Problemas logísticos, descoordinación… la borrasca Filomena puso la guinda al accidentado arranque de la campaña de vacunación del coronavirus en España donde, salvo contadas excepciones, se avanza mucho más lento de lo esperado. Para Vicente Soriano, profesor de la Facultad de Ciencias de la Salud de la UNIR, esta ausencia de celeridad puede acarrear graves consecuencias.
“Son muchos los hospitales que se han quedado sin stock de vacunas. Vacunar lentamente puede ser incluso peor que no vacunar”, explica a Innovaspain. La razón está en que “si vacunamos solo a un grupo reducido, tendremos personas capaces de transmitir a un amplio espectro de población variantes del virus más resistente a las vacunas”. Según Soriano, un pequeño grupo tendrá la falsa seguridad de haber sido inmunizado mientras que la mayoría aún podremos infectarnos con un virus más complejo antes de ser vacunados.
“Es lo que está sucediendo en algunas residencias de ancianos. Las campañas de vacunación deben estar muy bien diseñadas. Es clave que sean masivas y rápidas para impedir la propagación de virus mutantes que escapen a la vacuna”. Soriano se refiere a las variantes británica y sudafricana del SARS-CoV-2 como ejemplos de mutaciones, aunque esas cepas todavía son susceptibles a la vacuna. “No digo que la vacuna no funcione en estos casos, pero demuestran que, de igual modo, pueden seleccionarse mutantes de escape si hay presión inmune como la que impone la primera dosis de la vacuna. Solo es cuestión de tiempo que se seleccionen esas mutaciones, que pre-existen en el coronavirus, como sucede con otros virus ARN. Estamos un tanto cegados por el entusiasmo, pero jugando con fuego”, señala el investigador.
Vacunas, una gran noticia pese a sus imperfecciones
Aunque Vicente Soriano alaba la rapidez con la que la comunidad científica ha sido capaz de desarrollar una vacuna efectiva y segura cree que, al menos por ahora, será el “perfecto complemento de otras medidas”, pero no la panacea que dará por clausurada la pandemia. “Las tres vacunas principales aprobadas a día de hoy -Pfizer, Moderna, Astra Zeneca- logran disminuir el riesgo de desarrollar formas graves de COVID-19, pero no impiden la infección ni la transmisión del virus. Pese a ello, lo conseguido es impresionante: evitaremos la muerte de mucha gente y la saturación hospitalaria”.
La vacuna perfecta, a juicio de Vicente Soriano, tiene que asemejarse a las del tétanos o la polio, ya que previenen la infección. “Hasta entonces, vamos a tener virus para rato”, dice el experto, quien vaticina que esta tipología de vacunas podría ver la luz dentro de un año. “Es un paso necesario. Y se logrará. Hay mucha gente involucrada”. Esas vacunas idealmente serán inhaladas, no subcutáneas. “Las vacunas actuales no inducen inmunidad de las mucosas, pero esas evocarán respuesta con inmunoglobulina A, que impedirán la replicaicón viral en la vía respiratoria".
Mientras tanto, un punto a favor de las vacunas de Pfizer y Moderna es su capacidad de readaptación ante posibles mutaciones. “Es relativamente fácil en vacunas basadas en ARN mensajero. Ocurrirá algo similar a lo que hacemos con la gripe, adaptándonos a la nueva cepa que circula cada año”, añade Soriano.
El doctor coincide con otros investigadores, como Margarita del Val al abogar por vacunar también a aquellos que ya superaron el virus, por muchos anticuerpos que porten. En el lado opuesto, otros expertos como David Bernardo, del IBGM Uva-CSIC, creen que hay que maximizar la eficiencia y que “ninguna vacuna será tan efectiva como haber pasado la enfermedad”.
Tercera ola
Vicente Soriano afirma que, pese a estar claro que ya nos encontramos inmersos en la tercera ola de la pandemia, esta no será tan virulenta como las anteriores. “El pico se producirá a finales de este mes. Pero la situación, también en los hospitales, no tiene nada que ver con lo ocurrido en marzo y abril”. Para que ciudades como Madrid hayan sorteado el otoño y el arranque del invierno sin un excesivo dramatismo, cree que hay cuatro razones: responsabilidad social, el miedo a lo vivido en la primea ola, un otoño muy templado que ha permitido la actividad en exteriores y el diagnóstico masivo gracias a los test de antígenos.
No cree por tanto que nos dirijamos a un nuevo confinamiento domiciliario. “Prefiero, en casos extremos, el confinamiento perimetral, con cierta libertad de movimientos al menos para comprar alimentos y pasear dentro de un barrio o una localidad. El precio de volver a recluirnos en casa sería muy elevado”.
¿Cómo llegaremos al próximo verano? Soriano asegura que los casos continuarán, pero se reducirán drásticamente las hospitalizaciones. “Nos acostumbraremos aún más a convivir con el virus y a aprovechar al máximo el tiempo al aire libre. Mi sensación es que la gente se lo va a pensar mucho antes de hacer un viaje largo. Por ejemplo, los congresos médicos presenciales podemos decir que han desaparecido”.
Dos investigaciones adicionales
Vicente Soriano está inmerso en dos proyectos importantes. El primero, auspiciado por la Comisión Europea bajo el nombre EASI-Genomics, estudia cómo influyen determinados aspectos genéticos a la hora de desarrollar formas graves de COVID-19. “Secuenciamos y comparamos los genomas de pacientes que lo han pasado muy mal y de otros que superaron el virus sin especial dificultad”. Lo hacen junto a un grupo de Genética de Barcelona.
El investigador también participa en el desarrollo de las llamadas ‘vacunas químicas’, una modalidad que utiliza antivirales de larga duración para prevenir infecciones y que hasta ahora ha sido desarrollada con más éxito para el VIH, el virus del SIDA. “Ahora estamos explorando sus posibilidades para pelear contra el COVID-19”, concluye Vicente Soriano.