La tecnología y la salud deben ir siempre de la mano, ya que la última no puede avanzar sin la primera. Desde hace años, el sector sanitario va evolucionando de forma rápida para alcanzar a lo que hoy conocemos como “tecnología” sin más: smartphones, ordenadores, tablets, etc. Todos estos dispositivos han cambiado el mundo tal y como lo conocíamos. Pero estos también son capaces de trasladarse y complementar una materia que cada vez los necesita más para avanzar.
Es el caso, por ejemplo, de la realidad virtual. José Antonio Lozano Quilis, doctor en Informática por la Universidad Politécnica de Valencia (UPV), lo ha explicado en el evento Salud ON Me, celebrado hoy en Valencia: “cuando pensamos en realidad virtual siempre se nos viene a la cabeza el famoso casco. Pero no todo es así. A finales de los noventa ya parecía que el casco se estaba quedando obsoleto, pero ahora ha vuelto a aparecer. Muchos lo utilizan para jugar, como el Kinect de Microsoft o la Wii Balance Board de Nintendo. Nosotros lo utilizamos para ayudar a los pacientes a mejorar en su rehabilitación o para su uso en lo que llamamos psicología virtual”.
Crean una tecnología interactiva que proporciona una experiencia extrasensorial que permite al usuario (en este caso el paciente) tener un entorno digital que le ayude a mejorar. Divierte y permite la ejecución de ejercicios. Pero, además, sirve de gran ayuda para el médico, ya que se consigue un seguimiento que no sería posible con otros métodos.
En el caso de la psicología virtual, utilizan un sistema de realidad aumentado para el tratamiento de TOCs (Trastornos Obsesivos Compulsivos). “Por ejemplo, una paciente con anorexia puede verse a sí misma en una cocina donde tiene que coger diferentes alimentos y meterlos en la nevera. Después se hacen unas preguntas y se mide el nivel de ansiedad, de asco, etcétera. Es increíble, ya que si tienes trastornos alimentarios tu mandíbula empieza a masticar, aunque la manzana que se vea en la pantalla sea irreal”, ha asegurado Lozano, que además ha subrayado que para que estos productos triunfen “se necesitan pruebas de evaluación hasta que los profesionales comprendan que son imprescindibles. Todavía tenemos que estar a la expectativa”.
Otro claro ejemplo de la necesaria unión entre tecnología y salud es la impresión 3D. Todavía no se ha divulgado demasiado la importancia que tiene este producto en la sanidad. “Es una potente herramienta que mejora la calidad de vida y reduce costes. Impresión de tejidos de piel que se aplican a quemaduras (y que se pueden hacer en el mismo quirófano), impresión de tejido celular con pruebas clínicas en esófagos, impresión de tejido de hígado… y todo por un sistema que solo cuesta 2.000 euros”, ha explicado Manuel Martínez Toral, coordinador del Grupo de Diseño y Desarrollo de Producto en el Instituto de Diseño y Fabricación de la UPV.
Ya hay materiales bioimprimibles que sirven para reconstrucción de cartílagos, e incluso en EEUU un chico de 24 años se hizo una férula dental. Pero una de las aplicaciones más interesantes sea quizás la utilización de un corazón impreso en 3D que sirve para un “entrenamiento” pre-operatorio.
“Podemos conseguir una imagen plástica idéntica a la aorta de un enfermo y practicar con ella. Desde el principio hemos notado que la simulación baja muchísimo la mortalidad, ya que cualquier imperfección que no se ve en 2D sí lo hace en 3D. Facilita mucho nuestro trabajo”, ha afirmado José Anastasio Montero, cirujano cardiovascular en el Hospital de la Fe (Valencia). Un claro ejemplo de cómo una simple impresión es capaz de salvar la vida de un paciente.