Hace unos 66 millones de años un asteroide ocasionó una de las cinco grandes extinciones en masa, entre el Cretácico y el Paleógeno. Dicho asteroide provocó la extinción de la faz de la Tierra de hasta el 75 % de las especies, entre ellas, la de los dinosaurios.
La violencia del impacto del asteroide es comparable con la de 1.000 millones de bombas atómicas y fue tal que provocó un cráter de 180 kilómetros de diámetro. Produjo además grandes terremotos de magnitud superior a 11 en la escala de Richter, tsunamis de entre 100 y 300 metros de altura, aumentos de temperatura, fuegos a distancias de entre 1.500 y 4.000 kilómetros del cráter, lluvias ácidas, el oscurecimiento por la nube de cenizas, entre otras catástrofes.
Pese a la magnitud del impacto, una investigación internacional publicada en la revista Geology (la primera a nivel mundial en el área de Geología), en la que participa la Universidad de Granada (UGR), ha revelado que la vida en el fondo marino del cráter volvió a niveles de abundancia y diversidad similares a los previos al impacto del asteroide en solo 700.000 años, en el cráter de Chicxulub, en la Península de Yucatán, México.
“Es un tiempo relativamente corto cuando hablamos de tiempo a escala geológica”, asegura el catedrático del departamento de Estratigrafía y Paleontología de la Universidad de Granada Francisco Javier Rodríguez-Tovar, uno de los autores de la investigación. Los otros cuatro autores pertenecen a las Universidades de Texas y de Park, en Estados Unidos.
“Pocos eventos pueden ser tan catastróficos como el que ocurrió en ese momento […] Las condiciones fueron muy desfavorables y aún así se pudo restablecer la vida”, señala.
Un estudios previo publicado en la revista Nature en 2018, en el que participó Rodríguez-Tovar, donde hizo análisis en el cráter del impacto en Chicxulub, puso de manifiesto la sorprendentemente rápida recuperación inicial de la comunidad tras el impacto.
Y sobre esta base han continuado las investigaciones icnológicas (rama de la Paleontología que estudia el registro de comportamiento de los seres vivos en soportes naturales) en el marco de la Expedición 364 del Programa Internacional de Descubrimiento del Océano (IODP, por sus siglas en inglés) «Chicxulub: perforando el cráter de impacto de K-Pg (extinción masiva del Cretácico-Paleógeno)», de la que forma parte el investigador de la UGR.
El objetivo de la nueva investigación era evaluar las distintas fases de la evolución tras el impacto del asteroide, y calibrar cuándo tuvo lugar la completa recuperación de la comunidad bentónica, alcanzando niveles de diversidad y abundancia similares a los previos al impacto.
La productividad biológica
Los resultados de la investigación muestran que la comunidad de organismos generadores de trazas se recuperó completamente en ese tiempo, como lo atestigua el abundante registro de Chondrites, Palaeophycus, Planolites y Zoophycos (trazas fósiles de algunos organismos de cuerpo blando).
“Sin embargo, esa recuperación no fue brusca, sino producto de distintas fases de diversificación, estabilización y consolidación. De acuerdo con las características de las trazas y los organismos que las generaron se confirma la importancia de la productividad biológica como el factor clave de esta rápida recuperación”, apunta a la Agencia Dicyt el investigador.
La productividad biológica -el material utilizado por los organismos para alimentarse y desarrollarse, que forma parte de la materia orgánica- “influyó en que la comunidad pudiera volver a resurgir, a restablecerse y a adquirir diversidad y abundancia como la previa al impacto”, agrega a Innovaspain.
En los primeros años tras el impacto esta era muy alta, por la cantidad de organismos que habían muerto durante la extinción, después se produjo una caída en esa productividad y variaciones a lo largo del primer millón de años. Esta variación fue la que influyó en la evolución de las distintas especies, es decir, en que hubiera mayor o menor diversidad de una u otra especie.
El trabajo compara, además, los datos obtenidos con los procedentes de otras grandes extinciones del Fanerozoico, como la correspondiente al final del Pérmico, revelando patrones similares en la recuperación tras el evento de extinción en masa, pero con una gran diferencia en lo que se refiere al tiempo implicado en esta recuperación, que fue mucho menor tras la extinción del final del Cretácico.
Los resultados y conclusiones abren una nueva línea de estudio de las extinciones en masa, de gran importancia en la evolución de la vida sobre nuestro planeta y su recuperación tras cambios ambientales extremos.
“Incluso en las condiciones más severas, si vuelven a restablecerse relativamente rápido las condiciones favorables, la vida pueda restablecerse”, subraya.