Con el foco “en las personas, el planeta y la prosperidad”, Román Arjona afronta una etapa decisiva en una de las áreas de cuyas directrices depende buena parte del futuro de Europa. Economista jefe de la Dirección General de Ciencia e Innovación de la Comisión Europea, Arjona es otro de los españoles que, como Isidro Laso, trabaja codo con codo junto a la comisaria Mariya Gabriel y el director general de I+D, Jean-Eric Paquet.
La actividad de la dirección está ligada a la Agenda 2030 y al cumplimiento de los ODS. Además de coordinar la política de I+D a nivel europeo, en su parcela son responsables de mantener en buen estado “la sala de máquinas” de Horizonte Europa. “Lo que intentamos es conectar las inversiones en ciencia e innovación con la generación de empleo, la competitividad o la sostenibilidad”, explica Román Arjona.
En las últimas semanas, el economista ha asistido a cómo la implantación del trabajo en remoto se ha acelerado muy rápidamente en las instituciones europeas. “No todo va a perdurar, pero sí quedará un cambio de mentalidad”. Enclavados en la resolución de la crisis del COVID-19, Arjona recuerda que la pandemia ha coincidido en el tiempo con otros grandes retos a abordar con inmediatez y solvencia: el envejecimiento, la transición verde y digital, la desigualdad, el cambio climático… “Las políticas públicas no pueden olvidar todo lo que está pasando ‘detrás de la escena’ y han de compaginar estos asuntos con la emergencia sanitaria y económica derivadas del virus”.
Europa en el mundo
Un tercio de las publicaciones científicas altamente citadas tienen su origen en la UE, así como el 24 % de las patentes mundiales relacionadas con el cambio climático y el 25 % de las específicas en bioeconomía”. Arjona añade que, pese a que Europa representa el 7 % de la población mundial, es responsable del 20 % de la I+D global y dedica “enormes” recursos a la investigación. Sin embargo, lamenta que, hasta ahora, “Europa no ha logrado que esta pujanza se convierta en liderazgo en innovación y emprendimiento”.
Las razones son varias. “El mundo de la innovación ha entrado en una dinámica que poco tiene que ver con la de una década atrás. Ha cambiado de manera bestial”, dice Arjona. “La innovación cada vez está más concentrada en una serie de empresas ‘superestrella’, un 5 % del total, que comanda los incrementos de productividad”. Una brecha que también se da entre regiones más o menos prósperas. “La política pública tiene que saber responder: colaborar, involucrarse y potenciar la anticipación”.
El economista también concluye que la innovación ha evolucionado en su complejidad. Ahora es un cruce de tecnologías que, sumadas, derivan en progreso. “Los avances no viven aislados y son fruto de varias disciplinas”.
Entre otros déficits, Arjona apunta a la necesidad de mejorar el entorno empresarial europeo de I+D. “Conviene apoyar a las pymes innovadoras, perfeccionar el acceso a la financiación, profundizar en el mercado único y ensalzar el Made in the EU. Solo así dejaremos de contar con muchos menos unicornios que Estados Unidos o motivaremos la entrada de más venture capital”.
COVID-19 y el triángulo de las urgencias
“El coronavirus ha sacudido los cimientos del Europa y del mundo. De una manera u otra, nos pone a prueba en nuestra manera de trabajar y vivir”. Román Arjona distingue varias señales positivas entre la incertidumbre que ayudan a posicionar al continente al frente de un nuevo paradigma verde y sostenible abrazado por la ciencia y la innovación. Así lo ratifica el informe Science, Research and Innovation Performance of the EU 2020 (SRIP, ver documento completo) lanzado hace unos días. “Demuestra que crisis sanitaria, transición ecológica y recuperación económica forman un triángulo que justifica todos los esfuerzos en I+D”.
El economista señala que, en buena medida, los fondos de recuperación lanzados por la Comisión Europea van en esa ruta. “La idea es garantizar una recuperación sostenible, inclusiva y justa. Europa necesita una reactivación en verdad transformadora”. Algo que cree, solo será posible, con inversiones fuertes en I+D+i y la vista puesta en el largo (2050, meta de la descarbonización) y el corto plazo, con el combate contra el SARS-CoV-2 como cabeza de cartel.
“En estos planes de resiliencia, los estados miembros estarán en permanente diálogo con la Comisión para coordinar acciones locales. Es necesario centrar el tiro para llegar a los objetivos del Green Deal amparados por reformas estructurales e inversiones importantes. Hay una oportunidad; el momento es ahora”, asegura Román Arjona.
