Hasta el pasado 26 de noviembre, 66.795 personas habían fallecido en España a consecuencia del COVID-19. La cifra es una de las conclusiones principales a la que han llegado los profesores de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería y Diseño Industrial de la Universidad Politécnica de Madrid Rafael Cascón, Paula Villanueva, Francisco Santos y Miguel Berzal en su estudio sobre el exceso de mortalidad motivado por la pandemia del SARS-CoV-2.
El objetivo de la investigación era aproximarse a las cifras reales de muertos a causa de la infección. Para ello han analizado el exceso de mortalidad, la evolución de los contagios, las cifras de fallecidos con diagnóstico de COVID-19 así como las personas que han fallecido sospechosas de haberlo padecido, aún sin diagnóstico.
“Durante la primera ola de la pandemia, con carencias en la detección de contagios, el exceso de fallecimientos sería un indicador más fiable que las defunciones contabilizadas como casos COVID”, explican los investigadores de la UPM. Tanto es así, que en la primera ronda de estudios de seroprevalencia realizados entre la población española, se estimó un 5 % de prevalencia de anticuerpos. Equivaldría a 2,35 millones de infectados, muy lejos de los 240.953 (0,51 % de la población) de casos diagnosticados hasta el 11 de mayo, según el Ministerio de Sanidad.
Más de 66.000 fallecidos en España
Ante esta brecha, para conocer la cifra real de fallecimientos los investigadores han utilizado distintas fuentes. En primer lugar, la ofrecida por el Sistema de Monitorización de la Mortalidad diaria (MoMo), gestionado por el Centro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III. En paralelo, han hecho acopio de la información suministrada por el Instituto Nacional de Estadística.
Los profesores multiplicaron los datos del sistema MoMo por un factor de 1,06812 (1/0,93622), ya que el INE registra de forma informática el 93,622 % de las defunciones ocurridas.
Según los datos obtenidos, el estudio muestra dos episodios de significativa sobremortalidad. El primero tuvo lugar entre el 10 de marzo y el 9 de mayo. En cuanto al segundo, comenzó el 20 de julio y todavía perdura. Considerando ambos periodos y tras aplica el coeficiente de expansión, el exceso de fallecidos asciende a 71.645.
“La cifra es atribuible a la pandemia, especialmente durante la primera ola”, añaden desde la UPM. Los investigadores observaron un desfase de unos 11 días entre la evolución de los contagios diagnosticados y los fallecimientos, por tanto dentro de los parámetros que conocemos respecto a la evolución de la enfermedad. “La concordancia es muy elevada, por lo que ese exceso de decesos sobre la mortalidad esperada indicaría de manera muy aproximada los fallecidos provocados por infección del COVID-19”.
Segunda ola más precisa
Los profesores también observaron un exceso singular de mortalidad entre el 27 de julio y el 15 de agosto. “No es apreciable un incremento excesivo de fallecidos como casos COVID en esas fechas. Tampoco previamente se produjo un aumento significativo en el número de contagios”, destacan.
El exceso de fallecidos de esos días no parece estar relacionado por tanto con el coronavirus y puede deberse a otras causas, como distintas olas de calor. En todo caso, el análisis invita a analizar otras posibles razones, sin descartar consecuencias derivadas de la propia situación de pandemia.
Los investigadores concluyen que, desde el inicio de la pandemia y hasta el 26 de noviembre, murieron en España 66.795 fallecidos a consecuencia del COVID-19. Esta sobremortalidad supone 20.150 fallecidos más que los contabilizados hasta el 9 de mayo. “A partir de esa fecha la detección de fallecidos a causa del virus se aproxima aceptablemente a los fallecidos reales, coincidiendo con una detección de infectados muy amplia”.
Los investigadores señalan además que en las Comunidades Autónomas donde son contabilizados los fallecimientos sospechosos, sin confirmación de diagnóstico, las cifras consideradas se acercan a las de este exceso de mortalidad.
Comparación con los países europeos
En su estudio, los investigadores de la UPM también realizan una comparativa con los demás países europeos. Lo hacen tomando un baremo común para todos, independiente de los criterios de contabilidad de fallecidos por COVID adoptados por cada país, como es el exceso de mortalidad sobre la acaecida en años previos.
En esa comparación y en base a los datos de Eurostat, en España se detecta un exceso de mortalidad relativa con respecto a los años previos acusadamente mayor que en el resto de los países durante la primera ola de la pandemia. “También ha sido superior en la segunda ola, aunque recientemente en algunos países se aprecian tendencias crecientes acusadas que superan el exceso de mortalidad relativa de España en las últimas semanas”, concluyen desde la UPM.