Es físico o, por lo menos, estudió Física en la Universidad de Edimburgo. Al terminar, se doctoró en el Laboratorio de Biología Molecular de Cambridge, así que comenzó a trabajar como biofísico. Y, en una vuelta de tuerca más, el año pasado ganó el Premio Nobel de Química por sus estudios en el campo de la criomicroscopía electrónica. Su nombre es Richard Henderson (Edimburgo, 1945); su espacio de investigación: todo el que le sea posible.
Que el sillón de la Fundación Ramón Areces le envuelva como si fuera alguien frágil solo implica que Henderson parece un hombre frágil, no que lo sea. Su estampa no concuerda con la típica imagen de científico trajeado que es loado en cada una de las instituciones que visita, y una prueba de ello es que lleva chanclas con calcetines. Puede explicar el método de termoestabilización conformacional con fría analítica y hablar de electrones diciendo “lo primero que debemos saber de ellos es que existen” de igual forma: sin mover ni una ceja. Así son los genios.
“Yo trabajé con Sydney Brenner [relevante biólogo sudafricano galardonado con el Nobel de Medicina en 2002], que siempre decía que en la ciencia hay tres cosas importantes: las ideas, los conceptos y las técnicas. Y las tres son muy relevantes, pero quizá lo sean más las técnicas. Esa es también mi visión exacta sobre la ciencia. Los descubrimientos que hemos hecho no serían posibles sin la tecnología”, apunta Henderson, quien duda de la literalidad de la cita.
La criomicroscopía congela los especímenes biológicos para investigarlos y durante los últimos años ha experimentado un gran salto en su capacidad de resolver estructuras debido a la mejora de los microscopios electrónicos, de los detectores de los propios electrones y del software de procesamiento de imagen, lo que ha revolucionado la biología estructural. “Hace un tiempo, la estructura de proteínas, por ejemplo, solo podía estudiarse con la fracción de rayos X. Con la microscopía electrónica también podemos hacerlo, investigando a la vez sus funciones”, puntualiza el Nobel de Química.
Compartió el premio más ansiado por los científicos con Jacques Dubochet (Aigle, Suiza, 1942) y Joachim Frank (Siegen, Alemania, 1940), lo que indica la unión que hay entre científicos de diferentes nacionalidades. Algo que podría desaparecer con el Brexit. ¿O no? “A los científicos nos da igual el Brexit porque nuestra comunidad está, todavía, completamente mezclada. Ya lo estaba antes de la creación de la Unión Europea. Yo predigo que sí, que el Reino Unido se separará mucho, algo o nada, pero que la ciencia seguirá unida en Europa. La unión entre investigadores hace que se intercambien ideas y técnicas, y la comunicación siempre debe dominar todas las vías políticas. Te lo digo porque espero, de manera especial, que no se rompan las colaboraciones entre Reino Unido y España”, sostiene con seguridad el investigador.
Siempre habrá científicos pesimistas que digan lo contrario. Henderson tiene una teoría sobre ellos: “Si tú eres investigador necesitas de manera vital las investigaciones, pero hay veces que éstas parecen no dar resultados. ¿Las dejarías? Siempre hay que seguir, por eso la mayoría de científicos son optimistas. Yo creo y espero que todo irá bien”.
Tras la despedida, antes de que el redactor cruce la puerta para marcharse, le avisa de que ha recordado la cita literal de su colega Brenner. Dice así: “El progreso en ciencia depende de nuevas técnicas, nuevos descubrimientos y nuevas ideas. Probablemente, en ese orden”.
Esta entrevista ha sido publicada en la edición impresa del Anuario de la Innovación en España 2018