Todo empezó en IKEA. En la compañía sueca trabajaban Darius Molnar y Jorge Geniz, cofundadores de Tutrocito. Como explica a este periódico María Coronel, CFO y tercer pilar del proyecto, ambos eran consultados constantemente por los clientes con la posibilidad de hacerse con mobiliario a medida. “No solo ocurre en IKEA. En general, es difícil localizar productos a medida y personalizados a un precio razonable”, apunta Coronel.
En febrero de 2020 empiezan a darle vueltas a la idea de solventar este déficit. Tras el paréntesis del confinamiento, en septiembre de ese año Tutrocito se convierte en una realidad con el lanzamiento de una primera campaña dirigida al teletrabajo. “De pronto, el COVID-19 nos hizo ver que muchas casas necesitan espacios que no existían; más cómodos y útiles para el desempeño laboral”.
“A la hora de sentar las bases del proyecto, confirmamos que los profesionales del sector -carpinteros, cristaleros o marmolistas- están muy poco digitalizados. El cliente debe desplazarse, negociar, asumir plazos, etc. Es un proceso largo y tedioso que lleva a muchos a abandonar este tipo de compra. El nicho de mercado sin explorar estaba muy claro”, apunta la cofundadora de Tutrocito.
El objetivo principal que persiguen tiene varias aristas conectadas: dar respuesta a una demanda de trabajo artesano por parte de los particulares y apoyar a los pequeños empresarios aprovechando las ventajas de la venta online. El cliente puede completar todo el proceso desde su casa.
Con medio millón de euros en ventas, el principal escollo no ha sido hasta ahora alcanzar la siempre anhelada financiación. El valor añadido de la startup reside en el hecho de haber sido capaz de tejer una red de proveedores -en su mayoría ubicados en Sevilla, pero también en Madrid, Barcelona o el extranjero- con los que negocian directamente. Ahí está el plus de comodidad para el cliente. “Lo más complejo ha sido hacer ver a estos artesanos y profesionales la viabilidad de nuestra alternativa, pero estamos en la buena dirección”.
María Coronel añade que otros dolores de cabeza llegaron con determinados imperativos logísticos. La particularidad de Tutrocito es que riza el rizo de la personalización de los productos. “Tuvimos que alquilar una nave y fue una gran decisión. No podemos estandarizar el embalaje ya que son muebles a medida. Hay quien nos pide una pequeña balda para el cuarto de baño. Otros, un escritorio de 2 metros y 30 kilos de peso. Dedicamos mucho tiempo a la generación de un sistema propio de desarrollo interno para automatizar procesos y ser escalables”.
La startup acaba de alzarse como ganadora del 27 Campus de Emprendedores de SeedRocket. “Fuimos a Barcelona con la idea de aprender de los mentores, hacer networking y conectar con inversores de cara a nuestra primera ronda de financiación (destinada a internacionalizar el proyecto). Ganar ha sido un bombazo”. Antes, recibieron el apoyo “fundamental” de Andalucía OpenFuture (Telefónica) y de Andalucía Emprende (organismo que depende de la Junta de Andalucía).
En Tutrocito se proponen desmontar algunos prejuicios que han perdido solidez con el paso del tiempo. “Tendemos a pensar que todo lo que no sea estándar va a ser caro. No es así. Disponer de muebles a medida es una necesidad generalizada porque las que seguro que no son estándar son las viviendas. En todas hay una pared que no podemos tirar o una columna que sobra. Hemos asumido erróneamente que un mobiliario de calidad y personalizado queda fuera de nuestro alcance. Gracias a que pactamos directamente con los profesionales, nuestros precios son competitivos. No ofrecemos un producto low cost, ya que es de máxima calidad, pensado para durar muchos años, pero sí muy asequible. Queremos democratizar el acceso a estos productos y que el cliente no pierda tiempo”.
Con clientes de todas las edades –“jóvenes y mayores hemos perdido el miedo a la compra online”-, la emprendedora distingue dos tipologías principales de demanda en función del punto de partida. “Muchas casas son clones unas de otras: todas parecen pisos de alquiler en Airbnb. Los hay que se han cansado del blanco minimalismo anodino con el que tiempo atrás amueblaron su casa de forma rápida y barata. Les ayudamos a darle un toque personal a muebles ya existentes (un nuevo tablero, un cristal). Otros, con casas más ‘noventeras’ tienen muebles de mucho valor de los que no se quieren desprender, pero en colores que ya no ofrecen las grandes cadenas. Nosotros sí los tenemos, así que las nuevas adquisiciones siguen combinando con sus muebles de siempre”.
La nómina de encargos que Tutrocito ha recibido hasta ahora es más que variada. “Un estudio de arquitectura nos encargó un escritorio completo a partir de una cajonera que ya tenían. Hemos cambiado las puertas de los muebles de varias cocinas. Es una manera de tener una cocina ‘nueva’ sin gastar mucho dinero. Lo mismo pasa con los armarios, cuyo interior podemos adaptar en función de las necesidades cambiantes del cliente. Hemos abierto una línea de empresas y trabajamos con colegios, librerías, bares y restaurantes… incluso con una parroquia. Nos adaptamos al máximo”, concluye María Coronel.