroviario (algo así como la energía final consumida por unidad transportada) ha decrecido un 33% en todo el mundo; pero es que más de un tercio de la energía utilizada en los ferrocarriles es eléctrica y un cuarto de las líneas están electrificadas a nivel mundial. Un logro internacional al que Renfe se suma por mérito propio. Y aunque el transporte es responsable del 23% de los gases de efecto invernadero por consumo de combustible (“y se espera que la demanda de movilidad mundial de viajeros y mercancías se duplique entre 2010 y 2050, como consecuencia de la globalización económica y la pujanza de los mercados”, como aseguran desde la institución), son ya 25 años en los que la institución española, poco a poco, ha ido aportando su granito de arena para hacer de este mundo un lugar mucho más responsable.