Imagina vivir en un país sin televisión, ni carreteras; sin redes de tren, ni redes de ningún tipo. Así era Bután hasta el año 2000. Un país con poco más de 700.000 habitantes cuya economía a día de hoy se sustenta gracias a un turismo de ‘alto valor, bajo impacto’ (con hoteles de no menos de 3 estrellas, guía y ‘todo incluido’) y que desde hace un tiempo decidió que la modernización no necesariamente debía ir ligada a la occidentalización.
Bután ha vivido ‘a su manera’ desde que a principios de los 70 su rey, harto de que a la gente de su país se le tachase de triste e infeliz por considerarse uno de los países menos desarrollados del mundo, inventó la Felicidad Interior Bruta, un índice que mide la calidad de vida en términos más holísticos y psicológicos que el PIB y que aboga por un desarrollo con rostro humano, centrado en las personas.
Pero, ¿cómo se puede medir la felicidad de una persona? Pese a que el bienestar y el nivel de satisfacción son valores subjetivos, podemos realizar una primera aproximación a través de un cuestionario de 180 preguntas estructuradas en 9 dimensiones, que tienen que ver con: el bienestar psicológico; el uso del tiempo y el tiempo disponible; la vitalidad de la comunidad; la cultura y el disfrute del arte; la salud y el acceso a la sanidad; la educación; la diversidad medioambiental; el nivel de vida y el gobierno.
Es decir, si al PIB y al Índice de Desarrollo Humano, le sumamos la expectativa de vida, la percepción subjetiva de la felicidad y la huella ecológica, obtendremos un indicador más fidedigno de la situación y el nivel de desarrollo de un territorio.
Y si en este nuevo contexto, ¿pudiéramos medir la Felicidad Interior Bruta generada por un producto y marcar con un distintivo aquellos que maximicen nuestro nivel de felicidad, como ocurre con la eficiencia energética de los electrodomésticos? Productos rojos, verdes y amarillos, e incluso distintos niveles de intensidad dentro de cada color, reconocibles de un vistazo; de manera que, en función del color que adquiera o pueda permitirme adquirir, conozca de antemano el nivel de utilidad que me va a reportar. Cero sorpresa sí, pero, ¿quién quiere arriesgarse cuando se trata de su propio bienestar?
Hasta que esto ocurra (si ocurre), podemos tratar de definir qué es eso que maximiza el nivel de satisfacción durante el proceso de compra y qué necesidades latentes tienen los consumidores, mediante el uso de técnicas como ‘Shadowing‘ o ‘Visita de campo‘ que, basadas en la observación, nos permiten empatizar con él y prever reacciones y comportamientos futuros. Información relevante, sin duda, y de gran utilidad para diseñar productos, servicios y experiencias que contribuyan a mejorar su Felicidad Interior Bruta. Y la nuestra.