Uber y Airbnb pertenecen a ese grupo de empresas que llegaron para darle la vuelta a maneras de actuar (aparentemente) ajenas a cambios profundos. Que ya no nos movamos ni viajemos como lo hacíamos es en buena medida responsabilidad de su propuesta disruptiva, de su capacidad de anticipación y de un buen músculo financiero. La escuela de negocios ISDI celebró hace unos días en su sede de Madrid la segunda edición de ISDI Executive Summit, una jornada para reflexionar en torno a un momento histórico y transformador, la quinta revolución industrial, encabezada por la digitalización y las nuevas tecnologías.
Y si hay una tecnología que no baja el pistón en un avance permanente, esa es la inteligencia artificial, capaz ya de permear todos los sectores productivos y áreas de conocimiento. Para Felipe Fernández de Aramburu, Director General de Uber en España y Portugal, la actual transición tecnológica no va de reemplazar humanos, sino de liderar su potencial. “No es una competición contra máquinas y algoritmos. Se trata de trabajar para lograr un futuro más inclusivo, ágil y humano”.
El directivo admitía que Uber es un ejemplo de cómo la disrupción no espera a nadie. “Los cambios no siempre son amables ni progresivos. Tampoco comprenden las estructuras pre existentes, para bien y para mal”, añadía Fernández de Aramburu. La compañía dio el salto hace 15 años. Tres lustros después, percibe que “la IA supondrá una novedad más profunda que la de nuestra propia irrupción”. La empresa ha integrado la inteligencia artificial en su día a día; en la operativa, la toma de decisiones o los análisis de rentabilidad.
Humanidad, valor añadido
Con todo, y sin restarle relevancia a la IA, Felipe Fernández de Aramburu opinaba que en la esfera empresarial, la innovación modificará cómo trabajamos, pero siempre existirá un espacio para las cualidades netamente humanas. “Es necesario que las personas interpreten los datos. Es algo mucho más complejo que automatizar tareas y reemplazar trabajadores. Han surgido nuevas necesidades ante las que tenemos que responder”.
Desde una óptica positiva, el director General de Uber en España y Portugal destacaba que Ia IA trae de la mano transparencia. “Las empresas ya no son islas, sino nodos interconectados en un espacio cada vez más grande”. En segundos, la inteligencia artificial nos permite saber si la actividad de una empresa encaja y es coherente con su argumentario público, con lo que dice que hace. Un contexto en el que el consumidor ha tomado ciertas riendas. “La gente ya juzga con naturalidad si una empresa es realmente sostenible o si cumple con las normativas vigentes. El activismo del usuario es un elemento de cambio enorme”.
En el caso de Uber, Fernández de Aramburu aseguraba que el diálogo con el usuario es constante. A partir de ahí, la plataforma puede influir en aquellos encargados del desarrollo y aplicación de normativas adaptadas a la demanda de la ciudadanía. “Deben escucharles. Es la gente la que usa estos nuevos productos y servicios y se mueve en estos ecosistemas. En la conexión entre empresas, gobiernos y consumidores está la clave”, concluía.
Tiempo de centauros
Jaime Rodríguez de Santiago, Director General para España y Portugal de Airbnb, cree que se nos da muy mal predecir el futuro. “Tendemos a sobrevalorar el impacto de la tecnología el próximo año, pero lo infravaloramos cuando se trata de mirar hacia la próxima década”. Ante la pregunta: ¿Cómo será la empresa del futuro”, el directivo respondía que “depende”, ya que conviene recordar que el entorno corporativo lleva tiempo transformándose hacia nuevos y variados modelos de organización.
Respecto al impacto directo de la IA, Rodríguez de Santiago es partidario del termino centauros, en alusión a humanos ayudados por máquinas en una colaboración “más fluida”. Y daba por hecho que las personas seguiremos resultando imprescindibles sobre todo en aquellas zonas de sombra donde las máquinas no sepan actuar o no lo hagan con suficiente solvencia. “Todo va muy rápido. Sin embargo, habrá espacio para el pensamiento crítico, la originalidad y los distintos puntos de vista; para la opinión y la creencia. Debemos encontrar la manera de encajar todo esto en nuestras actividades”.
Nuevos cimientos
A escala corporativa, el representante de Airbnb se queda con la autenticidad, por encima del propósito. “Nos preocupa que las compañías sean lo que dicen ser. Depende mucho de las personas que integran los equipos. Más allá de cambios estructurales, no creo que la IA modifique mucho la manera de trabajar. En esta nebulosa, si por algo nos cuesta imaginar el futuro es porque resulta difícil romper los paradigmas del pasado. Seguimos arrastrando las jornadas de 8 horas desde los tiempos de los turnos en las fábricas. También hay que replantear el actual sistema educativo”.
En tiempos de “mínimos históricos” de confianza política en España y en todo occidente, Jaime Rodríguez de Santiago llamaba a la reflexión y a trasladar este tablero de juego a las organizaciones. “Hacia dónde vayamos acabará dependiendo del liderazgo de las compañías y de cada uno de nosotros; de las decisiones que tomemos. Tiene que ver con la acción conjunta de todas las partes, gobiernos incluidos. Debe producirse un sentido en lo que hagamos mucho más allá de apalancarnos en la IA. Las verdades fundamentales no van a cambiar. Aunque el tecno optimismo está a veces rodeado de cierto cinismo, no debemos abocarnos a escenarios negativos. La tecnología depende de lo que hagamos con ella.