Ayer se celebró en Miajadas (Cáceres) el 60 aniversario del Grupo Solís en Extremadura. Pero esta efeméride sobre la primera empresa que apostó por el tomate frito también traía otra aparejada: se cumplían once años desde que desde Nestlé se puso en marcha el programa ‘Solís Responsable’, donde se le daba protagonismo a la agricultura regenerativa, local y sostenible. La cuestión es que Solís, hoy, se ha convertido en el gran referente de esas prácticas en una región que lidera en este tipo de cultivos.
La agricultura regenerativa, explicaron, es un sistema agrícola que tiene como objetivo conservar y restaurar las tierras y sus ecosistemas y cuenta con prácticas como la rotación de cultivos, el análisis del suelo, la instalación de setos, el uso de materia orgánica o las cubiertas invernales, entre otras, y son las que conservan y restauran estas tierras agrícolas.
Con estas técnicas, según algunos de los datos que se dieron en la presentación, se ha pasado de ahorrar alrededor de 150.000 metros cúbicos de agua en esa fecha, a conseguir en 2023 un ahorro acumulado de más de 1,4 millones de m3, equivalente al consumo diario de más de 10,5 millones de personas. Asimismo, en el período comprendido entre 2013 y 2023, se ha logrado un descenso medio de un 7% en el uso de productos de control de plagas y en un 6% en el uso de fertilizantes en los cultivos de tomate.
Entre otros datos, también se aportó que, en la actualidad, el centro productivo de Solís también es un referente directo en la economía local de Miajadas y Extremadura. “Con 4 líneas de producción y un volumen de unas 30.000 toneladas anuales, en la fábrica de tomate trabajan, de media, a día de hoy 72 personas y se calcula que su actividad aporta más de 10 millones de euros anuales en la economía de la región”. Todo ello, como siempre, desde una perspectiva regenerativa y sostenible.
Su agricultura regenerativa
Como se ha indicado anteriormente, desde Solís están fomentando la rotación de cultivos de tomate para ayudar a que los suelos no se cansen, reducir el número de plagas y aumentar el rendimiento. En estos años, los agricultores también han analizado el suelo con el fin de ajustar la fertilización.
Además, aseguraron personalidades como la directora de la fábrica de Solís, Guadalupe Gómez, se ha fomentado el uso de imágenes satelitales o de drones que proporcionan información al agricultor de manera regular sobre el estado del cultivo del tomate, los nutrientes, posibles problemas con plagas o la uniformidad en el riego. “La gran mayoría de los agricultores también están aplicando materia orgánica en sustitución de fertilizantes minerales, medida que supone mejorar la vida del suelo y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, entre otros beneficios”.
Para mejorar la calidad de los suelos, por otro lado, existe una cobertura de cultivos de invierno, con el objetivo de cuidar del suelo, incrementar su materia orgánica y retener más agua. Y también se han llevado a cabo la instalación de setos para fomentar la presencia de fauna útil en los campos, además como tensiómetros, estaciones meteorológicas y otras tecnologías.
Incluso la fábrica de tomate en sí es sostenible: y es que cabe recordar que la factoría puso en marcha el año pasado un parque solar fotovoltaico, que genera más del 30% de la electricidad anual del centro productivo, equiparable a la energía consumida en más de 360 hogares españoles. O por ejemplo, diversos certificados de gestión y mejoras para lograr que todos los materiales resultantes del proceso productivo se revaloricen y se aprovechen para que ninguno de ellos acabe en el vertedero, fomentando también la economía circular.