Para Sara Correyero Plaza (Madrid, 33 años), cofundadora de Ienai Space, una empresa dedicada a solucionar problemas de movilidad espacial, innovar en el sector espacial ha sido todo un reto. “El sector espacial es un sector muy tradicional y muy conservador debido a las altas exigencias que existen a nivel de ingeniería. Tienes que construir un equipo que vas a lanzar al espacio y tiene que sobrevivir a un ambiente muy hostil: a temperaturas de entre -50 y -100 ºC, a una extrema radiación”, detalla la también directora de operaciones de la compañía.
Ienai Space está probando nuevos materiales “que no se han utilizado nunca”, así como componentes electrónicos “que nunca han estado en el espacio”, según Correyero. Esta tecnología hay que probarla en órbita pero fallar en el espacio sale muy caro. “Tenemos que buscar el equilibrio entre poder innovar, hacer cosas nuevas que no se han hecho nunca antes, pero a la vez asegurar que no van a fallar, que son robustas”, afirma.
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Para maximizar las oportunidades de éxito se requiere un nivel de financiación elevado pero existen muchas dificultades para acceder a esta. “Estamos peleando mucho con la Administración para que agilice los tiempos. Necesitamos que los tiempos sean más ágiles para que las pequeñas empresas podamos optar a hacer algo con ellos”, subraya. En estos cinco años de vida, Ienai Space ha obtenido alrededor de tres millones de euros en financiación pública y está por cerrar su primera ronda de inversión.
La tecnología de Ienai Space
La empresa ha desarrollado una tecnología, patentada conjuntamente con el CSIC, que permite tener un sistema de propulsión muy altamente eficiente. “Somos la empresa que tiene esta tecnología más desarrollada en Europa”, asegura Correyero. Esta tecnología permite evitar que haya colisiones en el espacio y “que los satélites se desintegren cuando hayan terminado su misión y no se queden como basura espacial”.
La basura espacial es “un reto muy grande que tiene a la humanidad”, afirma, que tiene en vilo a la comunidad científica y a agencias espaciales como la NASA y la Agencia Espacial Española. La Agencia Espacial Europea calcula que la basura espacial supera las 9.300 toneladas.
Y existe el riesgo de que se genere una reacción en cadena si dos objetos colisionan, conocida como el síndrome de Kessler. “Si dos satélites colisionan van a desperdigar miles de trozos de satélites, que son muy pequeños pero van a mucha velocidad, y estos trozos son como balas, entonces van a destruir muchos satélites que van a generar más trozos, y van a destruir más satélites”, explica la ingeniera aeronáutica y doctora en mecánica de fluidos por la Universidad Carlos III.
“Esto implicaría que nos quedemos sin GPS, sin aplicaciones de telecomunicaciones, no podríamos tomar imágenes de la tierra. Sería un desastre para la humanidad”, agrega. Pero, en su opinión, no se resuelve evitando lanzar más satélites, sino “haciendo tecnologías que permitan a los satélites cambiarse de órbita, poder reaccionar en el espacio y tener maniobrabilidad”.
“Estamos en un momento histórico para el sector espacial [...]. Más de 3.000 satélites se lanzan cada año, y yo creo que hay que aprovechar esto para mejorar a la sociedad y hacerlo de una forma sostenible. Hay que regular, no puede ser que las empresas lancen y no haya ningún tipo de control”, concluye Correyero.