'The Global Competitiveness Report' es una de las referencias más leídas para conocer la posición de cada país en el mundo de una forma global. En estos últimos años, España ha perdido puestos en el ranking y ocupa una posición media, pero que puede definirse como negativa porque no tiene relación con su potencia económica. Estar por encima del trigésimo lugar, no es una buena posición.
Mientras que en economía España ocupa un puesto entre los primeros quince países del mundo, este índice nos sitúa en el puesto 32º y nos vamos al 38º si nos referimos al capítulo de la innovación, un puesto demasiado atrasado si queremos estar en los países con futuro. Es decir, no pinta nada bien ese puesto a no ser que el incremento de las patentes que se está dando actualmente sea un signo que adelanta la existencia de un punto de inflexión. Lo veremos el próximo año, aunque mucho me temo que no habrá muchas novedades, porque para subir hay que abordar una reforma global de demasiadas cosas como para que tengamos mejoras en doce meses.
Como todos los años, los puntos negros de la sociedad española están en la excesiva burocratización, que es generalizada y que afecta a diversos puntos de los doce en los que se divide el estudio. El otro punto negro, que es el que nos interesa, es la insuficiente capacidad para innovar. Es un problema estructural y por eso todos los días hay que repetir que hay que profundizar en el espíritu innovador como catalizador del éxito futuro.
Ya sabemos que la estructura empresarial española es complicada por el gran porcentaje de pequeñas y medianas empresas pero, sobre todo, por el excesivo volumen de microempresas, es decir, empresas que no llegan a diez empleados. Si a esa realidad sumamos el tema burocrático y la aversión al riesgo de los potenciales inversores la dificultad no es que sea grande, es que es insuperable.
Los días 27 y 28 de septiembre hemos podido ver la elocuente exposición que ha resultado ser los Siemens Days. Nada de lo que había allí era ciencia ficción; pura realidad que adelanta lo que es la sociedad digitalizada a la que vamos. Hay muchas cosas por hacer. Las administraciones deben saber que hay demasiados temas prioritarias, pero promover este cambio es esencial. No habrá forma de resolver muchos de los problemas sociales que nos afectan si no pensamos que ahora hay que trabajar por transformar la sociedad y llevarla hacia la digitalización. Es vital para que dentro de diez años no estemos peor que ahora estamos.
Hace ya nueve años de la burbuja financiera que trajo la mayor crisis económica de los últimos 50 años. Afortunadamente, la recuperación económica ha sido un hecho, pero el esfuerzo realizado no será suficiente sino asumimos ciertos riesgos y compromisos con el futuro. En estos días se ha celebrado en Bilbao el Biotech 16, el gran evento del sector biotecnológico, punta de lanza de la innovación española; dentro de unos días comenzará el South Summit, evento central de impacto europeo en el mundo del emprendimiento y la innovación y así sucesivamente vamos a tener muchos elementos para tomar el pulso a ese ánimo social. Cada vez más notamos el gran cambio que se está produciendo, pero es necesario que las administraciones sean consecuentes y apoyen de forma real la innovación.
Tenemos ejemplos a seguir como el del País Vasco donde el apoyo a la innovación por parte de la administración autonómico ha hecho que el ecosistema innovador esté a un nivel muy alto y que de las demandas que desde las empresas se hacen haya catalizado un proceso innovador de gran calibre. Tomarlo como ejemplo en comunidades o municipios que todavía es absolutamente necesario; igual que el esfuerzo que se hace en las universidades que destacan en los rankings o en los colegios de Madrid donde todos los niños tendrán este año una asignatura relacionada con la digitalización.