El pasado 23 de abril no solo fue el Día del Libro, que dio pie al anterior artículo, también era el 15º aniversario de la fundación de Spotify, el primer unicornio europeo. Entonces Daniel Ek, su fundador, tenía 23 años. Recuerdo esta efeméride porque terminaba en el artículo hablando de los futuros emprendedores, investigadores, directivos y toda la gente que va a dar continuidad a esta revolución tecnológica de la que la empresa sueca ha sido un gran y buen ejemplo.
Hay muchas empresas nacidas en este siglo, pero la difusión de la música es un cambio especial y, además, es europeo, casi una novedad en este mundo. La actualidad nos enseña todos los días que los grandes avances se producen en China o en Estados Unidos y, por primera vez, con otro referente de su nivel y con una Europa que está quedando bastante alejada, quizá por un exceso de burocratización, de la marcha infernal impuesta por los dos colosos citados.
La generación Spotify es en la que debemos confiar para superar ese bache que nos aleja a los europeos de los grandes momentos de la innovación, y por eso es bueno disfrutar de uno de ellos que, aunque no es el único, es muy representativo. Por lo que se refiere a España, nuevas operaciones parece que señalan que se fijan en nosotros. Están sucediendo operaciones importantes y eso es bueno porque llama la atención de inversores.
Los cambios van a ser brutales y solo esta generación tan “musical” será capaz de comprenderla y adecuarse a ella. Leía el otro día en The Next Web la capacidad para crear imágenes a través de las ondas de sonido en un proceso similar al de los murciélagos. Solo es un ejemplo de cuestiones relacionadas con investigaciones que somos incapaces de imaginar. Todos los días hay nuevas cosas que irrumpen entre nosotros, que no las conocemos, pero que nos hace cambiar.
Como en la música, y por eso me acordaba de Spotify, todos los días hay nuevas canciones; la creatividad aumenta a una velocidad que nunca nos habíamos imaginado. De pronto nos encontramos sumergidos en la paradoja de que lo complicado se resuelve mejor que lo sencillo.
La conclusión, paradójica pero no negativa, abre nuevos caminos a la imaginación y al trabajo. Siempre hablamos de la formación en la digitalización pero no olvidemos que, junto a ella, hay otros tipos de educación en lo manual, que seguirán siendo imprescindible. Probablemente, la consolidación del coche autónomo acabe con la profesión de conductor, pero se necesitarán muchos más mecánicos. La historia demuestra que la aparición de nuevas tecnologías ha demolido empleos pero ha facilitado otros nuevos. Es verdad que la demografía no era la misma, pero habrá soluciones ahora impensables. Ser pesimistas ayuda poco.