Por Antonio García Zaballos. Esta columna fue publicada originalmente en el blog Puntos sobre las i
En plena crisis pandémica por el nuevo coronavirus, la tecnología puede ser un aliado clave para lograr mejores resultados, tanto para reducir su propagación como para la mitigación y reducción de sus impactos.
Con una penetración móvil cercana al 100 % y una penetración de smartphones del 45 %, América Latina y el Caribe (ALC) tiene un arma poderosa para combatir esta pandemia que está provocando cambios que probablemente se conviertan en estructurales en nuestra realidad socioeconómica. Efectivamente, la conectividad y el acceso a la tecnología que hoy tenemos, sumados a la coordinación público-privada, pueden convertirse en nuestro “SWAT Team” para prevenir y mitigar el COVID-19, y ayudar a recuperar el desarrollo económico y social de nuestra región.
Coronavirus y la tecnología en Corea
La experiencia de países como Corea en el tratamiento de esta emergencia sanitaria demuestra que a través de soluciones tecnológicas como la que describiremos a continuación se puede lograr aplanar la curva de crecimiento del número de personas afectadas con el coronavirus. Este resultado se basa en dos pilares fundamentales: la identificación de las personas afectadas y la separación de estas (distanciamiento social) al igual que las moléculas de aceite se separan de las moléculas de agua.
En una primera etapa resulta fundamental identificar y tener controladas a las personas que entran en el país procedentes de otros destinos afectados o bien ubicar a aquellas personas que actualmente están ubicadas en áreas geográficas dentro de un país que ya están afectadas con el virus. Para lograr esto, es necesaria una coordinación público-privada entre gobiernos y empresas de tecnología, que permita, a partir de soluciones ágiles como las aplicaciones móviles, que los ciudadanos realicen (como parte de las medidas definidas por las autoridades) una autoevaluación de salud a través de preguntas sencillas, similar a lo presentado en la siguiente figura, y tal como lo implementó Corea en el momento que alcanzó los 1.000 casos.
A través de esta aplicación, los ciudadanos tenían que identificarse y responder a preguntas básicas como:
- ¿Ha tenido fiebre superior a 37,5º C ?
- ¿Tiene usted tos?
- ¿Siente que le cuesta respirar?
Con estas y otras preguntas, sumado a un monitoreo continuo a lo largo de la duración de la cuarentena, las autoridades pudieron recolectar información fundamental sobre el número de nuevos casos, y con esto acotar y delimitar las personas del entorno. Y más importante aún, ubicar dichos casos.
Información y mitigación con tecnología en América Latina y el Caribe
Si bien en el caso de Corea esta aplicación se implementó en los accesos migratorios al país, es algo que se podría hacer de forma inmediata en los países de ALC, tomando información de los ciudadanos y respondiendo a los mismos cuando los síntomas derivados de la autoevaluación resultaran positivos en dos días consecutivos. La introducción de esta medida como parte de las acciones de los gobiernos en la región supondría, por un lado, reducir el número de visitas innecesarias a los hospitales al tiempo de acotar geográficamente el problema para definir acciones específicas dirigidas a la mitigación.
La buena noticia es que algunos países de la región están aprendiendo rápidamente de estas experiencias. Por ejemplo, el 20 de marzo, el gobierno de Uruguay lanzó una aplicación de este tipo y realizó una fuerte campaña de comunicación para promover su difusión y uso. Esta solución supondría, además de la instalación de la aplicación como medida obligatoria a lo largo de los 14 días de cuarentena, contar con un equipo de big data y análisis en el Gobierno, el cual realizará un seguimiento de las estadísticas y llamadas a los ciudadanos que presenten síntomas como parte del ejercicio de autoevaluación. Pero la tecnología, además de apoyar en la fase de prevención, también podría ser un aliado importante en la fase de mitigación pues uno de los grandes desafíos es que las personas sean consistentes durante las próximas semanas en sus acciones de distanciamiento social.
Dado que los celulares están conectados a antenas móviles que permiten identificar mediante triangulación la ubicación exacta de las personas, estos dispositivos podrían lanzar mensajes de alerta tanto a los ciudadanos potencialmente infectados para que volvieran a la situación de aislamiento bajo implementación de multas o sanciones específicas. Es más, cuando esto ocurriera, los operadores de telefonía móvil podrían enviar mensajes tanto a los servicios de emergencia 911 como a las fuerzas de seguridad para garantizar el aislamiento y el no contagio a otras personas. Es importante tener en cuenta que estas medidas de emergencia sean implementadas dentro de un contexto legal donde los derechos a la privacidad de los ciudadanos sean tomados en consideración para que no ocurran abusos por parte de gobiernos y empresas.
El ejemplo presentado demuestra el potencial de las tecnologías digitales, la conectividad y los datos para el desarrollo socioeconómico y para la gestión de situaciones de crisis. Existe toda una batería de aplicaciones móviles y soluciones digitales en distintas partes del mundo que apoyan diversas áreas de la actividad productiva (agricultura, turismo, energía, logística) y social (salud, educación, gobierno electrónico) que además de contribuir a la reducción de la brecha digital, también contribuyen directamente a la mejora de la calidad de vida de las personas.
Como vemos, la conectividad puede ser una herramienta fundamental no solo en la prevención y mitigación, sino también en la fase de salida de la crisis gracias al aprovechamiento de la infraestructura crítica asociada a sectores estratégicos como energía, transporte (puertos, aeropuertos, etc), agua y otros, de modo a potenciar el tejido productivo y la integración regional.
Al igual que el agua siempre se separa del aceite, la tecnología tiene la maleabilidad suficiente para primero prevenir el contagio gracias a la identificación y ubicación de las personas afectadas con el coronavirus, pero también mitigar los riesgos de propagación gracias a un seguimiento monitoreado del aislamiento (distanciamiento social) de las personas contagiadas. Tenemos por tanto la oportunidad en América Latina y el Caribe de separar el aceite y quedarnos con el agua, la vida y el desarrollo. Y sobre todo mitigar los impactos de la crisis si ponemos a trabajar a la tecnología utilizando la conectividad. No hay tiempo que perder. ¿Por qué no empezar ya?