Las instrucciones para practicar meditación basada en mindfulness son muy fáciles, pero llevarlo a cabo no, señala Santiago Segovia, catedrático emérito de Psicobiología de la UNED, que acaba de publicar el libro “Mindfulness, un camino de desarrollo personal” en la editorial Desclée de Brouwer.
La dificultad estriba en que “nuestra atención está asilvestrada. La atención es un proceso psicológico que lleva a cabo tres ‘movimientos’. Se orienta, se engancha para ver qué ocurre, y hay que soltarla después para atender a otra cosa. Esos tres movimientos no están bajo control, sino al revés, nuestra atención se engancha a lo que le parece oportuno”, explica.
Y con frecuencia se engancha a aquello que nos parece alarmante, apunta Segovia, porque “la atención forma parte del sistema de supervivencia. Nos lleva donde quiere, con el agravante de que atención y consciencia siempre van juntas. Y si la atención se dirige a algo disfuncional, nuestra vida será disfuncional”
De ahí la importancia de autorregular la atención y también su dificultad. Esta función anda especialmente suelta cuando divagamos, o como suele decirse, cuando estamos en babia. Y esa costumbre puede ser perjudicial si nos lleva a pensamientos disfuncionales. La meditación basada en mindfulness nos ayuda a evitarlo.
“A nivel psicológico, al no tener esas divagaciones, que pueden ser negativas y catastrofistas, el enemigo interior, no somos tan vulnerables a identificarnos con ellas. Estar ocupados en otras cosas nos hace estar más positivos, pero sobre todo más ecuánimes”, explica este experto.
En esas divagaciones interviene lo que se conoce como “red neuronal por defecto”, que podría equipararse a los “servicios mínimos del cerebro”, y está muy activa cuando nos ensimismamos. Por el contrario, disminuye su actividad cuando dejamos de “pensar en las musarañas” y nos concentramos en alguna tarea intelectual o motora.
“Cuando está muy activa la red por defecto, no tenemos control sobre la atención. Por contra, la red neural mindfulness o de control, tiende a disminuir esa activación”, aclara Segovia.
En 2015, ante el auge del mindfulness, la revista “Nature Neuroscience” le dedicó una revisión en la que resaltaba que “la meditación consciente, practicada ampliamente para la reducción del estrés y la promoción de la salud, ejerce efectos beneficiosos sobre la salud física y mental y el rendimiento cognitivo”.
“Sabemos que hay ciertas áreas cerebrales cuya sustancia gris se incrementa. La sustancia gris es la zona de los núcleos de las neuronas, situada en la corteza cerebral, y con el envejecimiento pierde espesor. Hay algún estudio hecho con meditadores zen de largo recorrido en la cual ven que no se produce esta disminución del grosor en algunas estructuras cerebrales, en especial en las vinculadas con la atención y el deterioro de memoria. Por tanto, la práctica a largo plazo induce cambios estructurales favorables en el cerebro”, destaca Santiago Segovia.
Podría pensarse incluso en su práctica como prevención para el alzhéimer y otras enfermedades neurodegenerativas, pero “no hay estudios epidemiológicos ni evidencias contundentes que apoyen su labor preventiva. Sería estupendo comprobar si hay menor incidencia de enfermedades neurodegenerativas en meditadoras de largo recorrido, pero es algo muy complejo de realizar, porque habría que descontar otros muchos factores que podrían influir en el resultado. En Parkinson parece que hay alguna pequeña evidencia de que la pérdida de neuronas es menor en áreas vinculadas con la atención en meditadores de largo recorrido, si se compara con pacientes que no lo practican”, explica Segovia.
Aunque el mindfulness no es un recurso originalmente pensado para la psicoterapia, muchas personas recurren a él para disminuir el estrés y la ansiedad. El propio Santiago Segura se acercó así a esta práctica: “Venía meditando desde joven, pero era meditación yoguica, basada en el control de la respiración en plan terapéutico. Cuando me sentía estresado me ponía a meditar, y había pausas de meses sin practicar. Y eso es un error", reconoce.
Con el tiempo compaginó el mindfulness con el ejercicio de la psicología: “En el 99 creí que lo que yo había desarrollado merecía la pena trasladarlo a una Facultad de psicología, porque entendí que era una psicología fenomenológica y empecé con un taller abierto a colegas y alumnos en la UNED y se mantuvo hasta el 2011, que dejé la universidad”. Hoy continúa con esa labor en centro Elea, de Madrid, que dirige.
Y aclara que el mindfulness es un recurso para la liberación del sufrimiento. “Cuando Sidarta lo crea no piensa en psicopatología, sino en dar una solución al componente que ahora podríamos llamar de angustia existencial, o vital, que nos provoca saber que enfermamos, envejecemos y morimos”.
Con el tiempo, y la vida tan ajetreada que llevamos, John Kabat Zinn pone en marcha el programa de reducción del estrés basado en mindfulness. “Y es cuando se ve que se pueden trabajar trastornos psicopatológicos. Pero por ahora solo hay evidencia fuerte de que es el recurso o la técnica adecuada para trabajar la prevención de recaídas en estrés y ansiedad”, explica
Y advierte de que “hay una divulgación inexacta y sin fundamento sobre la meditación para combatir el estrés, esto no significa que no ayude y te calme. Pero no es la terapia de elección”. Aunque asegura que en combinación con la terapia cognitivo conductual es más eficaz que otras técnicas.
Este experto se muestra partidario de enseñar esta práctica desde la infancia, incluida en los programas de inteligencia emocional que se llevan a cabo en muchos colegios para atender a un desarrollo integral de los niños.
En el ámbito educativo estaría indicada, explica “no tanto para que el manejo de la atención ayude en su rendimiento académico, que también, sino muy fundamentalmente para la formación del carácter, que es algo que solemos descuidar en nuestros sistemas educativos, volcados únicamente en la adquisición de conocimiento. Se trata de enseñar a regular las emociones, sin reprimirlas, que es algo diferente. De aprender a tener motivaciones que sean saludables y saber cómo desprenderse de las que no lo son. Habría que enseñar también otros elementos como incrementar la resistencia a la frustración, la perseverancia, la paciencia”, concluye.