Pese a su importancia social y cultural, el vidrio ha pasado de puntillas por los estudios históricos, artísticos o de conservación en comparación con la madera, la pintura, el metal o los tejidos; materiales suntuarios en piezas de elevado valor. Para tratar de cambiar esta tendencia, Teresa Palomar –doctora en Química por la UAM y Máster en Diagnóstico del Estado de Conservación del Patrimonio Histórico por la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla)- trabaja actualmente en la preservación de vidrios históricos con composiciones químicas poco estables en el Instituto de Cerámica y Vidrio (ICV-CSIC) de Madrid.
Seleccionada para formar parte de la segunda edición del programa ComFuturo de Fundación General CSIC, explica que su proyecto presenta un enfoque innovador ya que, “hasta la fecha, la mayoría de los estudios de alteraciones se han centrado en vidrieras o vidrio arqueológico mientras que sólo un pequeño porcentaje ha puesto el foco sobre el vidrio utilitario (como el crizzling)”. La investigadora añade que, además, estos trabajos suelen estar centrados en vidrios con composiciones químicas similares al célebre vidrio veneciano, sin prestar atención a otras composiciones afectadas.
La línea de investigación abierta por Palomar–en la que también colaboran Patrimonio Nacional, el Museo Tecnológico del Vidrio, IGEO (CSIC-UCM), el CENIM-CSIC y el CCHS-CSIC- es importante para la conservación del vidrio, sobre todo en el caso de los citados vidrios históricos, con una composición poco estable. “Si no tomamos las medidas adecuadas, el daño puede ser irreversible”. Tras evaluar los tratamientos más habituales de conservación, el objetivo es diseñar procesos específicos que estabilicen las capas de alteración.
“No sólo planeamos una estabilización del vidrio” -añade Palomar- “ya que también llevaremos a cabo un estudio arqueométrico de las piezas afectadas que permitirá establecer paralelismos con vidrios de la misma época procedentes de zonas de referencia (Venecia, Reino Unido o Centroeuropa) para comprender por qué estas piezas fueron fabricadas de modo tan inestable y despejar así algunas incógnitas sobre la tecnología vidriera de los siglos XVII y XIX”.
Aunque, con su incorporación, el Instituto de Cerámica y Vidrioconsolida su atención hacia patrimonio cultural, Palomar afirma que, en general, se trata de un área de investigación descuidada en España, pese a que el país sólo es superado por China e Italia en número de lugares inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO. Un escenario que casa con los efectos de la crisis que su generación aún padece. “La ciencia se paralizó, disminuyeron el número de plazas fijas y desaparecieron algunas de las ayudas nacionales como las de movilidad postdoctoral en centros extranjeros del Ministerio o el Programa JAE-Doc del CSIC”, detalla la investigadora.
Percibe sin embargo un lento resurgir de las ayudas públicas y privadas. “Muchas de las ayudas que se ofertan son para la realización de tesis doctorales, pero sólo unas pocas contribuyen a la estabilización postdoctoral y a la continuación de la carrera investigadora, y las que hay son muy exigentes debido a la acumulación de científicos de gran valía tanto en territorio nacional, como en el extranjero”.
Estas razones llevan a Palomar a poner en primera línea el apoyo de ComFuturo “en un momento muy delicado de la carrera investigadora como es la transición entre ser dirigido y empezar a dirigir”. Según la investigadora, se trata de un espaldarazo fundamental para definir no sólo su presente, sino también toda una vida profesional ligada a la investigación “dentro del CSIC, a través de un contrato Ramón y Cajal o como científico titular”.