Su hermano mayor y las noches estrelladas de verano le allanaron el camino. “Desde crío me incliné por la astronomía. La posibilidad de vida en otros planetas es una de las mejores cuestiones sobre las que reflexionar”. Y estas reflexiones se producen estos días en torno al hallazgo de fosfano en la atmósfera de Venus, una noticia “de las que se dan con muy poca frecuencia”. Santiago Pérez-Hoyos es licenciado en Física (Astrofísica) por la Universidad Complutense de Madrid y doctor por la Universidad del País Vasco. En la UPV/EHU forma parte del Grupo de Ciencias Planetarias. Allí, Pérez-Hoyos estudia las atmósferas, sobre todo densas, del Sistema Solar. Lo hace con la técnica del trasporte radiactivo, que posibilita investigar las propiedades de las atmósferas observando y modelizando la forma en la que reflejan o emiten la luz.
“La existencia de biomarcadores en otros planetas ha sido desde siempre una de las grandes cuestiones encima de la mesa. Ya que no tendremos la suerte de que alguien nos salude desde ahí fuera, intentamos localizar moléculas relacionadas con la vida, materiales -como por ejemplo el ozono bajo ciertas condiciones- que no se pueden generar si no es con actividad biológica”, explica Santiago Pérez-Hoyos. El investigador admite que esta es una tarea “titánica”.
El revuelo protagonizado por Venus tuvo un prólogo que pasó por la actualidad “sin pena ni gloria” hace un año. “Aquel trabajo proponía al fosfano como un biomarcador dado que, en la Tierra, éste solo se produce a través de la actividad metabólica de algunos microorganismos anaeróbicos”, señala Pérez-Hoyos.
En esta línea, meses atrás, un grupo de científicos, expertos en Venus y astrobiología se propuso estudiar la atmósfera de nuestro planeta más cercano ‘a la caza’ de biomarcadores. “Lo cierto es que tenían pocas esperanzas de encontrar nada”, apunta el investigador. Las razones para el pesimismo estaban fundadas. “Venus está considerado un planeta muerto. Su superficie es muy joven. Al contrario de Marte o de la Tierra, vive en un proceso de renovación litoférica que nos impide analizar las huellas de su pasado. A priori, las condiciones para la búsqueda de vida tal y como la conocemos son penosas”.
El hito y sus precedentes
Pero llegó la sorpresa. “El fosfano apareció en una señal bastante clara de microondas. Ahora hay que confirmar su presencia en distintas zonas del planeta y otras longitudes de onda. La pandemia ha paralizado estas observaciones”, afirma Santiago Pérez-Hoyos, que se decanta por atribuir al fosfano de Venus un origen biológico pero sin asegurar nada por ahora.
“La atmósfera del planeta es enorme. Si en superficie la vida es una utopía, cuando ascendemos a 50-70 km, la temperatura es de unos 20 grados y la presión similar a la de la Tierra”. Tampoco es que sea el paraíso. Nubes de ácido sulfúrico y un 96 por ciento de dióxido de carbono dificultan la vida en altura. “Venus está dominado por un efecto invernadero desbocado», añade.
Sin embargo, la presencia de fosfano revitaliza las teorías, “más provocativas que científicas”, de Carl Sagan y Harold Morowitz. En 1967, el astrónomo y divulgador científico y el biofísico molecular publicaron en la revista Nature un trabajo titulado: ‘¿Vida en las nubes de Venus?’ Apostaban por la existencia de vida en suspensión en las atmósferas de Venus y Júpiter. “Esto sucede en la Tierra, siempre y cuando la vida en suspensión esté conectada con formas de vida en la superficie. Si no, dudo mucho que un ecosistema pueda prosperar”.
Pero, hace unos años, otra investigación observó Venus en longitudes de onda ultravioleta y detectó unas manchas oscuras cuya composición se desconoce. “Algunos, entre los que me encuentro, pensamos que se trata de dióxido de azufre, un compuesto inorgánico. Ahora proponen que esta absorción ultravioleta se puede dar por bacterias en suspensión. La presencia del fosfano le da un matiz distinto a todas estas hipótesis”, detalla Santiago Pérez-Hoyos.
Descubrimientos que abren otras puertas
Y es que, pase lo que pase, la relevancia objetiva del descubrimiento abrirá nuevas líneas de investigación en distintas áreas. “La biología vivirá un impulso para determinar si el fosfano está relacionado con la vida o sí se trata o no de un biomarcador”. Dado que es necesaria una nave capaz de atravesar la atmósfera de Venus y ofrecer información de calidad sobre los niveles más profundos, el astrofísico alude también al protagonismo extra de algunas misiones espaciales, como DAVINCI+, una de las iniciativas preseleccionadas por NASA dentro de su programa Discovery. “Esta misión nunca tuvo en el punto de mira la astrobiología, pero supongo que tendrá que reformular objetivos. Más a largo plazo, sería fabuloso que planeadores y globos estudiaran bien esta región de la atmósfera de Venus”.
Incluso las grandes líneas maestras que sientan las bases del estudio de vida extraterrestre podrían sufrir un volantazo de confirmarse la presencia de microorganismos en Venus. “En astrobiología hay una posición optimista con la existencia de vida fuera de la Tierra que poco a poco ha ido perdiendo fuerza ante la ausencia de descubrimientos», apunta.
Por el contrario, ha ganado enteros la teoría de la ‘Tierra rara’, defensora de la improbabilidad de que se produzcan condiciones como las nuestras. «Somos un azar cósmico, pero encontrar vida en condiciones complicadas significaría que la vida es muy frecuente. Y si algo tenemos en el Sistema Solar son ambientes hostiles. Soy optimista, pero para hacer ciencia hay que acumular evidencias. Lo que sí aseguro es que será divertido seguir trabajando”, concluye.