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Residencia RARA: el sueño no soñado por Verónica Ruth Frías

Junto a su marido, el también artista Cyro García, Frías es ‘culpable’ de que el pueblo malagueño de Villanueva del Rosario se haya convertido en un centro neurálgico de arte contemporáneo español
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La artista Verónica Ruth Frías en plena performance.

MÁLAGA- Verónica Ruth Frías y su pareja, Cyro García, llegaron a Villanueva del Rosario (Málaga) hace 17 años. Lo hacían con la idea de poder dar rienda suelta a su carrera artística con más desahogo que en la capital de la Costa del Sol, donde los precios para disponer de un espacio amplio en el que trabajar empezaban a dispararse. Lo que han logrado en un municipio de apenas 3.500 habitantes se traduce en una de las mejores noticias para los jóvenes artistas: Residencia RARA.

Vayamos un poco más tras. Cordobesa del 78, Frías estudió Bellas Artes en la Facultad de Santa Isabel de Hungría, en Sevilla. Comenzó su carrera focalizada en la pintura, pasó por el videoarte y hoy se ha convertido en una referencia de la performance, con espectáculos pegados a la realidad, donde reivindica la figura de la mujer y denuncia los desequilibrios de género presentes y pasados.

Charlamos con la artista minutos antes de su participación en Leadingirls, el encuentro organizado por el Palacio de Ferias y Congresos de Málaga (FYCMA) para que jóvenes y estudiantes de Secundaria y Bachillerado se inspiren en la trayectoria de referentes de carne y hueso, despertar vocaciones y desmontar estereotipos.

"Ojalá los de mi generación hubiéramos tenido un apoyo así"

Frías explica que la puesta en marcha de Residencia RARA ha terminado por hacer de Villanueva del Rosario una de las capitales españolas del arte contemporáneo. “Echábamos de menos a nuestros amigos artistas; músicos, poetas… resulta que, al final, muchos de ellos también han decidido irse a vivir allí por tiempo indefinido”. Alrededor de la residencia han nacido espacios como ‘Peligro 19’, ‘Rancho Rata’, ‘La Ecléctica’, el ‘Museum of Failure’, ‘Cerámica y +’ o el estudio de Ignacio del Río.

“Nos escribe mucha gente para venir a ser parte de Residencia RARA. A unos los conocía previamente por su trabajo; otros son tan insistentes que al final nos convencen”, asegura divertida. “En la residencia se crean conexiones muy interesantes e inesperadas. Trabajamos con amor y nunca hemos tenido problemas. La mayoría de los que han pasado por allí hoy son grandes amigos”.

Málaga se ha convertido en tiempo record en una ciudad donde el arte ha tomado posiciones como eje vertebrador. “Tengo la suerte de haber llevado mi obra al Pompidou, el Museo Ruso o el Museo Picasso. La razón principal es que hago performances. Es más fácil ‘colarse’ en los museos: no ensuciamos y nos vamos por donde hemos venido. Pero la gente que está en la facultad o que acaba de terminar la carrera necesita de espacios como Residencia RARA o La Casa Amarilla, más alternativos, que sirvan como escalón antes de pasar el siguiente nivel. Les formamos y les aconsejamos. Ojalá en mi generación hubiéramos tenido un apoyo así, un sitio seguro donde nos guiaran”.

Hacer comunidad

La convivencia con el resto del pueblo no solo se ha normalizado después del impacto inicial, sino que ambas partes se retroalimentan. “Al principio éramos unos rara avis. Pero hemos hecho comunidad. Las señoras van misa y luego se pasar por la residencia a enterarse de qué tenemos entre manos. Me piden nuevas performances en las que participar”.

Muchos proyectos surgen de la colaboración con los vecinos. “Cuando fui madre, desde el AMPA del colegio de mis hijas nació una iniciativa de arte mural que, además, sirvió para que todo el pueblo fuera más consciente de nuestras intenciones y de nuestra visión. Antes de llegar a propuestas más rompedoras, hemos ido paso a paso, aportando granitos de arena”.

