Por Ignacio de León – Esta entrada fue publicada originalmente en el Blog Puntos sobre la i del Banco Interamericano de Desarrollo.
La “sabiduría de las masas” puede ser apabullante, como lo demuestra Pebble Time, un reloj de pulsera inteligente cuya campaña de Financiamiento Compartido solicitó inicialmente 500 mil dólares de apoyo, y obtuvo 20 millones de dólares por la Internet; Coolest Cooler solicitó 50 mil y obtuvo 13.2 millones; el juego de cartas “Explosive Kittens” llegó a su meta (10 mil dólares) en apenas 8 minutos, alcanzando 8.7 millones y respaldado por 106 mil inversionistas. Cuando el producto emociona, la “masa” de inversionistas puede apalancar hasta la estratosfera financiera en menos de lo que dura un suspiro. Pero ha hecho falta el mecanismo fascinante que hoy conocemos como “Crowdfunding” o Financiamiento Compartido.
El Financiamiento Compartido es una red de financiación colectiva, normalmente online, que permite a inversionistas hacer aportes a título de donación, préstamo o inversión, en proyectos de negocios o desarrollo de productos innovadores. Este mecanismo abre oportunidades a nuevos emprendimientos “Startups” para financiar sus proyectos, usualmente de alto riesgo. Este riesgo elevado hacía poco atractivo este negocio a la banca comercial por sus altos costos transaccionales y de evaluación de crédito. La innovación tecnológica ha cambiado esta situación, al reducir radicalmente los costos de la intermediación financiera, atomizando el riesgo entre una multitud de pequeños inversionistas y eliminando los costos de intermediación, a través de plataformas virtuales que calibran la calidad de los proyectos y el origen de los fondos aportados por inversionistas. Esto ha causado toda una innovación disruptiva schumpeteriana sobre la industria financiera, similar a la que ha impactado en otras industrias pertenecientes a la “Economía de la Colaboración”, tales como el transporte (Ej. Uber) o la hotelería (Ej. VRBO y Airbnb).
El Financiamiento Compartido ha tenido un crecimiento explosivo, por decir lo menos. Entre 2009 y 2015 esta industria ha duplicado su tamaño año tras año, en promedio. En Asia, el Financiamiento Compartido creció en 2014 en 320%; en América del Norte creció 145%. En América Latina el proceso también ha comenzado con muchísima fuerza; en la región esta industria creció 167% en 2014. Solamente en el mes de julio pasado se hicieron 3500 campañas que levantaron fondos por 2.95 millones de dólares; de esas, 1600 fueron hechas en Brasil, para cubrir más de 33% de todos los fondos levantados vía Financiamiento Compartido en la región. Además, Brasil cuenta con el mayor número de plataformas (21). Pero no sólo el “gigante auriverde” está en la pelea: El crowdfunding cuenta con empresas como Bandastic, Fondeadora, Inpact.me (Recompensa, México), Kueski o Lenddo (Préstamo, México); Vakita Capital (Equity, México); Cumplo (Deuda, Chile), La Chevre (Préstamo, Colombia); La Incubadora, Ideame o Súmame (recompensa, Colombia) y muchas otras más.
El Financiamiento Compartido cambiará la forma cómo se repartirá la riqueza en la sociedad del futuro, pues el acceso a oportunidades de inversión será abierto, horizontal y no reservado solamente al cenáculo de los enterados de la industria, tales como capitalistas de fondos de capital de riesgo, inversionistas ángeles y ejecutivos de la banca de inversión, siempre mejor informados que el público de las oportunidades que ofrece el mercado financiero. Ahora el pequeño inversionista podrá acceder a un pedazo del próximo Facebook, Twitter o Amazon en el momento de salida al mercado en lugar de contentarse con recibir una camiseta que más parece un premio de consolación, a la vista de los ingresos millonarios de esos startups. La innovación tecnológica ha hecho posible una revolución que tendrá un impacto no solo económico sino social y político.