España, en la ruta correcta
En España, el secretario de Estado de Medio Ambiente, Hugo Morán, anunció hace unos días la intención del Ejecutivo de aprobar en el congreso la Ley de Cambio Climático y Transición Ecológica antes de que finalice el año 2020. “Desde la UE apoyamos iniciativas legislativas generadoras de crecimiento y sostenibilidad. Creemos en la transición verde y digital y en la apuesta frontal por la ciencia y la innovación, pero hay otros muchos temas que no son menores: producción limpia y eficiente, reciclaje, transporte sostenible, energías limpias…”
Arjona cree que una ley como la que propone España “contribuyen a emplear mejor los recursos del país y a centrar las inversiones allá donde son más necesarias”. En la misma línea, la CE lanzaba hace poco lo que conocen como la taxonomía de la financiación sostenible, una clasificación de las actividades económicas más verdes “para dar señales a los inversores sobre hacia donde dirigir sus esfuerzos”, apunta Román Arjona.
I+D+i y la recuperación en V
El informe SRIP 2020 trata también de demostrar que la curva de recuperación puede tener una pendiente de crecimiento y de desarrollo económico y prosperidad mucho más pronunciada si la I+D+i es reconocida como un instrumento clave para mejorar la transición verde y digital. También para responder con acciones concretas a la amenaza del COVID-19. “Pretendemos financiar de manera muy contundente la investigación en virología, aumentar la resiliencia del tejido productivo europeo o fortalecer a pymes y startups para que creen nuevos mercados”, detalla Román Arjona.
El responsable público afirma que, junto a las inversiones, otro aspecto irrenunciable en este momento pasa por acometer reformas profundas en los sistemas de I+D+i. “He podido conocer detalles de la ‘Estrategia Española de Ciencia y Tecnología y de Innovación 2021-2027’ que prepara el Gobierno y la impresión es muy positiva. Estará basada en las dimensiones que hay que considerar en el actual escenario. En su elaboración, el Ministerio de Ciencia e Innovación ha promovido sinergias con los distintos agentes del sistema para implementar políticas del modo más adecuado. También han mirado hacia Europa desde una óptica moderna de cooperación acorde a los tiempos”.
Román Arjona coincide con el ministro Pedro Duque o con Teresa Riesgo, secretaria general de Innovación, defensores no sólo de mantener a salvo, sino de incrementar las aportaciones públicas a la ciencia y la innovación. “Muchas veces estas áreas sufrieron recortes en los momentos difíciles. La crisis actual es diferente. Investigación y tecnología están en el centro para demostrar que las necesitamos”.
La innovación española progresa ‘moderadamente’
España es un país ‘moderadamente innovador’. Así lo refleja al menos el ranking de un segundo estudio en el que Román Arjona y su equipo han estado directamente implicados, el European Innovation Scoreboard 2020, presentado esta semana de la mano de Fundación COTEC. España ha escalado cinco posiciones en el último año, hasta el puesto 14 de una clasificación liderada por los países nórdicos. El talón de Aquiles del ecosistema innovador local está en la escasez de las inversiones y en la poca I+D localizada en pymes.
“En las últimas décadas el sistema de I+D español ha cambiado de forma radical”, explica Román Arjona. Lo ha hecho, entiende el economista, gracias a un número creciente de islas de excelencia o a la efervescencia de algunas industrias basadas en conocimiento como, la aeroespacial. “El sistema está consolidado en muchos sentidos. Necesita que se acometan las citadas inversiones y reformas, en un marco regulatorio nuevo, para ser el abanderado de la transición en España”.
“El reto y el problema es el tiempo que requiere construir una base científica sólida bien conectada con la industria”, añade. Arjona apunta a la aplicación de acciones dirigidas a modernizar el sistema. “La I+D+i tiene la respuesta a las grandes preguntas. No todo son inversiones. Es difícil que ciencia e industria conecten sin una política global detrás, una apuesta de Gobierno que alinee a todos los ministerios: educación, industria, medio ambiente, regulación…”
“Los ciudadanos son más conscientes que nunca de la importancia de la ciencia y la innovación” (Román Arjona)
En este enfoque de múltiples ópticas pero bien coordinado, el integrante de la CE cree que actuar en base a decisiones aisladas no tiene mucho sentido. “Analicemos todo el sistema para generar un ambiente que cambie mentalidades y que genere dinámicas enfocadas hacia una economía del conocimiento. Es un esfuerzo colectivo”.
Arjona habla de un coctel de aperturismo, política pública moderna e industria intensiva en conocimiento. También promueve explotar fortalezas, algunas sobre todo ahora, como la vibrante investigación biomédica española, llamada a jugar fuerte en la lucha contra el COVID-19. “Tenemos que afianzar la cooperación y la cocreación. Y contar con los ciudadanos; que sean conscientes de los pasos que damos ahora que tienen clara la importancia de la ciencia y la innovación”.
El European Innovation Scoreboard 2020 muestra cómo algunos países de nuestro entorno progresan a buen ritmo. Portugal ha entrado en el grupo de los ‘fuertes’. “El ecosistema necesitaba dinamismo y la administración ha logrado extraer lo mejor de la industria. El país ha acumulado talento alrededor de algunas universidades y el marco regulatorio es el propicio para la innovación”, concluye Román Arjona.