El bosque de la Reserva de la Biosfera Maya, en el departamento guatemalteco de Petén, es denso. Hay zonas tan frondosas que es difícil pensar que hace menos de un lustro pasaron por ellas máquinas cortando árboles, según cuenta Elmer Méndez, directo de Forescom, el brazo comercial de la Asociación de Comunidades Forestales de Petén (ACOFOP). Los grupos que forman parte de la entidad han tenido el derecho de explotación de esta selva protegida desde hace 25 años. Se trata de un acuerdo entre el Gobierno del país centroamericano y los pobladores que desde hace siglos, en muchos casos, viven por y para este espacio natural. Hoy sus productos se pueden comprar en Europa gracias a WoodLife, una empresa impulsada por la Fundación COPADE que distribuye madera sostenible, con calidad prémium y una huella social positiva.
Javier Fernández, director de la Fundación COPADE, explica que la madera que se distribuye a través de WoodLife tiene que ser, como la de la ACOFOP, de bosque a consumidor. Esto quiere decir que la producción debe ser transparente y entrar en los márgenes de los ODS. Ahora mismo, los productos que han resultado de la asociación entre ambas entidades se comercializan en Francia y España a través de la cadena de bricolaje y construcción Leroy Merlín. Este acuerdo ha probado ser muy beneficioso para las comunidades que conforman la asociación y para Forescom, el nombre de la empresa que gestiona la venta de sus maderas más raras y especiales: “Del 2020 al 2021, crecimos un 100% y este año, entre 2021 y 2022, creceremos un 220% con COPADE”, zanja Méndez.
Según el empresario, las alianzas como la establecida con WoodLife de son clave para hacer que los modelos sostenibles, social y ambientalmente, sean viables. En este sentido, la Fundación COPADE ha sido instrumental en su ingreso al mercado europeo. Otra de las necesidades básicas, según el director, es la capacidad administrativa: entender los mercados, ejecutar los planes adecuadamente y aprovechar los recursos de forma eficiente. Él y la decena de comunidades a las que representa entienden la importancia de que sus actividades sean, además de buenas para el bosque, buenas para los bolsillos de las alrededor de 1.000 familias que se benefician directa e indirectamente de las concesiones forestales comunitarias en la región: “Esto tiene un impacto ambiental en los bosques, económico en las concesiones y social en las comunidades y todo el Petén”.
Fernández apunta que el éxito de este tipo de proyectos descansa en las alianzas público-privadas. “Las ONG tienen que confiar en la empresa”, agrega, para que los consumidores puedan tener productos que sean verdaderamente sostenibles. Eso es lo que ha hecho COPADE, al conectar el mercado con el consumidor. En el caso de WoodLife con apoyo para la producción y distribución de productos para exteriores con maderas poco comunes. Pero no se trata solo de administrar correctamente los recursos económicos, ni de aproximarse al mercado correcto: también hay que asegurar los medios de producción para el futuro. “Ellos tendrán bosque para largo”, concluye Fernández.
La ACOFOP cuida cada detalle. Apenas diseñadas las concesiones, el bosque se dividió por cuadrantes, para que aquellos que se han explotado no se vuelvan a tocar en, al menos, un cuarto de siglo. “Por cada hectárea, aprovechamos entre uno y dos árboles y tenemos supervisiones para evitar que se incumplan estos parámetros”, explica Méndez. Los salarios siempre están por encima del mínimo, como una garantía de que el modelo no es solo sostenible para el medio ambiente, sino también para la comunidad. Gran parte de los ingresos por la venta de la madera se reinvierten en los bosques: mantenimiento, sostenibilidad, protección contra la caza y la explotación furtiva o los incendios. Sin embargo, la ACOFOP también invierte en salud y educación para sus comunidades, muchas veces alejadas de los focos poblacionales en los que se encuentran la mayor parte de estos servicios.
Más que una estrategia para la producción sostenible, el modelo de aprovechamiento de la Reserva de la Biosfera Maya es una forma de relacionarse con la naturaleza y de mantenerla sana. Méndez cuenta que están obligados a evitar, por ejemplo, cortar a los “árboles padre”, porque son los que proveen mejores semillas, o los que son muy pequeños y aún deben guardarse para el futuro. “No hemos tenido mayores problemas en estos años (ante evaluaciones o certificaciones) porque la gente está muy apropiada de los bosques. Son su sustento”, zanja, y ensalza la importancia de estos productos para los miembros de las comunidades. La sinergia entre las ONG y las empresas podría esconder la clave para salvar a los bosques y sostener a las comunidades.