Puede que la palabra “redes” se haya convertido en el concepto innovador más importante de comienzos del siglo XXI. Como afirma Iker Marcaide, polifacético líder de proyectos de colaboración innovadora, “debemos pensar en el concepto de forma más amplia”. Según él, cuando se habla de redes, tendemos a pensar en algo muy formal, en reuniones, intercambio de tarjetas, etc. Pero, para Marcaide, lo ideal sería pensar que es interactuar frecuentemente con gente interesante, aunque sea algo informal e incluso sin agenda definida. El primer paso de la “innovación abierta”.
“Todos nos dedicamos a buscar redes de apoyo, independientemente de nuestro nivel jerárquico. En España, cuando vas a un evento y repartes tarjetas, enseguida parece que estás tratando de vender algo, y yo creo que es fundamental no solo pensar en el equipo interno de las organizaciones, sino el equipo externo que lo forman tus proveedores, contactos, etc.”, explica un hombre que creó un grupo virtual en LinkedIn con el objetivo de conectar a alumnos y antiguos alumnos de la Universitat Politècnica de València (UPV). “Era un lugar en el que realmente la gente se ayudaba. Si contactabas con alguien, siempre recibías respuesta. Como siempre hay gente que es más senior o junior que tú, creo que es una relación de dar y tomar. Y, en cierta manera, me daba pena que en la UPV no hubiese algo similar, que no hubiese ese sentimiento de pertenencia”.
A Marcaide le ha servido de mucho llevar a cabo redes de colaboración. Imagine, el colegio Montessori que ha abierto en Valencia, surgió realmente de las conversaciones que tuvo con un par de amigos sobre las dudas que tenían a la hora de escoger colegio y de lo que querían para sus hijos. Y, cómo no, ese par de amigos pertenecían a la UPV. “Con una de ellas había trabajado en peerTransfer (su primera empresa, considerada en el 2010 como la mejor startup del mundo), pero con el otro simplemente habíamos seguido manteniendo el contacto como amigos. En ese momento él estaba pensando en regresar a Valencia. Los tres teníamos hijos de la misma edad y de nuestras preocupaciones como padres surgió la idea de crear Imagine”, asegura.
Imagine propone una educación Montessori (creada por la pedagoga María Montessori) hasta los 18 años, es decir, una educación que “haga feliz” a los estudiantes. “Lo creamos para nuestros hijos, pero también para ayudar a que cada niño encuentre su lugar en el mundo conociéndose, identificando sus talentos y potenciándolos, para que con ello puedan contribuir al progreso de la humanidad. Creo que la humanidad no se puede permitir derrochar el potencial talento. ¿Cuánta gente se queda por el camino? ¿Cuánta gente lo hace bien pero podría hacerlo mejor? Creo que deberíamos tratar de potenciar al máximo el talento de cada uno de nosotros”, afirma.
“Ahora mismo se trata a todos los niños igual independiente de sus interés y motivaciones o simplemente cuál es su mejor forma de aprender. Está muy dirigida por el profesor, él es el que sabe y los niños los que tienen que llenar su mochila con los conocimientos que este les da, etc.”, explica. Además, añade que, si pensamos en cómo ha cambiado el mundo desde que se estudia hasta lo que va a cambiar en los próximos 15 años, “veremos que algo falla”.
Pero no solo la educación es una de las cosas que Marcaide ve como fallidas en nuestro país. Por ejemplo, por muchas redes de colaboración que se tengan y que hagan fluir la innovación en España, según él, todavía nos falta lo más importante: la ambición. En España, las escuelas de negocio y algunas universidades privadas si que tienen muy trabajado el asociacionismo. “Pero el problema es que las universidades públicas están muy masificadas y es difícil que todas las personas que salen de sus aulas encuentren nexos en común. El tamaño es importante. Igual el reto es cómo crear de comunidades grandes, sub-comunidades que tengan mucho en común pero sean suficientemente pequeñas para crear más vinculación y que además sean muy útiles”, asegura. Un problema que se une al antes citado. “Nos falta ambición. Pero eso también está cambiando. Te encuentras con gente que quiere comerse el mundo, pero en el buen sentido. Por qué hacer algo pequeño pudiendo hacer algo grande. Y ya no digo tanto algo que valga mucho dinero sino que tenga un impacto”.
Marcaide tiene muy claro que, por un lado, en España contamos con muchas pymes tradicionales que aún siguen ancladas en su pasado, sin abrazar la tecnología, sin explotar su potencial de analytics y conocimiento del cliente, y viviendo de procesos lentos y poco ágiles; y que, por otro lado, están las startups. “Son dos realidades, dos tipos de empresa, que viven en realidades paralelas. Si estos dos mundos se juntasen podrían surgir muchos proyectos aplicados, los emprendedores podrían orientar sus esfuerzos hacia problemas reales y concretos que empresas tienen, y conseguir clientes. Aparte de que las pymes tienen que reinventarse un poco”.
Y él predica con su propio ejemplo, como demuestra con Zubi Labs, su actual empresa. “A veces se habla de Zubi Labs como una empresa de inversión, pero realmente hacemos más que eso. En Zubi Labs cofundamos empresas que mejoran el mundo. Un inversor financiero es pasivo, pone el dinero y ya está. Nosotros lo que hacemos es tratar de identificar problemas que merece la pena resolver, crear equipos alrededor de ellos y también poner capital”.
Galardonado recientemente por la Asociación de Antiguos Alumnos de la UPV con el premio Blue Red por su “capacidad para generar redes de valor”, Marcaide sigue innovando. Para unos será un emprendedor nato. Para él mismo, nada está completo sin su dosis de ingenuidad. “Esta ingenuidad la que te permite seguir avanzando porque no sabes que es lo que te espera, lo que crees que es un montículo a lo mejor es una montaña que todavía no ves, pero ya estás en el camino y, al final, siempre acabas encontrando soluciones”.