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Silvia Sánchez-Serrano, miembro del Grupo de Investigación Cultura Cívica y Políticas Educativas de la Universidad Complutense de Madrid

“Durante la infancia, jugar es tan importante como la alimentación”
Silvia Sánchez-Serrano
Silvia Sánchez-Serrano, miembro del Grupo de Investigación Cultura Cívica y Políticas Educativas de la Universidad Complutense de Madrid.

Una dieta lúdica equilibrada permite a los niños y a las niñas ser más empáticos, colaborativos y capaces de resolver problemas de su entorno según el estudio “La contribución del juego infantil al desarrollo de habilidades para el cambio social activo”, realizado por la Universidad Complutense de Madrid (UCM), la fundación Ashoka, UNICEF e IKEA que explora los hábitos del juego infantil en España y su contribución al desarrollo de habilidades para el cambio social.

El análisis ha detectado que el juego favorece las destrezas que hoy pueden considerarse necesarias para que en un futuro estos niños y niñas contribuyan a cambiar la sociedad como “changemakers” (agentes de cambio): la creatividad, la empatía, la resolución de problemas y la cooperación, estas últimas relacionadas además con la socialización.

Silvia Sánchez-Serrano, miembro del Grupo de Investigación Cultura Cívica y Políticas Educativas de la UCM y coautora del informe explica a este medio que para que la actividad lúdica en la infancia resulte positiva, niños y niñas deben disponer de oportunidades diversas de juego. “Jugar es una actividad principal que contribuye a su desarrollo pleno e integral”, dice la investigadora, y añade que el papel del adulto para que la infancia “juegue mejor” consiste en dar respuesta a esa necesidad –ya que el ser humano tiende al juego de manera natural- ofreciendo y garantizando diferentes experiencias de juego.

Así, los resultados del estudio sugieren también que el juego infantil es tan importante como la alimentación. Junto a la ya conocida pirámide alimenticia, presenta “la pirámide del juego infantil” para fomentar una “dieta lúdica equilibrada”, principalmente a partir de una correcta distribución de tiempos, hábitos y tipos de juego para que todas las niñas y niños practiquen diferentes habilidades y la sepan poner “en acción” para entender y resolver los retos de su entorno.

Con juegos inclusivos con niños con capacidades diferentes, cocina en familia, deportes en equipo, puzles o rompecabezas, en esta pirámide se distribuyen, de abajo a arriba, los escalones de la empatía como base, seguida de otro escalón con creatividad, cooperación, resolución de conflictos y pensamiento lateral y, por último el escalón de changemaking para transformar el entorno. Sánchez-Serrano recuerda que el juego es la actividad “por excelencia” de la infancia. “A través de él, niños y niñas se aproximan al mundo, y por medio de las herramientas que el propio juego les ofrece, consiguen comprender e interpretar su entorno”.

La investigadora incide en que las conclusiones del estudio llevan la importancia otorgada al juego a otro nivel, más allá de la satisfacción y el disfrute que proporciona la actividad lúdica. Y es que, jugando, los pequeños “aprenden a resolver conflictos a nivel individual y colectivo, a cooperar de forma empática y a llegar a acuerdos, (sobre todo a través de aquellos juegos que implican establecer y respetar normas)”. Según la coautora del estudio, estas y otras capacidades señaladas en el informe, coinciden ampliamente con las que la sociedad requerirá a la infancia para afrontar los retos futuros y poder convertirse en agentes activos de cambio social. Una percepción que coincide con la de Ana Sáenz de Miera, directora de Ashoka España, que destaca que cuando un niño se convierte en changemaker acabará siendo no solo un “ciudadano más responsable y activo, sino una persona con más probabilidades de éxito profesional".

El análisis se ha realizado a partir de sendas fases de investigación y trabajo de campo durante los dos últimos años. En este último, los instrumentos de recogida de información han sido tres cuestionarios y seis grupos de discusión en los que han participado 1.242 niños y niñas de entre 3 y 12 años en diferentes puntos del país, con aproximadamente 2/3 de la muestra situados en la franja de 6 a 10 años. Los grupos de discusión se hicieron en centros escolares con chicos y chicas agrupados por franjas de edades, de 3-6, 6-9 y 9-12 años.

¿DÓNDE JUGAR?

El hogar es el espacio de juego más habitual para el 44,7% de los encuestados. Los expertos advierten de una pérdida progresiva de espacios y tiempos libres para el juego de los más pequeños en las sociedades modernas, percibiendo un cierto abuso de las extraescolares.

