Los trágicos incendios que desde hace semanas asolan territorios tan distantes como California, la Europa Mediterránea o Siberia hablan del efecto destructor del cambio climático, un tema que está sirviendo de nexo de unión entre países de todo el mundo. Hasta el momento, son 191 las naciones que han ratificado el Acuerdo sobre el Clima de París y los dos líderes mundiales que son Estados Unidos y China han expresado su voluntad de acelerar la neutralidad en carbono y la sostenibilidad en fechas más cercanas a las que antes se barajaban. Por su parte, la Unión Europea, se ha marcado el objetivo de ser neutra en carbono en 2050.
Desgraciadamente, para demasiados la sostenibilidad no deja de ser un nuevo paradigma creado para rellenar vacíos teóricos y desarrollar elementos de marketing; nada más alejado de la realidad. La sostenibilidad es una necesidad y parte de la urgente necesidad de ordenar la vida del planeta de forma distinta, haciendo prevalecer el respeto a lo que nos rodea y terminar con el uso abusivo de los recursos naturales, además de crear canales que permitan eliminar todas aquellas actividades que interfieren en el clima, que es el gran reto que tenemos.
Puede decirse que, a pesar de tener una sensación de que el tema nos inunda, no es así. Tenemos un déficit de acción importante y, lo que es peor, un retraso enorme para abordar aquellas medidas que pueden hacer que frene el devastador cambio climático. En un reciente informe de Boston Consulting Group (BCG) destacan el enorme gap existente entre las inversiones reales y las inversiones necesarias en tecnologías necesarias para lograr el objetivo del cero neto.
Los investigadores de la consultora estiman que, frente a los 37.000 millones de dólares invertidos en 2020, la estimación realizada sitúa entre 90.000 millones y 210.000 millones las necesidades reales para lograr cambiar la tendencia de las emisiones de forma necesaria para lograr el objetivo.
Por eso hace hincapié el informe citado en la necesidad de que los gobiernos emprendan acciones decididas para generar que la inversión se mueva hacia aquellas necesidades que pueden frenar el cambio climático, ante las barreras que hay para que sea la inversión privada la que genere esa inversión necesaria. Ya lo hicieron China y Corea del Sur en sectores como el fotovoltaico y las baterías de iones de litio.
Lo ha hecho también la Unión Europea, señala el informe, con la puesta en marcha de un fondo climático de 10.000 millones de euros con el objetivo de llevar al mercado soluciones industriales para descarbonizar Europa y apoyar su transición climática. Es decir, hay que promover acciones que facilitan la investigación, el desarrollo y la implantación de la tecnología necesaria para acelerar los programas que frenen, en lo posible, el cambio climático.
En este sentido, la sostenibilidad es lógico que se convierta en el eje de desarrollo de las acciones que terminaran en innovaciones y el gran futuro para el desarrollo adecuado. Como señalan los autores del informe, “el reloj climático no está de nuestro lado”. Hay urgencia y ya hemos visto como esa urgencia hace milagros en los plazos de investigación y puesta en marcha de soluciones, como lo ha demostrado la lucha contra el COVID-19. Llegamos tarde pero, a pesar de eso, ahora es el momento. El empleo también lo agradecerá.