SimpliRoute: la startup chilena que aficienta los procesos logísticos de las empresas con inteligencia artificial

Álvaro Echeverría, CEO de la empresa, explica a Innovaspain cómo su herramienta reduce significativamente los costes de transporte así como las emisiones CO₂
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Álvaro Echeverría, CEO de SimpliRoute, y su socio Eyal Shats (izquierda).

Álvaro Echeverría, CEO de SimpliRoute, es un apasionado de las matemáticas y cómo aplicarlas en la realidad para mejorar las vidas de las personas. Durante sus años en la academia, creó una herramienta basada en inteligencia artificial para eficientar las rutas de los bomberos de la región metropolitana de Santiago de Chile. Su algoritmo redujo en un 40 % los tiempos de llegada a los incendios y permite al Cuerpo, aún hoy, salvar 1.400 vidas cada año. Fue en ese momento donde se topó con un pensamiento que sería el germen de su startup: “Esta investigación académica termina en un paper, eso no lo lee nadie. ¿Por qué no hacer algo más real que también afecte positivamente al día a día de la gente?”.

Tras plantearse esa pregunta, Echeverría conoció a su socio, Eyal Shats, quien ya estaba inmerso en el mundo del emprendimiento. El siguiente salto de su herramienta —que toma la información de los GPS y calcula rutas eficientes con base en una predicción del tráfico—, sería el mundo de la logística. Fue así como nació la firma en el año 2014. El crecimiento empezó rápido. “Fue un buen momento, la verdad, porque coincidió con el boom on demand de Rappi, UberEats y demás”, explica, al hablar de sus primeros éxitos en las rondas de inversión.

“Caímos muy bien en el mundo de inversiones”, cuenta, porque vieron una oportunidad de mejora en lo que aquellos gigantes emergentes estaban haciendo. “Son poco eficientes e impactan en el ecosistema porque generan mucho CO₂. ¿Cómo podrian ser más sostenibles?”, se preguntaron. Al capital le gustó la respuesta: en 2015, el par se mudó a  Mountain View, California, y trabajó con 500 Startups, una de las firmas de capital de riesgo más importantes en Silicon Valley.

El año siguiente, Echeverría y su socio empezaron su primera ronda de inversión y levantaron medio millón de dólares. Dos años más tarde, en 2018, consiguieron otro más en la segunda. Sin embargo, el despegue de SimpliRoute, según cuenta el CEO, comenzó a notarse en 2019 cuando llegaron a México, uno de los mayores mercados en América Latina.

La herramienta es sencilla de manejar. Todo empieza desde la plataforma, donde la empresa ingresa la información de su operación de entrega y presiona un sencillo botón para optimizar. El sistema le entregará una ruta y un número de camiones, según sus necesidades. Esta información se transmite a los conductores a través de una app que les permite seguir la ruta, y registrar todas las pruebas de entrega o incidencias.

Los receptores también tienen acceso a la información en una interfaz sencilla que despliega un mapa y el GPS de los vehículos. De esta forma, pueden ver dónde va su pedido en tiempo real.  “Queríamos ofrecer una herramienta 360 que funcionara tanto para pequeñas y medianas empresas, como en grandes retailers”, comenta Echeverría.

Llegó la pandemia y la vivieron con una combinación de suerte —algo así como estar en el lugar correcto en el momento indicado— y recogida del fruto resultado del trabajo duro de los últimos años. “Fue un poquito la tormenta perfecta”, explica el empresario. “Veníamos creciendo, teníamos un producto bastante robusto (…) la pandemia cambió todo positivamente”, rememora Echeverría. Tras la irrupción del coronavirus, el número de clientes de la startup chilena pasó de los 200 a los 1.100 y el equipo de 40 a 150 miembros. La firma trabajó de la mano con gigantes de los grandes almacenes como la mexicana Liverpool, la estadounidense Walmart o la chilena Falabella.

En pocas palabras, SimpliRoute supo adelantarse a los tiempos convulsos en el suministro que dejó tras de sí la pandemia y que orilló a muchos negocios despistados a abrazar el mundo del comercio electrónico y las entregas a domicilio. “El de la logística es un mercado bien tradicional; no está tan acostumbrado a la tecnología y por lo mismo, no invierte tanto”, asegura Echeverría. La pandemia obligó al sector a moverse hacia este tipo de herramientas.

Pero no todo queda ahí. La tecnología creada por Echeverría tiene dos patas: por un lado, está el impacto económico positivo que supone para una empresa poder eficientar sus tiempos de entrega (como cuántos camiones tener en su flota y ahorrar los costes). Por otro lado, esta optimización también ayuda a reducir emisiones CO₂.

“En promedio, nuestros clientes utilizan un 10 % menos de vehículos, y ahorran de media el 30 % del coste logístico, con menos gasolina, menos horas extras, menos gente en calle. Además, reducen en un 80 % el tiempo para crear rutas”, remacha el CEO. Esto se traduce en un 30 % menos de emisiones, según las estimaciones del chileno.

La empresa cayó con el pie derecho en un sector que para Echeverría sigue viviendo en los años ochenta. “La logística tiene necesidades muy reales para aplicar inteligencia artificial. Es tan complejo el proceso que hay que automatizar muchas cosas. Solo creo que estamos haciendo cosas de las que muy pocas empresas son capaces”, concluye. SimpliRoute también prepara informes de sostenibilidad para que sus clientes los certifiquen en sus áreas de RSC.

Echeverría mantiene el espíritu social y académico con el que nació SimpliRoute. “Queremos de alguna forma tener un impacto real en el mundo”, zanja y explica que la premisa de la empresa sigue siendo democratizar el acceso a la inteligencia artificial en Latinoamérica. Su equipo ha creado millones de algoritmos que procesan todo tipo de datos, lo que finalmente se traduce en información en tiempo real que las empresas pueden usar para mejorar mucho su negocio.

Pero más allá del ámbito empresarial, SimpliRoute comparte su software con Universidades y centros de educación técnica para que los alumnos tengan una herramienta funcional con la que aprender. Durante la pandemia, según cuenta el empresario chileno, también permitieron que los gobiernos de Perú, Chile y Colombia accedieran a su plataforma para planificar mejor el muestreo para las pruebas de coronavirus sobre el terreno.

La empresa también mantiene sus raíces latinoamericanas. Tiene clientes en 26 países. Principalmente en Chile, Argentina, Perú, Colombia y México. Pero esto también supone un reto: la información de direcciones y ubicaciones en la región es incompleta y no está homologada. “Es extremadamente complejo”, explica Echeverría, “las direcciones son del tipo ‘esquina del local tal con tal local’, nadie habla de calles”. Este problema fue un desafío que la empresa debía resolver. “Las soluciones de Geo Coding, como Google Maps, no lo abordan porque no es un problema para los gringos”, añade el chileno. En Estados Unidos los códigos postales son precisos y homogeneizan la localización.

Para solventarlo, el equipo puso en marcha algoritmos de Natural Language Processing que analizan el texto de una dirección, generan un comportamiento y tratan de limpiarlo para ubicar los destinos correctamente. “Ese desafío, al final del día, termina traduciéndose en que mejoramos las geo-referencias”, asegura el chileno, “pasamos del 60 % de precisión de Google Maps a un 95 %”. Esto es algo que le da valor a la compañía, según la visión del CEO “Empiezas a crear cosas que son de altísimo valor. Así, cuando vas a Estados Unidos es super sencillo competir porque vienes de un mercado mucho más difícil”, concluye.

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