El químico Rubén Martín (Barcelona, 1976) ha demostrado que la química es más importante para la sociedad de lo que se piensa, que está presente en todo lo que nos rodea. El investigador del Instituto Catalán de Investigación Química fue galardonado a finales de agosto con el premio Arthur C. Cope Mid-Career Scholars Award 2020, otorgado por la Sociedad Americana de Química, uno de los premios más prestigiosos que reconocen la excelencia en química orgánica y que solo han recibido dos españoles, Antonio M. Echavarren, en 2015, y ahora, él.
Para Martín, este reconocimiento es un premio a la química, una ciencia que, según él, suele ser estigmatizada. Presente en los antisépticos que utilizan los cirujanos para operar, en los colorantes, en los fármacos que se crean contra el alzhéimer o el cáncer (por mencionar algunos ejemplos), en la industria alimenticia… “Es esencial para el bienestar de nuestra sociedad”, sentencia el científico. Como ciencia capaz de crear nuevos compuestos que tienen impacto en las otras ramas de la ciencia, le parece necesario concienciar a la sociedad sobre la importancia de invertir en ella.
Lo que sucede con la química es lo mismo que sucede con cualquier ciencia básica, se queda en el olvido, aunque para él “es la piedra angular de cualquier sociedad”. “Es un error catalogar a la ciencia básica como una curiosidad”, exclama.
Junto al grupo de investigación que lidera en el ICIQ, Martín desarrolla catalizadores de níquel para capturar el dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera y convertirlo en moléculas de alto valor añadido y con gran utilidad para las industrias químicas y farmacéuticas.
Un catalizador es una “varita mágica” que permite acelerar un sinfín de reacciones, sin los cuales serían inviables. El níquel es un elemento muy abundante y barato, a diferencia de otros catalizadores basados en metales nobles, que son caros y poco abundantes.
Gracias a estos catalizadores, los científicos han creado un método que permite a las industrias capturar el CO2 que generan y transformarlos en ácidos grasos (presentes en detergentes, lubricantes, vitales para la industria farmacéutica). El equipo cuenta ya con una serie de patentes y ya ha entrado en contacto con algunas industrias para que puedan generar productos de alto valor industrial.
Estos catalizadores permiten también transformar los hidrocarburos, de manera que puedan ser reutilizados en industrias como la textil. El investigador lo explica así: Si el hidrocarburo es una vía de tren entre Barcelona y Madrid, el catalizador es el tren que circula por esta vía, que permite que los pasajero circulen por ella (y facilita la incorporación de otras moléculas). Y esto permite crear moléculas relevantes para industrias como la farmacéutica.
El químico sabe que este reconocimiento no hubiese sido posible sin el apoyo de su familia -especialmente de su esposa, la investigadora en biomedicina, Laura Herrero- y sin su equipo. "En investigación uno no esta solo, siempre tiene que estar rodeado por un gran equipo de trabajo", afirma.