Un reciente estudio de la Universidad Johns Hopkins advierte de la proliferación de algas unicelulares recubiertas de carbonato cálcico en el Atlántico Norte. Este trabajo tiene acento español, ya que entre los investigadores que han realizado dicho trabajo, publicado en la revista Science, se encuentra Sara Rivero Calle, licenciada en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid.
“Nuestro estudio muestra un aumento en la presencia de un tipo de alga microscópica llamada cocolitóforo”, afirma la científica española. “Este tipo de microalga, como las plantas, realizan fotosíntesis, lo cual significa que toman el dióxido de carbono y la energía solar para producir materia orgánica, crecer y reproducirse; pero tiene la peculiaridad de que además se rodea de un escudo de placas de carbonato de calcio (tiza) –continúa-. Cuando el alga muere, las placas de carbonato, al ser mas pesadas, tienden a hundirse en el fondo del mar, lo cual es una forma de transportar carbono de la atmósfera al fondo del mar”. Estas algas podrían ayudar a mitigar el problema del aumento de dióxido de carbono.
Según su trabajo, sólo determinados grupos de microalgas han proliferado, mientras que otras han disminuido. Estos cambios son ser más significativos de lo que puede parecer en un primer momento. Tal y como señala Rivero, “cuando hay cambios en la base de la cadena trófica (el fitoplancton), vamos a ver cambios en la productividad del océano, entre otras cosas, cuánto y qué tipos de pescado van a ser mas abundantes”, lo cual “puede tener importantes consecuencias socioeconómicas para muchos países”. “No sabemos con certeza quien se come a los cocolitóforos, pero si sabemos que una disminución en diatomeas es probablemente malo para la industria pesquera”, añade.
Cuando se le pregunta por sus próximos retos, ella afirma que le gustaría utilizar todo el conocimiento de los datos históricos para mejorar las técnicas de detección de plancton por satélite. También se plantea “invertir estos conocimientos en mejorar la forma en que se representan los grupos de fitoplancton en los modelos biogeoquímicos a nivel global”. “Estas dos vertientes nos ayudan a entender tanto los efectos del cambio climático en la productividad primaria del océano, como la mediación de estos en el ciclo del carbono y el clima”.
EE.UU. Vs. España
Durante el cuarto año de licenciatura, Sara disfrutó de una beca Erasmus en la Universidad de Génova, donde se especializó en cursos de biología marina, obtuvo la licencia de buceo y pasó el verano trabajando en un proyecto sobre esponjas del Mar Rojo que constituyó su tesina de investigación para el grado en España. Su pasión por la biología marina y este nuevo interés por las esponjas de arrecife le condujeron a realizar un master en oceanografía biológica en la Universidad de Puerto Rico.
Afirma que llegó a Estados Unidos “un poco por azares de la vida”. Cuando estaba estudiando en Puerto Rico, se enteró de que había un investigador de la Johns Hopkins que estaba buscando estudiantes de doctorado con formación en teledetección. “Esta es una de las mejores universidades de EE.UU. (sobretodo es famosa en medicina) y nunca pensé que podría estudiar aquí, pero me dije: ‘voy a enviar mi solicitud y, si me escogen, allá voy’; y aquí estoy”, afirma.
La gran diferencia entre su país de origen y Estados Unidos es que en este último “no hay limites, los limites te los pones tú”. “Aquí tienes una idea y tratan de hacerla realidad; si no tienes dinero, lo buscas; si no sabes como hacer algo, aprendes; si nadie lo ha hecho nunca, hazlo –afirma Rivero Calle-. Otra gran diferencia es la burocracia que hay en España para cualquier cosa; aquí hay mas flexibilidad y menos papeleo para casi todo”.
También considera “que la ética en el trabajo es mucho mejor en EE.UU.”. “No digo que no haya nada de corrupción, ni plagio, pero creo que los valores de ética en el trabajo me parece que son mejores”. “También todo el tema de papeleo y burocracia, pero, sobretodo, como decía antes, en Estados Unidos, si nadie ha hecho lo que tu quieres hacer, lo ven como algo bueno y posible, mientras que en España muchas veces nos autolimitamos con las cosas nuevas”.
Sin embargo, también pueden aprender mucho los investigadores americanos de la labor que realizan los científicos en España. “En EE.UU. y en particular en muchas universidades privadas, a veces se tienen tantos medios al alcance que no se dan cuenta de que se puede hacer buena ciencia con pocos recursos”, afirma Sara Rivero. Ella señala que en ocasiones “las cosas mas sencillas y económicas bastan”. “En la universidad publica española tuve muchos buenos profesores que se las ingeniaban para enseñarnos los conceptos sin tener que invertir mucho dinero en experimentos caros, que nos organizaban excursiones de campo (de las que aprendí muchísimo) al alcance de todos los bolsillos”, dice.
Tras la experiencia vivida en tierras americanas, la investigadora de la Universidad John Hopkins expresa su gratitud con el sistema universitario español. “Pude estudiar en la universidad pública a unos precios que no me han endeudado para toda la vida, como ocurre en EE.UU.”. Ella advierte de que “el sistema de educación americano no es sostenible”. “Me da pena que la educación universitaria sea un lujo que no está al alcance de todos”.