La escritura no es ajena al progreso tecnológico. Mutan las figuras del escritor y el lector; cambian los formatos, los signos y el propio acto de leer o escribir. La Revista TELOS dedica su último número a analizar todos estos procesos con la figura de Roger Chartier como eje central. El profesor emérito en el Collège de France y director de estudios de la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS) es uno de los más distinguidos historiadores de la cultura del libro y de la lectura.
Chartier participó hace unos días en un encuentro organizado por TELOS en el Espacio Fundación Telefónica. El doctor honoris causa por la Universidad Carlos III de Madrid, ubica la reflexión en torno a la escritura en la tensión a la que se ve sometida por una historia de larga duración que debe lidiar con las transformaciones del presente.
El experto percibe que, en el presente, asistimos a nuevas realidades. Convivimos con los wreaders (el neologismo alude a la alternancia entre leer y escribir y escribir y leer). Son nativos digitales hábiles, fundamentalmente, en el uso de las redes sociales.
“En la cultura impresa, los soportes en ambas prácticas eran diferentes”, apuntaba Chartier. “Sólo era posible escribir en los espacios en blanco de los libros. Y esas anotaciones, en principio marginales, han sido de incalculable valor para aproximarse a las prácticas de lectura y a los usos de los textos. No puede decirse, sin embargo, que el libro impreso esté esperando la escritura del lector, a excepción de los formularios”.
Una nueva ‘convivencia’
El punto de inflexión se produce con la llegada de las computadoras. Las pantallas proponen un mismo espacio para ambos actos; leer y escribir establecen casi de inmediato un nuevo marco de relación. “Las prácticas en las redes sociales ilustran esta transformación cuyos efectos aún no han sido del todo medidos y que perfilan un nuevo modelo de alfabetización”, añadía el autor de ‘El orden de los libros’.
Esta “transformación radical” está acompañada de otras mutaciones de la escritura presente. Por ejemplo, el imperialismo gráfico del inglés impone la ausencia de tildes a otras lenguas en la pantalla del ordenador. Roger Chartier también se refería al éxito de los emoticonos como una búsqueda contemporánea de lenguajes no verbales.
Actualmente, considera que las nuevas tecnologías, “ya no tan nuevas”, permiten “inventar nuevas formas de escritura; producciones simbólicas irreductibles a la forma impresa e incorporan distintos lenguajes”. Interfaces multimedia, realidad aumentada, videojuegos, aplicaciones digitales… En este sentido, Chartier afirmaba en una entrevista con Juan Manuel Zafra, director de TELOS, que “el universo digital abre nuevos horizontes a la escritura, que parecía caduca”.
En el apartado negativo, el profesor opina que estas creaciones e inventivas enriquecedoras son marginales en un mundo digital dominado por las redes sociales, los grupos de opinión en Whatsapp o la información (y desinformación) inmediata. “Las redes sociales proponen una escritura breve y una lectura rápida. No hay paciencia y, lo que es más grave, no existe el deseo de comprobar los enunciados leído o producidos”.
La influencia de Antonio Rodríguez de las Heras
Roger Chartier es un admirador de las teorías del profesor Antonio Rodríguez de las Heras (fallecido a causa del COVID-19 en junio de 2020), que llamaba a diferenciar escritura y cultura en la sociedad digital. “Se dedicó a demostrar que las ideas más extendidas sobre el mundo digital están equivocadas. Es un error pensar que en el mundo digital se pierden la escritura, el texto. El libro o el espacio digital no deben entenderse como un libro impreso digitalizado. Por el contrario, debemos aprovechar las capacidades y experiencias inéditas que aportan los textos digitales”.
De las Heras defendía que, para lograr la eclosión definitiva del libro digital, era necesario diseñar organizaciones hipertextuales mucho más potentes. El investigador veía las pantallas que usamos no como páginas, sino como un muro ilimitado. “Nuestra mirada puede llegar a otras partes fuera del campo de visión. La cultura digital abre caminos nuevos para la lectura y la escritura y el camino se despeja cuando dejamos atrás el concepto y el uso tradicional de la página”.
Poderes vigentes
Chartier y De las Heras coinciden en señalar que atravesamos décadas de transición donde abundan los intentos de reproducir de forma natural lo que ya teníamos -libros, bibliotecas- en otros medios. “Es preferible valorar que contamos con nuevos artefactos de conservación, transporte y lectura de la palabra”. También nuevos lectores, con prácticas de lectura que confunden a los más puristas.
“El reto”, proseguía Chartier, “es transformar la alfabetización digital en una verdadera cultura universal capaz de percibir sus propios límites y de entablar una relación crítica con el ruido generado por un exceso incontrolable de información”. Una de las respuestas que propuso Antonio de las Heras pasaba por mantener la cultura de los lugares (y el libro es un lugar) en un mundo cada vez más virtual. “En el castellano del Siglo de Oro, ‘cuerpo’ significa a la vez ‘libro’ y ‘humano’”.
Según el profesor, el estudio de la escritura –“ya sean las tabletas de Mesopotamia o las pantallas del mundo contemporáneo”- es relevante en cualquier momento histórico para entender las diferencias sociales o el ejercicio del poder. Roger Chartier cita al profesor Armando Petrucci (1932-2018), autor de ‘Alfabetismo, escritura, sociedad’. Paleógrafo, medievalista, bibliotecario y archivista, el italiano diferenciaba entre “el poder sobre la escritura” y “el poder de la escritura”.