A este respecto, Sánchez-Serrano apunta que el juego en espacios abiertos ofrece la experiencia mas amplia de juego libre. “En la calle surge el juego espontaneo con los iguales, y capacidades como la colaboración y la inclusión se ven intensamente favorecidas. Actualmente, son varios los factores que limitan la experiencia de juego exterior (inseguridad, falta de tiempo de las familias, actividades extraescolares…) y cuando este tiene lugar lo hace en espacios estrictamente delimitados y acotados fundamentalmente por motivos de protección”.

En ciudades como Madrid no faltan los parques, pero la administración puede hacer más para fomentar el juego en la calle.

La investigadora reconoce que la vía pública no ofrece las mismas posibilidades de juego que en el pasado por lo que la intervención de la administración pública resulta fundamental. “Aunque en arquitectura urbana cada vez se ponen en marcha más medidas que favorecerán las oportunidades de juego (peatonalización de calles, acondicionamiento de plazas y avenidas…) aún existen ajustes por realizar”. Añade que la solución a esta problemática no pasa exclusivamente por crear zonas y espacios de juego acotados dentro de las ciudades, “si no que conviene que en el diseño urbanístico de éstas, se tenga en cuenta a los niños y a las niñas como ciudadanos de pleno derecho dando respuesta a sus intereses y necesidades. No olvidemos que, desde el 20 de noviembre1989 el juego es un derecho de la infancia y como tal debe ser garantizado”.

En esa línea Lucía Losoviz Adani, responsable de Políticas Locales de Infancia y Participación de UNICEF Comité Español añade que “los niños deben jugar en cualquier parte y en todas partes. Desde UNICEF, a través de nuestro programa Ciudades Amigas de la Infancia, instamos a las ciudades a convertirse en espacios protectores y que animen al juego, siempre teniendo en cuenta las opiniones de los propios niños, niñas y adolescentes”.

IKEA diseña juguetes pensados para disfrutar en el hogar, lugar donde los niños juegan mayoritariamente.

Para ese elevado porcentaje de pequeños que juegan sobre todo en casa, Arturo García, director de Sostenibilidad de IKEA en España explica que en los planes de la compañía sueca está seguir impulsando iniciativas y productos “pensados para ayudarles a crear mejores dinámicas de juego en sus hogares y contribuir así a mejorar su día a día y desarrollo”.

JUGAR CON PAPÁ Y MAMÁ (¿Y CON LA TABLET?)

Según el estudio, más del 80% de los niños y niñas españoles están satisfechos con la cantidad de tiempo de juego aunque todos afirman querer más y que solo 10,3% menciona a sus padres y madres como compañeros habituales de juego, manifestando la mayoría que les gustaría jugar más con ellos.

Silvia Sánchez-Serrano recuerda que el papel de madres y padres en el juego de sus hijos/as es fundamentalmente el de facilitar la propia experiencia lúdica, ofreciendo tiempos y espacios óptimos para que esta se desarrolle adecuadamente. En cuanto al juego en familia, explica que su misión consiste sobre todo cumplir una función afectiva, de fortalecimiento de vínculos y de cohesión entre padres e hijos.

Los niños y niñas que han participado en el estudio señalan sobre todo el escaso tiempo que pasan con sus familias. Si la actividad fundamental de la infancia es el juego, el que sea en ocasiones compartido con padres y madres, será la oportunidad para que ese tiempo en familia que los niños y niñas demandan, aumente”.

En cuanto a la progresiva inclusión en este tiempo de juego de las nuevas tecnologías, con los dispositivos móviles a la cabeza de un determinado ocio infantil, la investigadora considera que, dado que es innegable que las tecnologías están integradas por completo en nuestras vidas, la cuestión ahora es cómo gestionar su uso, sobre todo en edades tempranas. Cree que es crucial el papel del adulto como mediador entre esta tecnología y los usuarios que se introducen en ella.

“Estos usuarios, a diferencia de nosotros los adultos, son nativos de estas tecnologías, un aspecto que establece una considerable diferencia entre educadores y educandos. Los modos de expresión y comunicación, e incluso las formas de aprendizaje se han visto modificadas a través del uso de ciertos artefactos que, sin duda, tienen sus positividades. Pero insistimos en la importancia de que su uso sea mediado por los diferentes agentes educativos, quienes deben a su vez recibir una adecuada alfabetización en este ámbito. No se trata pues de demonizar a estas nuevas formas de comunicación, si no de gestionarlas adecuadamente para aprovechar sus posibles beneficios”.

Para Sánchez-Serrano resulta difícil establecer hitos temporales sobre cuándo comenzar a utilizar ciertos dispositivos. “Lo importante es que en el momento en el que se introduzcan exista la madurez suficiente por parte de los futuros usuarios y que, en ningún caso, se sustituya el uso de herramientas que favorecen otras destrezas igualmente necesarias para la infancia”, concluye la coautora del estudio.

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