Pasa parte del día pegado al teléfono respondiendo con paciencia a las mismas preguntas. “Antes de la pandemia teníamos que perseguir a los medios y ahora es al revés”, dice con buen tono Víctor Jiménez Cid desde su despacho en la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid, donde es catedrático en el área de Microbiología. Su faceta divulgativa la ejerce como miembro fundador del Grupo de Docencia y Difusión en la Sociedad Española de Microbiología, presidida por Ignacio López-Goñi, e integrada por investigadores de toda España.
Hablamos con Jiménez Cid horas después de que Estados Unidos palarizara la vacunación con Janssen, la fórmula que venía a acelerar la campaña, y que se suma a la polémica que rodea a AstraZeneca y sus posibles efectos secundarios. “Estamos perdiendo el foco por un exceso de información. Sobre todo, tendría que preocuparnos el virus. Lo que hay que hacer es vacunar, aunque sea a marchas forzadas”.
El investigador no resta importancia a los casos de trombos que han alertado a las autoridades y a la opinión pública, pero las estadísticas hablan por sí solas. “En el peor de los casos, los trombos tienen una incidencia de 1 entre 100.000 personas. Esto significa que una entre un millón podría morir. La probabilidad de fallecer a causa del SARS-CoV-2 en una edad que oscile entre los 60 y los 70 años es del 5 %. Es decir, una de cada 20 personas infectadas. Pongámoslo en una balanza. Optar por no vacunarse es como jugar a la ruleta rusa”.
Detrás de los trombos
Jiménez Cid admite el “carácter inusual” de los trombos detectados, aunque recuerda que no está demostrado que sean una consecuencia directa de las vacunas ahora en entredicho. “Una hipótesis que gana fuerza es la que los asocia a un raro problema autoinmune presente en un número mínimo de personas. Sobre todo, afecta a mujeres jóvenes ya que su inmunidad es más potente. La razón es sencilla: son las encargadas de perpetuar la especie y la evolución las ha hecho más fuertes frente a las infecciones, sobre todo en edad fértil. La cara oscura de esta virtud es que, a mayor capacidad inmunitaria, más probabilidades existen de desarrollar enfermedades autoinmunes”.
El catedrático de Microbiología añade que este no es el primer reto reciente que nos lanza nuestro sistema inmunitario. “Es un misterio qué determinantes genéticos o entrenamientos previos del sistema inmunitario nos llevan a ser más susceptibles de sufrir un cuadro grave de COVID-19. La tormenta de citoquinas responsable de los casos muy graves la hemos visto sobre todo en gente mayor, pero también en jóvenes. Aún nos queda mucho por aprender”.
Vacunar debe ser la gran prioridad
Jiménez Cid reconoce que le ha sorprendido cómo han sido relegadas primero Astra Zeneca y después Janssen. “El riesgo es mínimo. Tiene todo el sentido aferrarse a los estrictos protocolos de farmacovigilancia si no se vieran alterados los ritmos de vacunación, pero no es el caso a muy corto plazo, que es el escenario que debemos manejar dada la actual situación de emergencia”.
El experto añade que “si tenemos otras vacunas pongamos estas en observación, reformulemos si es necesario”. Y opina que dejarlas ahora de lado se traduce en que miles de personas no serán vacunadas, muchas se contagiarán y cientos morirán. “El parón estaría justificado ante un efecto secundario gravísimo y muy frecuente”.
Por el camino, no ayudan a avanzar ciertos elementos extra. “No hemos sido lo bastante pedagógicos al explicar el equilibrio riesgo-beneficio de las vacunas. También detecto cierto egoísmo por parte de algunas personas que recelan. Vacunarse es un acto solidario. Aunque la menos segura de las vacunas aún nos protege por completo de las formas más graves de COVID-19, no se trata de salvarnos individualmente, sino de eliminar un eslabón de la cadena de transmisión del virus. Además, no olvidemos que hay personas -inmunodeprimidos, enfermos de cáncer, por ejemplo- que no se pueden vacunar y viven en un riesgo extremo”.
El futuro y la vacuna española
Víctor Jiménez Cid califica de “bestial” el trabajo de Luis Enjuanes en el Centro Nacional de Biotecnología para lograr una vacuna cuyo planteamiento ha sido alabado por la comunidad científica. “Es uno de los grandes expertos en coronavirus del mundo. Hablamos de una vacuna basada en RNA, pero aumentada, al incluir gran parte del genoma viral, incluyendo múltiples antígenos del virus, no sólo la espícula. Es una formulación que podría administrarse por vía respiratoria, la entrada natural del virus. Por lo tanto, la inmunidad generada se parecerá más a la natural, que siempre es más completa que la proporcionada por cualquier vacuna. Esto podría ofrecer una protección más duradera. Lograrla depende de una fuerte inversión, así que supongo que su llegada se retrasará más de lo deseado”.
Pero mientras disponemos de una nueva generación de vacunas, Jiménez Cid es optimista con lo que nos espera en los próximos meses siempre y cuando aceleremos el ritmo de vacunación. “Al ritmo que llevamos ahora, en España alcanzaríamos el 70-80 % de población vacunada en marzo de 2022, mientras que Estados Unidos llegaría a esa meta en agosto. Si vienen más vacunas, iremos más deprisa y en el momento en que tengamos inmunidad de rebaño podremos controlar los brotes. Quedan algunas incógnitas importantes por resolver, como qué pasará con la vacunación en niños, y otras que me preocupan menos, como las nuevas variantes, ya que está demostrada la agilidad para adaptar las vacunas. Ahora la cuestión es ir más rápido que el virus, y cada pico de la pandemia es más débil que el anterior. El problema ha venido para quedarse, pero, en 2022, empezaremos a olvidar lo peor, al menos en el primer mundo”.