“El arte contemporáneo es mucho más que ARCO”

Desde que salió de la facultad, Verónica Ruth Frías es firme en su idea del arte: “Tiene que salir ahí fuera. Me gusta que la gente venga a verme al Pompidou, claro que sí, pero también que la señora que ha ido a hacer unos recados al centro o el abuelo que pasea con su nieto se sorprendan y se hagan preguntas con uno de mis espectáculos en la calle Larios. El arte contemporáneo es mucho más que ARCO. Puede estar en cualquier parte, de hecho, me gusta llevar las piezas donde nadie las espera, también a una prenda de ropa o a un tatuaje”.

La brecha de género sobrevuela toda su obra, en la que habitualmente cuanta con la colaboración de otras mujeres. “El arte debe seguir siendo molesto ya sea desde piezas dolorosas o humorísticas. Da igual, pero espero que quien mire se plantee cosas nuevas. Me dedico al arte porque no puedo cambiar el mundo en su globalidad, pero sí tengo la capacidad de influir en mi entorno cercano. Los artistas ejercemos de guerrilleros y pensadores. Lo que me pasa a mí y lo que sucede a mi alrededor está en mis obras”. Frías tiende la mano a los hombres para construir una realidad más equitativa. “El arte nos da las herramientas adecuadas para poder quejarnos. Algunas performances las haré hasta hartarme. Un ejemplo: ¿Por qué apenas aparecen mujeres artistas en los libros de texto?”

Creatividad mal enfocada

La impulsora de Residencia RARA asegura que se levanta feliz cada mañana. “A los chicos y chicas les doy un consejo: que, hagan lo que hagan, les apasione, ya sea la pesca del boquerón, la peluquería o la odontología. Que piensen en que es algo a lo que van a tener que dedicar muchísimo tiempo. Deben amarlo”.

Ella misma reconoce que en su niñez y adolescencia fue una persona muy creativa, aunque mal enfocada. “Era muy de letras, pero estudiaba ciencias. Además, me diagnosticaron dislexia de manera tardía. No contábamos con los protocolos y la sensibilidad actuales hacia esos problemas. En resumen: fui mala estudiante y suspendí COU. Todo cambió cuando una amiga de mi madre decidió matricularme en Bachillerato Artístico. Era mágico: de repente quería ir a clase, me despertaba con unas inmensas ganas de aprender todo sobre el arte y los artistas. Me entró un hambre de saber que me acompaña hasta hoy”.

“Yo soy yo y mis personajes”

Entre sus referentes, Verónica Ruth Frías menciona a Cindy Sherman y Anna Jonsson. En sus performances no faltan el disfraz y la peluca. “Necesito transfórmame para expresar según qué cosas. Me gusta decir que yo soy yo y mis personajes. En mi vida diaria puedo salvar a una hormiga en la cocina. Horas más tarde, no tengo inconveniente en apuntar con una pistola a alguien durante uno de mis espectáculos. Esa dualidad es muy interesante. No lo parece, pero soy muy vergonzosa, así que tengo mis papeles. Y el cuerpo debe hablar, es otra vía de expresión. Cuando estaba embarazada, me interesaba expresarme y hablar de maternidad y conciliación. Hoy mis hijas no están tan presentes en mi obra porque no vivo inmersa en ese momento crianza, pero sí entiendo que debo ser consciente del contexto político, económico y social. Los artistas no podemos vivir de espaldas a esa realidad, al contrario”.

Celebra que corran buenos tiempos para la performance. “Museos como el Thyssen, conscientes de la poca representación femenina en sus salas, han roto con el inmovilismo para dar paso a otras formas de expresión artística. En paralelo, han ocurrido cosas importantes, como lo la apertura de la Juan Gallery, que forma a las nuevas generaciones”.

Junto a Daniel Blacksmith y Niche Ramírez, Verónica Ruth Frías ultima La Veda, una pieza sobre el cambio de roles donde entran la danza y la música, y que va más allá de las artes escénicas, ya que incluye un apartado expositivo. “Será una auténtica belleza”, asegura.

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