¿Qué hace que una biotecnóloga leonesa dedicada a la investigación del cáncer termine como candidata a viajar al espacio? Durante la celebración en Madrid del primer centenario de Merck en España, Sara García Alonso, investigadora del CNIO desde 2019 y miembro de la reserva de astronautas de la ESA, dejó claro que lo importante es no ponerle fronteras a la curiosidad. “Realmente no soñaba con ser astronauta ni científica”. Lo que García Alonso sí albergaba era una curiosidad inmensa. “Quería un trabajo que fuera distinto cada día; que retara a mi ingenio y a mi creatividad y me permitiera avanzar en conocimientos que mejoraran la vida de la gente”.
Pero, ¿cómo ver cumplido ese anhelo? García Alonso cita el “caminante no hay camino, se hace camino al andar”, de Antonio Machado (rematado con la música de Serrat décadas después). “La clave es dar un primer paso en la dirección de aquello que nos motiva. Nosotros creamos el camino, pero transitarlo correctamente exige vaciar de piedras la mochila: baja autoestima, miedo paralizante… a cambio, es mejor llenarla con valentía, pasión, aprendizaje continuo, esfuerzo y empatía”.
Vocación investigadora
Tras licenciarse en biotecnología, encontró en la investigación del cáncer la doble motivación que buscaba. Por una parte, como conjunto de enfermedades complejo, el cáncer requiere la colaboración multidisciplinar y trasversal de miles de científicos. Por otro lado, el objetivo del trabajo es mejorar la vida de las personas. “Tengo la suerte de ser parte del CNIO, donde estoy rodeada de científicos y científicas brillantes. El día a día es una carrera de fondo, con nuevos retos, preguntas sin fácil respuesta, experimentos que no salen o problemas de financiación”. Pese a todas estas dificultades, Sara García Alonso asegura que “siempre es demasiado pronto para rendirse”.
Y aunque admite sentirse “orgullosa” de su trabajo, en 2021 surgió una oportunidad ante la que no pudo mirar hacia otro lado. La Agencia Espacial Europea (ESA) no abría un proceso de selección similar desde 2009. “Si mi pasión es la investigación oncológica, ¿para qué presentarme? Decidí lanzarme una vez conocí los detalles”. A García Alonso le sorprendió descubrir que lo que la ESA ofrecía a los pocos elegidos entre más de 23.000 candidaturas se parecía mucho al trabajo de sus sueños: sacar adelante proyectos científicos complejos, trabajando codo con codo con otros profesionales bajo un enfoque multidisciplinar y multicultural. “Había algo más, imposible en el laboratorio: llevar a cabo toda esa actividad desde el espacio, mirando la pálida canica azul que es la Tierra, pero despojada de fronteras”.
“Me puse la mochila y di el primer paso”, recuerda. “El objetivo no era tanto resultar elegida como retarme; ver qué lecciones aprendía, a qué personas conocía”. El proceso duró 18 meses y estuvo dividido en 6 fases en las que fue sometida a todo tipo de pruebas y exámenes psicológicos, de inteligencia, médicos… “Según eran descartados otros candidatos, crecía la presión por llegar hasta el final”. El día que recibió la llamada del director general de la ESA para informarle de que lo había logrado, sintió que, incluso sin haber llegado tan lejos, habría merecido la pena.
El siguiente paso
Para que Sara García Alonso participe en una misión espacial “es necesario empujar la Marca España en muchos sentidos”. La científica involucra a centros de investigación, universidades, sector industrial, empresas “que apuesten fuerte por el I+D” y un Gobierno que crea en la ciencia como primera piedra de un futuro más próspero.
En su opinión, una misión espacial científica tiene a día de hoy una importancia máxima desde diferentes ópticas. “Cada uno de estos astronautas lleva cabo entre 200 y 300 experimentos a los largo de la misión”. Esta alta productividad tienen una explicación. “El ambiente de microgravedad es único. Las propiedades cambian y se abre un abanico inimaginable de posibilidades. Podemos lograr avances en materiales disruptivos, nuevos fármacos, fuentes de energía o nanotecnología”.
Sara García Alonso pone en valor la relevancia de los hallazgos mucho más allá del ámbito aeroespacial. “El sector genera tecnología trasversal que termina llegando a todos los sectores, mejorando nuestras vidas y creando puestos de trabajo cualificados”. Además, la aventura espacial mantiene intacto su atractivo para motivar a las nuevas generaciones a “avanzar en los límites del conocimiento mientras fomenta la cooperación global y las vocaciones STEAM”.
La biotecnóloga concluía ensalzando el “enorme” talento científico de España. “Pese a desafíos como la falta de financiación adecuada, nuestro personal científico sigue destacando a nivel mundial. Para acelerar la llegada de nuevos avances que marquen la diferencia y mejorar la salud de las personas y el planeta, hay que apostar por la investigación y el desarrollo. Debemos fomentar el talento animando a los jóvenes a dejarse llevar por la curiosidad, un motor que puede llevarnos más allá de este planeta”.